Ochoa a la luz de la historia
Recordar en Espa?a a Severo Ochoa el a?o en que se cumple el siglo de su nacimiento es casi una obligaci¨®n, aunque ya se sabe que en este pa¨ªs nuestro las obligaciones que tienen que ver con la ciencia son, con frecuencia, incumplidas. Afortunadamente, en esta ocasi¨®n al menos podemos contar con dos libros que nos permiten reconstruir aspectos importantes de la personalidad y obra del nobel hispano-estadounidense. Se trata de dos textos muy diferentes. El de Mar¨ªa Jes¨²s Santesmases, investigadora que desde hace a?os enriquece con sus trabajos el conocimiento de la historia de la bioqu¨ªmica y biolog¨ªa molecular hispanas, es un exigente estudio de, especialmente, la carrera y obra cient¨ªfica de Ochoa, mientras que el de Marino G¨®mez-Santos -una nueva versi¨®n, mejorada, de un libro que public¨® hace a?os- se ocupa principalmente de la relaci¨®n que mantuvo con Espa?a y con amigos y colegas espa?oles.
Utilizando un variado arsenal de fuentes documentales, Santesmases se ha esforzado en desentra?ar el camino, no siempre lineal ni premeditado, que llev¨® a Ochoa desde la fisiolog¨ªa (disciplina a la que comenz¨® a dedicarse en sus a?os de estudiante de Medicina en Madrid, bajo la tutela de Juan Negr¨ªn) a la bioqu¨ªmica, para terminar m¨¢s tarde en la biolog¨ªa molecular, adonde lleg¨® con sus trabajos sobre la s¨ªntesis del ARN, el "mensajero" o "portador" que lleva la informaci¨®n gen¨¦tica del ADN desde el n¨²cleo celular al citoplasma, donde tiene lugar la s¨ªntesis de las prote¨ªnas, que en m¨¢s de un sentido constituyen las piezas b¨¢sicas de la vida, trabajos por los que recibi¨® el Premio Nobel de Medicina o Fisiolog¨ªa en 1959.
Nadie antes de Santesmases
hab¨ªa estudiado con tanto detalle y rigor los aspectos t¨¦cnicos de las aportaciones de Ochoa a la fisiolog¨ªa, bioqu¨ªmica y biolog¨ªa molecular, circunstancia que da lugar a uno de los problemas con su libro: muchas p¨¢ginas, acaso demasiado prolijas, ser¨¢n prohibitivas para la mayor¨ªa de los lectores, aunque, cierto es, ser¨¢n bienvenidas por los cient¨ªficos e historiadores especializados en los dominios de los que se ocupa. Si podr¨ªa haber sido de otra forma, es algo que es dif¨ªcil, si no imposible, de decir.
Naturalmente, se estudian con especial atenci¨®n los trabajos que llevaron a Ochoa al Premio Nobel, incluyendo el papel que desempe?¨® en ellos Marianne Grunberg-Manago, una becaria de origen ruso que lleg¨® en 1953 al laboratorio de Ochoa en Nueva York desde Francia. Fue ella, en efecto, quien realiz¨® el descubrimiento crucial, en el que en un primer momento Ochoa no crey¨®. Santesmases aborda la cuesti¨®n de por qu¨¦ ¨¦l recibi¨® el Premio Nobel y ella no, pero sus comentarios van en las dos direcciones: la de la injusticia y la del comportamiento razonable por parte de la Academia sueca, que acaso, se dice, premi¨® m¨¢s el conjunto de los trabajos de Ochoa que al relacionado con el papel del enzima polinucle¨®tido fosforilasa en la s¨ªntesis del ARN. Pero ambas cosas, justicia e injusticia, no pueden ser ciertas al mismo tiempo, y habr¨ªa sido de desear un pronunciamiento m¨¢s claro en este punto, m¨¢s a¨²n habida cuenta de que todo indica que el propio Ochoa no tuvo nada que ver en este asunto, aunque tampoco se mostrara especialmente generoso con su antigua colaboradora no mencion¨¢ndola en el discurso que pronunci¨® durante la ceremonia de entrega del premio (Negr¨ªn fue otro a los que olvid¨®).
Claro que no todo es historia de las ideas y resultados cient¨ªficos en este Severo Ochoa. De m¨²sculos a prote¨ªnas, que se mueve asimismo, y con no menos rigor, por los apartados institucionales. Particularmente interesante es la reconstrucci¨®n que se incluye del papel que la Fundaci¨®n Rockefeller desempe?¨® en la carrera de Ochoa, y c¨®mo a trav¨¦s de ella el cient¨ªfico de Luarca se integr¨® en una red de investigadores que facilit¨® su integraci¨®n en Estados Unidos. Tambi¨¦n trata Santesmases la cuesti¨®n del papel de Ochoa en la promoci¨®n de la biolog¨ªa molecular en Espa?a, al igual que de los homenajes que se le dieron en su patria ("la construcci¨®n de un h¨¦roe cient¨ªfico" es el t¨¦rmino que da a este apartado).
El libro de G¨®mez-Santos es
de otro tipo. Poco, si es que algo, nuevo se obtiene de ¨¦l en lo que se refiere a conocer mejor la obra cient¨ªfica de Ochoa (es obvio que una buena parte de lo que sobre estas cuestiones se trata procede de lo m¨¢s cercano a una autobiograf¨ªa que Ochoa escribi¨®, su texto del Annual Review of Biochemistry, 1980: 'The pursuit of a hobby', vertido al espa?ol en la edici¨®n de Escritos de Ochoa que el propio G¨®mez-Santos prepar¨® y que el Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas reedit¨® en 1999). Lo mejor y m¨¢s ¨²til de este Severo Ochoa y Espa?a es la imagen y datos que se ofrecen del hombre que fue don Severo.
No es, ciertamente, una imagen imparcial o desapegada, sino una que surge del afecto y la admiraci¨®n, al igual que de una relaci¨®n personal privilegiada del autor con Ochoa desde que ¨¦ste se instal¨® en Espa?a, con todos los riesgos que esto significa. Riesgos y limitaciones en la historia que se narra que ser¨¢n evidentes para cualquiera que lea este libro (como un mero ejemplo, mencionar¨¦ que a P¨ªo del R¨ªo Hortega, cient¨ªfico extraordinario, G¨®mez-Santos lo denomina "ser retra¨ªdo y pusil¨¢nime" por no haber admitido a Ochoa como disc¨ªpulo en su laboratorio de la Residencia de Estudiantes, bajo la sospecha, imposible de demostrar, de que acaso tratara de evitarse complicaciones con Negr¨ªn). Aun as¨ª, y aparte del valor documental que posee la informaci¨®n personal que atesora G¨®mez-Santos, tambi¨¦n se incluyen datos que Santesmases pod¨ªa (y acaso deber¨ªa) haber incluido; como ciertos detalles interesantes sobre la actuaci¨®n de Negr¨ªn en las oposiciones a la c¨¢tedra de Santiago a la que se present¨®, y no gan¨®, Ochoa.
La cuesti¨®n de obtener una imagen despegada de Severo Ochoa, que aparece con especial claridad a prop¨®sito del libro de G¨®mez-Santos, no es trivial, siendo como es capital. Al fin y al cabo, se trata de uno de los pocos h¨¦roes cient¨ªficos de los que puede aspirar a presumir Espa?a. Es complicado situar al h¨¦roe, pretendido o real, al h¨¦roe que acaso se desea tener para, por ejemplo, argumentar que tambi¨¦n nosotros somos capaces de crear ciencia de excelencia, en su justo t¨¦rmino, sin olvidar que todav¨ªa viven, ocupando algunos de ellos puestos importantes, cient¨ªficos que tuvieron que ver con Ochoa y que aunque ni siquiera lo pretendan pueden ejercer, de muy diversas formas, un papel "desestabilizador" en la tarea de la reconstrucci¨®n hist¨®rica de su biograf¨ªa cient¨ªfica y humana.
Ni Mar¨ªa Jes¨²s Santesmases, ni, mucho menos, Marino G¨®mez-Santos consiguen esa lejan¨ªa y desapego intelectuales. Santesmases en detalles como el que ya he citado de Marianne Grunberg-Manago y el Premio Nobel, o al abordar el papel, algo exagerado en mi opini¨®n (reconozco que no todos estar¨¢n de acuerdo conmigo en este punto), que adjudica a Ochoa en el desarrollo de la bioqu¨ªmica y biolog¨ªa molecular en Espa?a. De hecho, G¨®mez-Santos se detiene m¨¢s en un punto, que es particularmente ¨²til a la hora de entender su relaci¨®n con Espa?a, recordando lo que aunque Ochoa repiti¨® una y otra vez muchos parecen no haber querido o¨ªr: que su regreso a Espa?a fue, por su parte, sobre todo una derrota, una derrota como cient¨ªfico activo y en cierto sentido tambi¨¦n como persona cosmopolita: "Cuando se ha vivido en Nueva York, no se puede vivir en otra parte", manifest¨® a G¨®mez-Santos, y ante la pregunta de ¨¦ste de entonces por qu¨¦ hab¨ªa regresado, contest¨®: "Porque estaba viejo. En Estados Unidos se apoya a los j¨®venes; es un pa¨ªs donde la juventud tiene un amplio horizonte. A los viejos se les considera, pero ya no se les presta atenci¨®n, lo cual creo que es razonable. Volvimos por creer que, a los ochenta a?os, ya era tiempo de regresar a donde uno tiene sus ra¨ªces". Si adem¨¢s pensaba que "los espa?oles tenemos poco de qu¨¦ enorgullecernos", puede entenderse perfectamente que sus ¨²ltimos a?os, los que pas¨® en el pa¨ªs que le vio nacer y comenzar a formarse como investigador, estuviesen plenos de dolorosa melancol¨ªa.
Y es que Severo Ochoa fue, por encima de todo, por encima de patrias o afectos personales, un profesional, un cient¨ªfico, una persona a la que nada le import¨® m¨¢s que la ciencia (si acaso, en algunos momentos, su esposa). Naturalmente, no hay nada que reprocharle por ello. Ni tampoco que, cuando se iba a poner en marcha la Universidad Aut¨®noma de Madrid, su actitud inicial no fuese tan generosa como la de otro exiliado cient¨ªfico, el f¨ªsico y amigo suyo Nicol¨¢s Cabrera, que abandon¨® Estados Unidos para dirigir la Divisi¨®n de F¨ªsica del nuevo centro en una decisi¨®n plena de riesgos (por cierto, los documentos, conocidos, sobre este punto, no se citan en estos libros). ?Por qu¨¦ habr¨ªamos de criticarle? Lo que hay es que agradecerle la ciencia que nos dej¨®, y todo aquello que sin duda hizo, y a lo que no estaba obligado, en favor de la ciencia y los cient¨ªficos espa?oles. Pero tampoco hay que construir un h¨¦roe, que no lo fue. No, desde luego, de la talla, cient¨ªfica y humana, de Santiago Ram¨®n y Cajal, a quien se le suele asociar (G¨®mez-Santos lo hace, desde la primera p¨¢gina, en su "A modo de pr¨®logo"). Cajal fue un cient¨ªfico excelso, de esos cuyo recuerdo dif¨ªcilmente se borrar¨¢. Y un gran patriota, a quien le dol¨ªa Espa?a, como no creo le llegase nunca a doler a Ochoa, que admir¨® tanto como el que m¨¢s al hist¨®logo de Petilla de Arag¨®n.
Severo Ochoa. De m¨²sculos a prote¨ªnas. Mar¨ªa Jes¨²s Santesmases. S¨ªntesis/Fundaci¨®n Espa?ola para la Ciencia y Tecnolog¨ªa. Madrid, 2005. 398 p¨¢ginas. 16,50 euros. Severo Ochoa y Espa?a. Marino G¨®mez-Santos. Trotta/Fundaci¨®n Alfonso Mart¨ªn Escudero. Madrid, 2005. 335 p¨¢ginas. 20 euros.
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