El pulso de Turqu¨ªa
Si alg¨²n pa¨ªs se ha ganado a pulso el derecho de iniciar las negociaciones para su ingreso como miembro de pleno derecho en la Uni¨®n Europea, y no como pariente pobre como pretend¨ªan algunos s¨®lo concentrados en mirarse su propio ombligo, ese pa¨ªs no es otro que Turqu¨ªa. Es cierto que le ha costado m¨¢s de 40 a?os, desde que en 1963 firm¨® un acuerdo de asociaci¨®n con la entonces CEE. Pero, lo ha conseguido con el acuerdo, al fin un¨¢nime, del pasado lunes en Luxemburgo, en una reuni¨®n no apta para card¨ªacos, afortunadamente por el Reino Unido, el ¨²nico pa¨ªs con un claro liderazgo no afectado por la par¨¢lisis pol¨ªtica que, por una u otra causa, agarrota a la mayor¨ªa de los pa¨ªses de la UE. La tenacidad brit¨¢nica, el sentido de Estado del primer ministro turco Erdogan y la discreta, pero eficaz, intervenci¨®n de Condoleezza Rice, con Ankara y Viena, lograron que, lo que parec¨ªa en un principio destinado al fracaso, se coronara con ¨¦xito. Si tras los incumplimientos del Pacto de Estabilidad, de la Agenda de Lisboa y el rechazo del proyecto de Constituci¨®n, por citar s¨®lo tres, la UE hubiese renegado de sus dos acuerdos solemnes y, entonces, un¨¢nimes para el inicio de conversaciones con Turqu¨ªa, el prestigio de la Uni¨®n en el mundo, no precisamente en su mejor momento, hubiese quedado bajo m¨ªnimos. Porque, Turqu¨ªa no es el problema de la UE, como ha pretendido defender Austria, por cierto, con m¨¢s ah¨ªnco que su incorporaci¨®n forzosa al III Reich en 1938. Con o sin Turqu¨ªa, los problemas de Los 25 siguen ah¨ª, presentes y acuciantes, en forma de falta de acuerdo sobre los presupuestos, la pol¨ªtica agraria com¨²n, la creaci¨®n de empleo, el puesto de Europa en el mundo, la relaci¨®n transatl¨¢ntica, la disociaci¨®n entre los ciudadanos y Bruselas y tantos otros.
Turqu¨ªa pertenece a Europa y el que lo niegue es que quiere olvidar la historia del Viejo Continente. Y no me remonto al sitio de Viena, precursor de Lepanto, ni a la derrota de las tropas turcas por Eugenio de Baviera 100 a?os despu¨¦s. Hablo de la posici¨®n europea de Turqu¨ªa hasta finales de la II Guerra Mundial en 1918 con capital en Estambul. Y de su influencia en los Balcanes, especialmente en Bosnia y Albania. Y de su posici¨®n estrat¨¦gica, que se extiende desde el Mediterr¨¢neo oriental al Asia central. Y de su lealtad a Occidente, materializada por su presencia en la OTAN desde 1952. Durante los a?os de la guerra fr¨ªa, ?qui¨¦n sino Turqu¨ªa cubr¨ªa el flanco sur-oriental de la Alianza atl¨¢ntica con sus magn¨ªficas fuerzas armadas y aseguraba el total bloqueo de la flota sovi¨¦tica del Mediterr¨¢neo en caso de conflicto? El anclaje de Turqu¨ªa en la UE es una necesidad estrat¨¦gica para Europa y para la estabilidad del polvor¨ªn de Oriente Medio. Negarlo es negar la realidad.
Faltan 10, 15, quiz¨¢s, 20 a?os para que la bandera turca ondee en Bruselas. La negociaci¨®n est¨¢ plagada de minas, reconocimiento de Chipre, profundizaci¨®n de la democracia, etc. Pero, en Luxemburgo ha triunfado la sensatez. Y se ha demostrado que la UE no es un club exclusivo para cristianos, sino que sus puertas pueden abrirse a socios continentales de otras culturas, siempre que acepten los principios de democracia y libertad sobre los que se sustenta la Uni¨®n. Jack Straw lo dec¨ªa el domingo con claridad meridiana. "Cuando Turqu¨ªa proteg¨ªa [eficazmente] el flanco sur de Europa nadie se preguntaba si los turcos eran musulmanes".
Una acotaci¨®n final. Un fracaso en Luxemburgo habr¨ªa conducido inexorablemente a la ca¨ªda de la coalici¨®n islamista moderada que, dirigida por Erdogan, gobierna Turqu¨ªa. Lo que ha conseguido el actual primer ministro -supresi¨®n de la pena de muerte, eliminaci¨®n del equivalente turco de los nefastos tribunales de orden p¨²blico, aceptaci¨®n del kurdo en las escuelas y control del poder militar por el gobierno civil- se ir¨ªa al garete ante el empuje de los partidos nacionalistas de extrema derecha. Lo demuestran las encuestas que reflejan una ca¨ªda de cerca de 30 puntos (del 90% al 63%), en el entusiasmo de la poblaci¨®n hacia la UE. ?A alguien con sentido com¨²n le gustar¨ªa una Turqu¨ªa que conjugase un militarismo nacionalista y un islamismo radical?
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