La flora y cierta fauna
Ahora se habla mucho de crecimiento sostenible, pero hace unas d¨¦cadas se puso en boga una propuesta m¨¢s radical: crecimiento cero. El planeta ten¨ªa ya mala salud, pero no estaba tan desesperadamente enfermo como ahora, cuando hay m¨¢s bocas que mal llenar, menos parajes intactos, menos peces que arrebatarle al mar y m¨¢s emisiones de gases letales. No se contaba con China, que hoy le est¨¢ dando un gran mordisco a los recursos naturales del planeta; y menos con India, a la que m¨¢s de un experto aconsejaba dejar en las manos de Dios, puesto que la intervenci¨®n humana resultar¨ªa in¨²til. El enorme pa¨ªs estaba condenado a la muerte por inanici¨®n.
Crecimiento cero. Sus partidarios pod¨ªan permitirse el lujo de dirigir sus embates no s¨®lo a los problemas m¨¢s graves y apremiantes, sino tambi¨¦n a los menos apremiantes y graves e incluso a los leves. A los que nos parecen casi irrelevantes en comparaci¨®n con los que hoy nos atosigan. As¨ª, hoteles internacionales surg¨ªan en sitios como el Machu Pichu, en profanaci¨®n de la ciudad perdida de los incas. Los diarios brit¨¢nicos anunciaban la venta de las pocas islitas todav¨ªa deshabitadas del Pac¨ªfico. El Himalaya, pisoteadas sus laderas por excursionistas, que no se curaban de dejar su rastro de latas vac¨ªas y dem¨¢s basura. Lujosos hoteles tur¨ªsticos cercanos al Everest requer¨ªan pistas de aterrizaje y sistemas de aprovisionamiento de agua. Una gran amenaza para un fr¨¢gil ecosistema.
Se hab¨ªa perdido el contacto humano con la naturaleza. Alejado de los ritmos de la misma, de sus sonidos, de su mera visi¨®n por el hombre, perd¨ªa una dimensi¨®n esencial de su persona. (Hoy no preguntes los nombres de los ¨¢rboles que, como nostalgia ancestral, salpican el asfalto. A decir verdad, pocos urbanitas conoc¨ªan entonces tales nombres, pero vaya). En los pa¨ªses industrializados, incluso en Estados Unidos, tan extenso, la poblaci¨®n rural estaba bajo m¨ªnimos, pero cogiera usted su autom¨®vil para desplazarse a alg¨²n lugar id¨ªlico y se topar¨ªa con miles que hab¨ªan tenido la misma idea. Y se hab¨ªa perdido el silencio, que no s¨®lo es necesario para la buena salud, sino para la paz del esp¨ªritu. Un desastre, entre otros muchos que no cito, por no quedarme sin espacio. Sin duda alguna, la hueste del crecimiento cero estaba tocada de romanticismo, de a?oranza medieval, cuando todav¨ªa la naturaleza, lejos de ser invadida, invad¨ªa. La mayor parte de la escasa poblaci¨®n era rural y las ciudades eran tales que el campo estaba a tiro de piedra de la plaza mayor. Con todo, hay que reconocer que muchas de las cr¨ªticas lanzadas por los partidarios del crecimiento cero ten¨ªan sentido. No hay m¨¢s que recorrer el litoral mediterr¨¢neo. No hace mucho, un experto dijo algo as¨ª como que Benidorm es una ciudad perfecta. Uno piensa que en la zona costera Valencia-Alicante el crecimiento no deber¨ªa ser cero, sino menos cero. Con el pensamiento uno derruye, para empezar, los miles de chalecitos que cubren las laderas de las hermosas monta?as semiesteparias que le van saliendo al paso. Pero entonces, ?qu¨¦ vamos a comer?, le pregunta al coronel su acongojada esposa. "Mierda", contesta el aludido. Mientras llega esa hora, en nuestra comunidad aut¨®noma, la masificaci¨®n ensucia el mar y envenena los fondos marinos, destruyendo as¨ª las imprescindibles praderas de Posidonia; mientras se vive en un ay pensando en la suerte de nuestros parques naturales o nacionales. ?Llegaremos a octubre sin que la Calderona haya sufrido otro zarpazo de las llamas? Uno no culpa al Govern actual, pues "para coger los cinco hay que empezar por uno", o sea, que los requisitos medioambientales por los que debe regirse un parque vienen de lejos y cargados de una mara?a normativa y competencial que el laberinto de Creta era un juego de ni?os.
En noviembre del pasado a?o, el Constitucional concedi¨® a las autonom¨ªas la gesti¨®n (l¨¦ase el control) de los parques nacionales. "Los magistrados consideran que el actual modelo de congesti¨®n invade competencias auton¨®micas y limitan la funci¨®n del Ministerio del Medio Ambiente a supervisar que la gesti¨®n se adapte a las normas generales". R¨¦quiem por el crecimiento cero, all¨ª donde sus paladines ten¨ªan m¨¢s raz¨®n que todo el santoral, con salvedades ilustres, como las de San Francisco de As¨ªs o el menos conflictivo y m¨¢s inteligente San Benito de Nursia. En cuanto a los ecologistas, hijos evolucionados (no todos) del crecimiento cero, pusieron el grito en el cielo et clamaban discentes: "La sentencia es un golpe mortal". El ministerio de Medio Ambiente constitu¨ªa un freno a las apetencias de r¨¦gulos y caciques regionales, cuya preocupaci¨®n es atraer turistas, no la preservaci¨®n del parque. Dijeron y sostienen los ecologistas que mientras que ellos s¨®lo quieren incrementar la guardia de los espacios protegidos, los consejeros auton¨®micos piden dinero para mejorar los accesos y construir aparcamientos. (Uno va m¨¢s lejos. Visitas controladas a los parques, s¨ª, pero turismo rural, no. Hemos masificado la costa, no queramos masificar ahora el interior. Como est¨¢n las cosas, bien se ve que es una batalla perdida).
El director de Greenpeace pronostica el fin de la Red de Parques Nacionales (EL PA?S, 16-11-04), pues a falta de un modelo com¨²n de gesti¨®n ir¨¢n pareci¨¦ndose cada vez m¨¢s a los parques naturales auton¨®micos y c¨®mo est¨¢n muchos de ellos. Dice L¨®pez de Uralde: "Han primado criterios pol¨ªticos y de competencias, pero la sentencia no se ha hecho pensando en los parques nacionales".
El crecimiento cero fue ut¨®pico pero influy¨® en la noci¨®n de crecimiento sostenible, m¨¢s dirigible, aunque de resultados hasta ahora poco esperanzadores. Y esto es pol¨ªtica. El ejemplo dado en este art¨ªculo muestra la necesidad de conjugar sabia y prudentemente el poder; que no debe ser uno, pero tampoco una suma inconexa. Otro ejemplo: Andaluc¨ªa, digamos, con representaci¨®n en la UE en asuntos que le afecten. ?As¨ª de sencillo? Y si nos afectan indirectamente a los valencianos y aun otros, ?qu¨¦? Mientras tanto, la Pen¨ªnsula arde por los cuatro costados.
Manuel Lloris es doctor en Filosof¨ªa y Letras.
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