?V¨ªsperas republicanas?
Un locutor de la radio p¨²blica espa?ola prescindi¨® el otro d¨ªa por primera vez, que yo sepa, del tratamiento formal que se da a los reyes de Espa?a y aludi¨®, simplemente, a "Juan Carlos y Sof¨ªa".
No es un detalle menor, aunque lo parezca. Las reglas de protocolo y los libros de estilo de las redacciones suelen ser muy estrictos. Cuando naci¨® TV3, por ejemplo, se orden¨® que s¨®lo sus majestades conservasen el t¨ªtulo de don, del que se privaba a todos los dem¨¢s ciudadanos.
Los pa¨ªses "no deben jugar con las cosas de comer", como recordaba el otro d¨ªa Felipe Gonz¨¢lez, porque luego pasa lo que pasa. Por ejemplo, tras las elecciones municipales del 12 de abril de 1931, "Espa?a se acost¨® mon¨¢rquica y se despert¨® republicana", en acertada frase de Juan Bautista Aznar, ¨²ltimo jefe de Gobierno de Alfonso XIII, horas antes de proclamarse la segunda rep¨²blica espa?ola.
No s¨¦ si ahora estamos en v¨ªsperas republicanas, pero obviamente nos hallamos ante un movimiento m¨¢s o menos subterr¨¢neo en ese sentido, propiciado por la eclosi¨®n de los nuevos estatutos de autonom¨ªa y la previsible reforma de la Constituci¨®n. Se trata de una opci¨®n pol¨ªtica leg¨ªtima, sin duda, como record¨® Julio Anguita tras la tr¨¢gica muerte en Irak de su hijo, el periodista Anguita Parrado: "Seguir¨¦ luchando por el advenimiento de la III Rep¨²blica en Espa?a".
Si aquella frase sorprendi¨® en su d¨ªa, por el ins¨®lito contexto en que fue pronunciada, m¨¢s nos hubiese asombrado entonces saber que en menos de dos a?os un partido republicano, ERC, estar¨ªa cogobernando en Catalu?a y suponiendo, adem¨¢s, un apoyo imprescindible para el Gobierno central espa?ol.
Todo esto sucede a pocos meses vista de la celebraci¨®n de los 75 a?os de la proclamaci¨®n de la II Rep¨²blica. Valencia tendr¨¢ un protagonismo decisivo en la efem¨¦ride pues no en vano nuestro cap i casal fue capital de la Espa?a republicana durante casi a?o y medio, desde noviembre de 1937 hasta el final de la guerra civil, en que el gobierno del Estado se asent¨® en el palacio de Benicarl¨®, actual sede de las Cortes auton¨®micas. La llamada Coordinadora del Pa¨ªs Valenci¨¤ per la Rep¨²blica ya hace tiempo que se viene moviendo a fin de conseguir una gran manifestaci¨®n ciudadana en nuestra capital. Veremos.
Hasta ahora, las dos anteriores experiencias republicanas de nuestro pa¨ªs han resultado ef¨ªmeras y con un final traum¨¢tico del que no podemos sentirnos orgullosos. En la actualidad, en cambio, llevamos uno de los periodos m¨¢s largo de estabilidad pol¨ªtica de nuestra historia, acompa?ado de un sostenido desarrollo econ¨®mico y social. En su d¨ªa, cuando visit¨® Espa?a el entonces presidente de Italia Sandro Pertini, socialista y resistente antifascista, ponder¨® el protagonismo de Juan Carlos I en todo este proceso: "Es el monarca m¨¢s parecido a un presidente de Rep¨²blica que conozco", dijo p¨²blicamente, a modo de elogio.
No es poco m¨¦rito el de nuestro rey el de haber conseguido una adhesi¨®n mayoritaria de la poblaci¨®n, como evidencian todas las encuestas en las que, por otra parte, suele quedar muy mal parada la clase pol¨ªtica del pa¨ªs. Lograr el apoyo para la Corona en una naci¨®n sin mon¨¢rquicos tiene su aqu¨¦l. Claro que se trata de una adhesi¨®n personal, refrendada por su decisivo papel en defensa del r¨¦gimen democr¨¢tico cuando la asonada militar del infausto 23-F. Tras aquel acontecimiento, se cuenta que Don Juan Carlos advirti¨® al pr¨ªncipe Felipe: "Yo ya he justificado mi puesto; ahora te toca a ti justificar el tuyo".
No lo tiene f¨¢cil, no, el heredero de la Corona en medio de los virulentos ataques actuales a la unidad del Estado. No se trata s¨®lo de la ascensi¨®n de partidos que, como Esquerra Republicana de Catalunya, llevan ya ese apelativo en su denominaci¨®n. Otros, como el Partido Nacionalista Vasco, justifican sus lazos con el Estado espa?ol en un sedicente pacto bilateral con la Corona, que arrancar¨ªa de los remotos tiempos del Se?or¨ªo de Vizcaya. Para los m¨¢s radicales entre sus miembros, manifestaciones como la que acaba de hacer el rey recordando "la indisoluble unidad de Espa?a" suponen la quiebra de ese pacto y justifican la necesidad de una rep¨²blica que, desde el federalismo, propiciase la independencia de Euskadi.
Todo esto no es para ma?ana por la ma?ana, por supuesto. Tampoco constituye un proceso ineluctable. Pero los datos del problema est¨¢n aqu¨ª para poder efectuar una reflexi¨®n serena y desapasionada antes de que los acontecimientos nos arrollen.
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