Pero ?por qu¨¦?
El proyecto de Estatut catal¨¢n me provoca un profundo sentimiento de decepci¨®n. No me refiero, aunque podr¨ªa hacerlo, al juicio sobre la t¨¦cnica jur¨ªdica del proyecto de texto aprobado: all¨¢ la capacidad de errar de los pol¨ªticos cuando dan a luz -o a turbias brumas- un texto tan disparatado desde el punto de vista de la correcci¨®n jur¨ªdica. No me refiero tampoco a que no deba, o no pueda, negar a un Gobierno o un Parlamento auton¨®micos el derecho a aprobar una propuesta de Estatuto, la que quieran. Como tampoco me refiero al deber, o a la posibilidad, de oponerse al texto aprobado, utilizando para ello el procedimiento legal y dos razones claras y distintas: denunciar la inconstitucionalidad del texto; denunciar la inoportunidad del texto, apelando para ello a la raz¨®n que al legislativo espa?ol le asiste: la de manifestar su opini¨®n contraria, porque se opone al bien com¨²n de la comunidad espa?ola, incluida la catalana. Para nada nos tenemos que sentir atados por imprudentes promesas que el presidente del Gobierno haya hecho, confiando en la racionalidad -o acaso en la buena fe- de l¨ªderes del Gobierno catal¨¢n. Promesas que en ning¨²n caso han podido hacerse en mi nombre.
No se trata tampoco, aunque ya estamos m¨¢s cerca de nuestro tema, de c¨®mo podemos sentirnos afectados por la agresividad que rezuma el proyecto estatutario, agresividad militante, no tanto por la afirmaci¨®n de lo catal¨¢n cuanto por la negaci¨®n de lo espa?ol. Cada uno, cada ciudadano, es al cabo due?o -y deudor- de sus propios sentimientos y responsable de sus propios errores. El proyecto estatutario sostiene a la naci¨®n catalana sobre elementos que pueden aplicarse a los catalanes, pero tambi¨¦n a todos los espa?oles (quede claro que evito usar el t¨¦rmino de "naci¨®n espa?ola"). Son ¨¦stas las im¨¢genes del proyecto estatutario de "tierra de acogida" que, a lo largo del tiempo, se habr¨ªa encontrado con las aportaciones de energ¨ªas de muchas generaciones, de muchas tradiciones y culturas. Pero esa "tierra de acogida" ?est¨¢ definida por los que acogen o tambi¨¦n por los que aportan energ¨ªas, tradiciones y culturas? O, en otra dimensi¨®n, ?somos, desde el proyecto de Estatut, los defensores de la naci¨®n catalana o los ¨²ltimos sostenedores, contra la nacionalidad espa?ola, francesa, occitana, de la realidad nacional con entidad propia de Catalu?a y de "el Aran"?
Hay algo que nos pierde en este decurso de los tiempos, definidor de naciones, que es, sin embargo, lo que nos interesa: aquello a lo que me refiero y que me provoca un profundo sentimiento de decepci¨®n. Y aqu¨ª viene mi reflexi¨®n sobre los socialistas catalanes.
?Por qu¨¦ los socialistas catalanes han promocionado un Estatut en el que asoma el prejuicio del nacionalismo: "Sociedad unida por un com¨²n error sobre sus or¨ªgenes y una com¨²n aversi¨®n a sus vecinos" (J. S. Huxley y A. C. Haddon)? ?Por qu¨¦, despu¨¦s de tener pactada una Constituci¨®n que ha funcionado aceptablemente, intentan reventarla?
Una interpretaci¨®n socialista de la Constituci¨®n -que es un texto pactado entre socialistas y no socialistas, fueran ¨¦stos progresistas, conservadores, nacionalistas espa?oles, catalanes, vascos y otros- podr¨ªa haber templado la exagerada carga ideol¨®gica que ciertos t¨¦rminos hab¨ªan introducido. As¨ª, cuando, trat¨¢ndose de la Constituci¨®n de un Estado compuesto y con problemas de nacionalismos, se introducen t¨¦rminos ideol¨®gicos como son los de "naci¨®n", "nacionalidad" y "regi¨®n", que son entendidos de tan diversa manera por unos y por otros. El art¨ªculo 2? de la Constituci¨®n dice que ¨¦sta "se fundamenta en la indisoluble unidad de la Naci¨®n espa?ola, patria com¨²n e indivisible de todos los espa?oles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonom¨ªa de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas".
Pero, desde algunas "nacionalidades", las ideolog¨ªas nacionalistas niegan la condici¨®n de "naci¨®n" a la "espa?ola, patria com¨²n", y niegan tambi¨¦n la condici¨®n de "nacionalidad" a la propia, patria particular, que ser¨ªa as¨ª algo jer¨¢rquicamente superior, "naci¨®n" y no "nacionalidad". La calificaci¨®n como "nacionalidad" ser¨ªa entonces el reconocimiento que los no nacionalistas har¨ªamos a aquellas comunidades que tienen nacionalistas. Pero ser¨ªa un reconocimiento poco agradecido porque los nacionalistas (y los socialistas catalanes) se niegan a aceptarlo.
El Estatut de Catalu?a entra al trapo de lo que, para los socialistas, deber¨ªa ser un error fundamental. Est¨¢ claro que cualquier tesis pol¨ªtica puede, en democracia, ampliar el campo libre del debate. Pero si la ideolog¨ªa socialista pretende ser coherente, no tendr¨ªa que haber entrado en el tema de la naci¨®n, algo contra lo que ha tenido que librar importantes batallas. En desigual combate hemos sufrido tan importantes derrotas que tendr¨ªamos que haber aprendido.
La Constituci¨®n hab¨ªa inventado la virguer¨ªa de distinguir entre "naci¨®n" y "nacionalidad" (y dejemos por hoy el t¨¦rmino "regi¨®n", en el que se pierden ?Arag¨®n?, ?Navarra?, ?Andaluc¨ªa?). Pero ahora, con el proyecto catal¨¢n, se recupera el concepto unitario de "naci¨®n", atribuido ahora a Catalu?a (aunque su tal¨®n de Aquiles est¨¢ en el Valle de Ar¨¢n, que tiene "realidad nacional con entidad propia"). Algo que no tiene Espa?a, que ser¨¢ simplemente Estado plurinacional, pero no "naci¨®n", ni "nacionalidad", ni tendr¨¢ "realidad nacional con entidad propia". Vamos, que aunque hayamos aportado "energ¨ªas de muchas generaciones, de muchas tradiciones y culturas", los espa?oles (y, en la medida en que quisieran identificarse con ellos, los socialistas catalanes) somos nada menos, pero nada m¨¢s, que ciudadanos de un Estado plurinacional.
?Existen, o no, ingredientes unitarios -lengua, derecho, historia pol¨ªtica y cultural, sentimiento de unidad- como para mantener el t¨¦rmino de "naci¨®n" referido a Espa?a? Mi respuesta es que tan ideol¨®gico es el t¨¦rmino cuando nos referimos a la naci¨®n espa?ola como a la gallega, a la navarra, a la vasca, a la catalana, o a cualquier otra. Pero si de lo que se trata es de si tiene sentido afirmar si Espa?a es algo m¨¢s que un Estado, la respuesta debe ser positiva. Adem¨¢s, si la naci¨®n es lo que los nacionalistas designan como tal, ?cabe aceptar la argumentaci¨®n de que naci¨®n s¨®lo hay una? Porque entonces ?c¨®mo resolvemos el problema de afirmaci¨®n de la comunidad nacional gallega, pa¨ªs en donde una notable mayor¨ªa no es nacionalista? ?O el de la comunidad vasca, dividida en dos partes apreciablemente iguales? Los no nacionalistas ?estar¨ªamos descalificados para pertenecer a una comunidad porque afirmamos las dos?
?Acaso el problema deja de existir cuando nos referimos a Catalu?a? Pues por eso el proyecto de Estatut catal¨¢n me provoca el sentimiento de profunda decepci¨®n que he reconocido al principio. Porque eso significar¨ªa que la idea de Estado, la de naci¨®n, la de nacionalidad, se habr¨ªan modificado por defecci¨®n de los socialistas catalanes.
Jos¨¦ Ram¨®n Recalde fue consejero socialista del Gobierno vasco.
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