Viejas pr¨¢cticas
Ante el deterioro que sufre el edificio del cine Ideal, el S¨ªndico de Agravios ha amonestado al Ayuntamiento de Alicante por su pasividad. Para quienes no conozcan la ciudad, digamos que el Ideal es uno de los escasos edificios de car¨¢cter que restan en Alicante. Desde que, hace alg¨²n tiempo, cesara su actividad como sala cinematogr¨¢fica, el Ideal permanece cerrado. Los planes para su reapertura que la propiedad anunci¨® en diferentes momentos, no se han cumplido por unas u otras razones. El tiempo ha pasado y el Ideal, sin uso, decae d¨ªa a d¨ªa a los ojos de los paseantes.
Pese a su indudable buena intenci¨®n, no creo que la reconvenci¨®n del S¨ªndico de Agravios vaya a tener alg¨²n efecto positivo sobre el edificio. Es m¨¢s, todo indica que el cine Ideal est¨¢ condenado a la desaparici¨®n y que, alg¨²n d¨ªa, m¨¢s o menos pr¨®ximo, lo veremos sustituido por un bloque de lujosas viviendas. Se tratar¨¢, naturalmente, de uno de esos edificios de los que suele afirmarse con orgullo que otorgan verdadera categor¨ªa a una ciudad. De momento, la concejal de Urbanismo se ha llamado a andana ante los requerimientos del S¨ªndico y nada hace pensar que vaya a modificar su postura en el futuro.
Para vaticinar la desaparici¨®n del Ideal basta mirar hacia atr¨¢s y hacer memoria de lo sucedido en Alicante en ocasiones similares. Con ello es suficiente. Todos los casos que recuerdo, y en la ciudad han sido numerosos, acabaron indefectiblemente con la obra en cuesti¨®n por los suelos, sin que sirviera de nada la protecci¨®n oficial que el edificio pudiera tener. No sabr¨ªa decirles de qu¨¦ modo se produjo esto, pero puedo asegurarles que, en todas las ocasiones, se actu¨® de una manera absolutamente legal. Al menos, eso se asegur¨® en la prensa.
Para justificar estos hechos, se ha afirmado que Alicante es una ciudad que carece de tradici¨®n. Es algo con lo que resulta dif¨ªcil estar de acuerdo. Lo que sucede es que entre la tradici¨®n y el dinero, las clases dirigentes de Alicante, es decir, quienes mandan en la ciudad de un modo efectivo, han optado siempre por el dinero. Ha sido el dinero el que ha convertido Alicante en una ciudad sin historia. Pero tal vez est¨¦n cambiando las cosas. En los ¨²ltimos tiempos, quienes hemos crecido con la ciudad, asistimos a un fen¨®meno nuevo que seguimos con atenci¨®n. Por vez primera, la respuesta a estas barbaridades se ha hecho notar de una manera real.
En Alicante, siempre han existido personas a las que molestaba ver c¨®mo se destru¨ªa su ciudad. Pero la protesta de estos ciudadanos rara vez se prolongaba m¨¢s all¨¢ del env¨ªo de una carta a los diarios. De ah¨ª, no pasaba la cosa. Sin embargo, quienes protestan ahora, no se limitan a escribir en los peri¨®dicos, sino que procuran ir m¨¢s all¨¢. Se organizan, se plantan ante las autoridades, se manifiestan y, si lo consideran necesario, no dudan en acudir a los juzgados. Eso quiere decir que los h¨¢bitos democr¨¢ticos han calado en la sociedad y que los alicantinos -o una parte de los alicantinos, si queremos ser m¨¢s precisos- exige sus derechos. Ignoro qu¨¦ resultado tendr¨¢ a la larga este movimiento que los partidos pol¨ªticos se han apresurado a descalificar. De momento, hay una cosa cierta: ya no podemos seguir hablando del menfotisme alicantino. Es un logro considerable.
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