IB 6310, asiento 17C
Aeropuerto Internacional de San Jos¨¦ de Costa Rica. Bullicio en la sala de embarque del vuelo de Iberia para Madrid. Frente a m¨ª un caballero arenga a una joven se?ora.
"Yo soy una persona con poca paciencia, mira, lo siento, yo soy as¨ª..., si me citan a las cinco, yo no tengo por qu¨¦ estar a las cinco y cinco esperando, ?no es cierto? ?Que me citen a las cinco y cinco! y llegar¨¦ a las cinco y cinco, ?entiendes lo que te quiero decir? Yo soy una persona puntual. Siempre lo he sido, desde muy peque?o...
Tiene unos cincuenta a?os, el pelo que a¨²n rodea su calva est¨¢ te?ido de rubio cobre, carnes sueltas, muchas dioptr¨ªas, indumentaria de fot¨®grafo de aventura (chaleco de muchos bolsillos, pantal¨®n de muchas cremalleras, pa?uelo amarillo al cuello, camisa naranja...
El sobrecargo se acerca a mi vecino. Le animo con la mirada: "No s¨¦ qu¨¦ ha hecho, pero seguro que es ¨¦l"
todo planchado con raya).
"... mi tiempo es mi tiempo y la gente no se da cuenta...
yo soy una persona que nunca ha podido aguantar eso de que la gente no se d¨¦ cuenta de las cosas, ?me entiendes?...".
Poco despu¨¦s avanzo por el estrecho pasillo que conduce al estrecho asiento donde pasar¨¦ las pr¨®ximas diez horas. El avi¨®n va lleno. ?Mira! La joven se?ora, liberada y feliz, ya se ha instalado. Avanzo en busca del asiento 17C, una plaza de pasillo junto a otra de ventanilla
... Cierto pasajero inocente, pienso, se dirige sin remedio a sentarse junto al ciudadano del chaleco. Sigamos. 15C, 16C ?Cielos, no! ?Me ha tocado a m¨ª! En el 17C hay dos almohadillas y dos mantas envueltas en pl¨¢stico. Las m¨ªas y las suyas. Mi vecino no levanta la vista, as¨ª que le tiendo su almohadilla y su manta: "Esto debe ser suyo...
". Responde sin mirar: "?No!". Y ah¨ª, plantado en medio del pasillo, con doble raci¨®n de accesorios para dormir y dificultando la circulaci¨®n, intento resolver: "Es su almohadilla y su manta, amigo...". Ahora mira por su ventanilla. No, yo nunca he necesitado esas cosas... Me deshago de esas sus cosas. ?Con qu¨¦ palabra se define un tipo as¨ª? Ya volamos. Por megafon¨ªa avisan con insistencia que un tel¨¦fono m¨®vil sin desconectar est¨¢ causando problemas.
De repente, su pierna derecha arranca a temblar voluntaria y compulsivamente. Me descomprimo por la izquierda a costa de comprimirme por la derecha. Pero su nerviosa pierna invade autom¨¢ticamente el espacio cedido. "Oiga, ?le importar¨ªa temblar con la otra pierna?". Miro la hora. Faltan diez horas menos seis minutos para llegar a Madrid. ?Dios m¨ªo!
Durante la cena se mancha la camisa varias veces y se limpia, otras tantas, con movimientos de brusca desesperaci¨®n. No tiene u?as en los dedos. Se las ha comido todas del todo. La voz megaf¨®nica suplica de nuevo que revisemos nuestros tel¨¦fonos m¨®viles. Acaba la cena y las azafatas cierran las ventanillas para dormir o ver la pel¨ªcula. Mi vecino reabre la suya con un manotazo e inunda la cabina de luz. Le miro fijamente, pero no acusa el golpe. La primera azafata que pasa por all¨ª vuelve a cerrar la ventanilla: "Disculpe, se?or, es hora de dormir". Con otro gesto despectivo enciende su luz personal. Un minuto despu¨¦s duerme roncando de bruces sobre una revista con el cr¨¢neo perfectamente iluminado. Con mucho cuidado le apago la luz. Ahora casi todo el mundo duerme. Por fin.
Sue?o que estoy junto a la boca de un t¨²nel que exhala aire caliente. Alguien golpea mi hombro izquierdo con impaciencia. "Necesito salir, necesito salir...". Me despierto. Me levanto. Me siento. Me vuelvo a dormir. Sue?o que un tren blando descarrila y me pasa por encima. Me despierto. Es mi vecino arrastrando sus nalgas sobre mi regazo para alcanzar su asiento. Me duermo de nuevo. "Necesito salir, necesito salir...". Me levanto. Me duermo. "Necesito salir, necesito salir". Miro el reloj. Sale cada quince minutos. ?Pr¨®stata? "Caballero, le cambio el asiento...". "No gracias, yo soy una persona que necesita sentarse junto a la ventanilla, por eso la he pedido, ?me entiende usted?
...". Me duermo. "Necesito salir... voy a entrar... necesito salir... voy a entrar
...". Sue?o con un hedor a gas metano espantoso. Me despierto. No es un sue?o. Le miro furioso. Esto va a acabar mal. Rebusca en una bolsa de cuero y saca un frasco de colonia. Se aplica la loci¨®n por la cara y por la calva con aut¨¦nticas bofetadas. Insoportable. Me voy a dar una vuelta confiando en la capacidad de difusi¨®n de los gases. Cuando vuelvo est¨¢ profundamente dormido. Se encienden las luces. Vamos a desayunar. S¨®lo duerme mi vecino: ?apoyado en mi almohada y enfundado en mi manta!
De repente se acerca el sobrecargo con paso firme. Comprueba dos o tres veces el asiento de mi vecino y lo mira con labios apretados y ojos en llamas. ?l sigue durmiendo. El sobrecargo me mira como si yo pudiera ayudar a tomar una decisi¨®n. Le animo con la mirada: "No s¨¦ que ha hecho pero seguro que es ¨¦l, despi¨¦rtele...". El durmiente percibe la presencia de la autoridad con los ojos cerrados. Insisto con la mirada: "Se?or sobrecargo, est¨¢ fingiendo
...". El sobrecargo simula marcharse pero se da la vuelta por sorpresa y le pilla con los ojos abiertos. Genial. Casi me pongo a aplaudir. Con voz fuerte y fiero semblante el sobrecargo dice: "Caballero, ha cometido usted dos infracciones grav¨ªsimas. Primera: ha estado fumando en el lavabo y ha apagado las colillas con toallas de papel. Segunda: ha estado utilizando su tel¨¦fono en el lavabo desoyendo nuestros reiterados avisos. Usted ha puesto la seguridad del avi¨®n en serio peligro. El comandante decidir¨¢ si le denuncia a la Guardia Civil". Por primera vez en diez horas el ciudadano del chaleco me dedica una mirada. Curiosamente, es de reproche.
Media hora despu¨¦s lo descubro, indolente, empujando su carrito de maletas hacia la salida. ?Qui¨¦n es ese ser humano? ?El primero del futuro?
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