Memoria y "reciprocidad"
El 28 de octubre de 2005 se cumplieron cinco a?os desde que un grupo de arque¨®logos, m¨¦dicos y antrop¨®logos forenses excavaron una fosa com¨²n en la localidad leonesa de Priaranza del Bierzo. En ella se encontraban los restos de trece civiles republicanos, asesinados por un grupo de falangistas, el 16 de octubre de 1936.
Lo que sucedi¨® en esa excavaci¨®n ha cambiado desde entonces la vida de cientos de familias. Cerca de cuatrocientas han podido encontrar los restos f¨ªsicos de sus seres queridos desaparecidos. Otras han sabido lo que ocurri¨® despu¨¦s de casi siete d¨¦cadas. Y miles han logrado romper un tab¨² que les imped¨ªa hablar de sus familiares, represaliados por la dictadura franquista, con la libertad con la que se tiene que hacer en una democracia.
Esa labor se ha llevado a cabo sin ayuda del Estado, con la de algunos ayuntamientos y sobre todo con el trabajo de decenas de voluntarios que han dedicado su tiempo, su esfuerzo y su dinero y a los que aprovecho para dar desde aqu¨ª mi m¨¢s sincero agradecimiento.
En el art¨ªculo de Patxo Unzueta titulado "El honor de Carrillo" (27.10.05) hay una frase que me ha llevado a escribir estas l¨ªneas. Unzueta dice: "La amnist¨ªa de 1977 fue rec¨ªproca...".
En el a?o 1977 era imposible que hubiera una ley que pudiera tratar igual a republicanos y franquistas, entre otras muchas cosas porque no eran iguales. Durante la dictadura del general Franco fueron fusilados, entre 1939 y 1942, m¨¢s de 40.000 republicanos (Morir, matar, sobrevivir, Juli¨¢n Casanova, Francisco Espinosa y otros). A muchos miles de defensores de la legalidad les fueron incautados sus bienes como consecuencia de la Ley de Responsabilidades Pol¨ªticas de Jefatura del Estado, publicada el 13 de febrero de 1939.
Mientras los hu¨¦rfanos de los republicanos (como lo fue mi padre) necesitaban con diez a?os el permiso de un cura para poder trabajar picando en una carretera, los hu¨¦rfanos de los franquistas ten¨ªan ayudas del Estado para poder estudiar, como se recoge en la orden del Ministerio de Educaci¨®n Nacional del 12 de enero de 1941, cuyo ep¨ªgrafe dice: "Orden por la que se resuelve el concurso de Becas a favor de hu¨¦rfanos de ca¨ªdos en la Cruzada de Liberaci¨®n".
Mientras el pueblo en el que vivi¨® mi abuela, viuda de un rojo, se convirti¨® para ella en algo parecido a un campo de concentraci¨®n donde la vigilaban, atemorizaban y castigaban; los asesinos de mi abuelo tuvieron cuatro d¨¦cadas para tomarse el bot¨ªn de guerra. Incluso en los a?os cincuenta, cuando las autoridades de la dictadura compraron las primeras vacunas contra la poliomielitis, era mucho mejor ser adepto al r¨¦gimen para poder vacunar a un hijo. Y eso lo pueden testificar cientos de afectados por la enfermedad, que eran hijos y hu¨¦rfanos de los que perdieron la guerra.
A eso hay que a?adirle que para la aprobaci¨®n de la Ley de Amnist¨ªa nadie consult¨® a las familias de los miles de desaparecidos que todav¨ªa hoy se encuentran enterrados en cunetas. O que tras la muerte del dictador se quemaron innumerables documentos relacionados con la represi¨®n franquista. Y que con lo que ha llovido no podemos tener la c¨¢ndida visi¨®n de que tuvimos la mejor de las transiciones posibles.
Por eso, desde el presente, debemos responsabilizarnos de ese pasado. La Comisi¨®n para las V¨ªctimas creada por el Gobierno est¨¢ trabajando en t¨¦rminos de reciprocidad y deber¨ªa hacerlo en t¨¦rminos de justicia hist¨®rica. Esta democracia no ser¨¢ suficientemente madura hasta que trate con justicia a los hombres y mujeres que escribieron el c¨®digo gen¨¦tico de nuestra democracia cuando construyeron la II Rep¨²blica.- Emilio Silva Barrera. Torrelodones, Madrid.
Quisiera manifestar mi apoyo al columnista Patxo Unzueta y mi profundo desagrado ante la r¨¦plica que le dedica Santiago Carrillo. A estas alturas resulta indignante que el antiguo protegido de la URSS, una dictadura totalitaria en los ant¨ªpodas de nuestra democracia, trate de sacudirse su responsabilidad en las masacres de Paracuellos (a las que denomina "ejecuciones", no s¨¦ si traicio
nado por el subconsciente). Niega su participaci¨®n, sobradamente probada por fuentes de solvencia hist¨®rica, se?alando un infundio del "coro de voces falangistas". Respeto y reconozco la aportaci¨®n de Carrillo a la transici¨®n democr¨¢tica, tanto como me repugna su actuaci¨®n en la guerra. Si, como apuntan ahora algunos sectores revisionistas, la reforma pol¨ªtica se hizo mediante un pacto de olvido entre los herederos de uno y otro bando b¨¦lico, no lo es menos que la sociedad espa?ola ech¨® tierra sobre las responsabilidades pasadas del se?or Carrillo. Si ¨¦ste no quiso asumir p¨²blicamente en su momento culpas pasadas, no debiera haber aceptado homenaje ninguno. Pida perd¨®n, se?or Carrillo, o regrese a su casa y no vuelva a abrir la boca. De hacer lo primero, tendr¨¢ un reconocimiento verdaderamente justo. De hacer lo segundo, nadie le volver¨¢ a echar nada en cara.- ?lvaro de Diego Gonz¨¢lez.
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