El Roto: una gloria ven¨¦rea
OFICIALMENTE EL ROTO es la quintaesencia del pueblo chileno, algo as¨ª como el chulo madrile?o, el pelao mexicano, o el titi parisino. Una mezcla siempre explosiva de coraje e ingenio, que es incesantemente celebrado y homenajeado por las autoridades. As¨ª el roto, heroico soldado de todas las guerras chilenas, tiene su estatua y su d¨ªa de festividades.
Pero "roto" es tambi¨¦n un adjetivo altamente descalificativo, una forma sint¨¦tica de clasificar a una persona en el ¨²ltimo escal¨®n de cualquier escala social.
Joaqu¨ªn Edwards Bello, escritor, columnista y jugador empedernido, pensaba que no hab¨ªa mejor manera de entender el sentido de las mareas y las olas que desde el fondo mismo del oc¨¦ano, ah¨ª donde la luz del sol y la tibieza del mar no pueden distraernos. As¨ª, este dandi del Tercer Mundo instal¨® los personajes de su novela m¨¢s importante en un prost¨ªbulo llamado La Gloria, un lugar de mala muerte en que el sexo y el asesinato se confunden en una misma tibia penumbra.
El Roto, publicada por primera vez en 1920 y corregida incesantemente por el autor hasta su muerte, no disimula en ning¨²n momento su car¨¢cter program¨¢tico y did¨¢ctico, propio de un digno heredero de ?mile Zola.
As¨ª, como buena novela naturalista, la trama de El Roto est¨¢ llena de fatalismos y determinismos sociales, sazonados de toda suerte de digresiones pol¨ªticas, urban¨ªsticas, musicales y morales.
En un tono que nunca sale del esperpento (con momentos de ebriedad rabelaisiana), Edwards Bello nos cuenta las desventuras del ni?o Esmeraldo, hijo de una pianista de prost¨ªbulo que, s¨®lo para ganar la admiraci¨®n de sus compa?eros de juego, se confiesa culpable de un asesinato que no cometi¨®.
El mon¨®tono desfile de horrores es interrumpido por la figura de un periodista que intenta salvar al ni?o de su propia degradaci¨®n. ?ste, confusamente, termina por matar a su redentor.
El naturalismo es, ya se sabe, un dogma est¨¦tico destinado una y otra vez al fracaso, aunque sus fracasos pueden ser a veces tanto o m¨¢s bellos que los logros de la literatura fant¨¢stica. Quiz¨¢ porque los sue?os de los hombres son mucho m¨¢s banales que sus vidas. El Roto es otro caso del grandioso fracaso naturalista que a partir de olvidables principios est¨¦ticos y misiones morales deja tras de s¨ª una novela inolvidable. En ella, Edwards Bello censura la sensualidad, la violencia, la amoralidad de sus personajes, dejando que su prosa se vuelva no pocas veces sensual, violenta y amoral.
La novela devela la profunda ambig¨¹edad con que Edwards Bello enfrentaba el tema de la miseria. Culto y arist¨®crata, bisnieto del muy civilizado Andr¨¦s Bello, Edwards Bello quiere ser el redentor del prost¨ªbulo, el civilizador de un pa¨ªs can¨ªbal y ca¨®tico. Pero ese prost¨ªbulo y esa miseria no le son tan ajenos a Edwards Bello como quisiera creer. En un lugar parecido a La Gloria el arist¨®crata arruinado pas¨® meses de su vida arrancando de las deudas y de las v¨ªctimas de su pluma.
Los rotos de la novela, marginales incluso para los obreros, despreciados por los proletarios, se encuentran con este otro desheredado de su clase, con este otro despreciado, por este otro paria que era Edwards Bello. De este encuentro nacen las chispas de una s¨²bita comprensi¨®n. Una comprensi¨®n que le hace llegar a la arriesgada conclusi¨®n de que este prost¨ªbulo alejado de la mano de Dios, lejos de cualquier piedad o salubridad, es lo mejor y lo m¨¢s puro de la sociedad chilena. Una complicidad que llevar¨¢ a Edwards Bello a despreciar a su clase, casarse con una camarera, y a abandonar toda ambici¨®n de hacer literatura solemne y seria para matarse muy cerca de la estatua del Roto chileno.
Esa manera de admirar y detestar la marginalidad de Edwards Bello est¨¢ en el centro mismo de la literatura chilena. Manuel Rojas y sus ladrones de baja estofa, Carlos Droguett y sus deformes marginales, Jos¨¦ Donoso y sus caserones oscuros llenos de hermafroditas o las voces de Pedro Lemebel y Diamela Eltit, para bien y para mal en las letras chilenas, a partir de Edwards Bello, para el escritor chileno, la gloria siempre ser¨¢ ven¨¦rea.
Rafael Gumucio (Santiago de Chile, 1970) es autor de las novelas Memorias prematuras y Comedia nupcial.
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