Observaci¨®n de la guerra
Algunas obras p¨®stumas, si su jerarqu¨ªa art¨ªstica no admite dudas, demandan una recepci¨®n m¨¢s delicada y generosa. No una mayor benevolencia cr¨ªtica, sino un proceder semejante a la reparaci¨®n de un agravio. Sobre todo si la obra qued¨® inconclusa a causa de una ley de infame redacci¨®n, cuya aplicaci¨®n supon¨ªa para los jud¨ªos la deportaci¨®n y la muerte. Hija de una rica familia de jud¨ªos asimilados, Ir¨¨ne N¨¦mirovsky (Kiev, 1903-Auschwitz, 1942) huy¨® con sus padres de Rusia tras la revoluci¨®n; se estableci¨® en Par¨ªs y en Francia adquiri¨®, a partir de 1929, un enorme prestigio de escritora con su narraci¨®n David Golder (Grijalbo, 1987), que fue llevada al cine, y al a?o siguiente con El baile (Aleph, 1994). Convertida al cristianismo, nunca se le concedi¨® la ciudadan¨ªa francesa; en 1942 fue detenida y conducida a Auschwitz. En un cuaderno de notas hab¨ªa escrito: "?Dios m¨ªo! ?Qu¨¦ me hace este pa¨ªs? Ya que me rechaza, consider¨¦moslo fr¨ªamente, observ¨¦moslo mientras pierde el honor y la vida". Ese proyecto de inspecci¨®n se concret¨® en una ambiciosa obra, esta Suite francesa que sus hijas, de ocho y trece a?os, al final de la guerra, lograron preservar en una maleta mientras se escond¨ªan de los gendarmes, que tambi¨¦n hab¨ªan detenido a su padre y sufri¨® igual destino que su mujer.
SUITE FRANCESA
Ir¨¨ne N¨¦mirovsky
Traducci¨®n de Jos¨¦ Antonio Soriano
Salamandra. Barcelona, 2005
436 p¨¢ginas. 20 euros
Suite francesa viene, pues, nimbada de impronta tr¨¢gica y as¨ª es probable que su sensacional recuperaci¨®n, al cabo de tantos a?os, parezca m¨¢s categ¨®rica, por su sugerencia sentimental, que la calidad de la propia novela. Sin embargo, la magnitud de las partes concluidas que nos han llegado, arrancadas de un vasto proyecto en la l¨ªnea de Guerra y paz, y el aliento panor¨¢mico, que rebasa la narraci¨®n, poseen tan admirable intensidad que, aunque es forzoso deplorar su mutilaci¨®n de lo que hubiera sido la creaci¨®n ideada por Ir¨¨ne N¨¦mirovsky, el texto se nos aparece, no obstante, con perfecci¨®n suficiente y a esa culminaci¨®n debemos atenernos.
La novela se escribi¨® al pie de los acontecimientos, mientras se produc¨ªan, y anticipan algunos aspectos del horror desatado por la guerra, como la brutalidad de los j¨®venes franceses con sus maestros, que no ser¨ªan de p¨²blico conocimiento hasta muy avanzado el siglo. Dividida en dos partes, aunque Ir¨¨ne N¨¦mirovsky concibi¨® cinco para un volumen de m¨¢s de mil p¨¢ginas, la primera narra, a trav¨¦s de un mosaico de personajes de distinta clase social, la derrota de Francia ante Alemania y el ca¨®tico ¨¦xodo de los parisienses por las carreteras, bajo las bombas, en busca de una zona de refugio; la segunda se centra en la permanencia de las tropas alemanas en Bussy, un peque?o pueblo que se convierte en microcosmos de la crispada convivencia entre alemanes y franceses. La autora evita, en todo momento, caer en la cr¨®nica, y dota a su narraci¨®n de un ritmo cinematogr¨¢fico que salta de un personaje a otro, enfoc¨¢ndoles en una red de fatalidad tejida por la convulsi¨®n de la ¨¦poca que les ha tocado vivir. No le interesa reflejar los grandes hechos hist¨®ricos. Escribe en sus notas que "s¨®lo hay que rozarlos, mientras se profundiza en la vida cotidiana y afectiva y, sobre todo, en la comedia que eso ofrece".
Comedia, en efecto, en el sentido de Dante y Balzac. N¨¦mirovsky registra con portentosa serenidad, sin consentirse ninguna flaqueza sentimental, la perturbaci¨®n de hombres y mujeres zarandeados por la guerra: la angustia que se vuelve mezquindad, la exaltaci¨®n in¨²til, la vileza de la fama, el atolondramiento, la hostilidad, el hambre, las cobard¨ªas; y al lado, en menor medida, la abnegaci¨®n, los brotes de ternura, el amparo de la dignidad. Arist¨®cratas, burgueses, apoderados de banco, coleccionistas de arte, prostitutas de lujo, obreros, escritores de ¨¦xito, campesinos, a todos alcanza la guerra, y la autora registra su comportamiento, que expone con una mirada ausente de juicio, pero tambi¨¦n a modo de advertencia, confiando en que esa tormenta de acero sea un par¨¦ntesis, una atroz pesadilla menos duradera, por fortuna, que la vida de los hombres. N¨¦mirovsky compuso su novela para que pueda "interesar a la gente de 1952 o 2052". No se equivoc¨®. Laboriosa y l¨²cida, fund¨® su esperanza en un tiempo de paz que ella no llegar¨ªa a conocer: "La suerte es que, por lo general, el tiempo que nos ha sido concedido es m¨¢s largo que el concedido a la crisis".
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