Ciudades en tres planos
En lo primero en que se piensa en una circunstancia como ¨¦sta, es decir, ante una exposici¨®n destinada a presentar el contenido de una donaci¨®n de un artista a un museo, es en su magnitud, en los aspectos cuantitativos que medir¨ªan el grado de su generosidad o de implicaci¨®n y de confianza en el proyecto de la instituci¨®n a la que enriquece. En el caso de Miquel Navarro, en efecto, ese grado se ha demostrado alt¨ªsimo: nada menos que 512 obras de entre 1962 y 2004, que se a?aden ahora a las cerca de 30 suyas que ya pose¨ªa el IVAM. La colecci¨®n incluye en estos momentos (con el pacto de ir a?adiendo nuevas piezas en el futuro, para as¨ª cubrir la totalidad de una trayectoria) tres ciudades, casi 100 esculturas, decenas de pinturas y acuarelas, m¨¢s de 300 dibujos, cuadernos de trabajo, y hasta fotograf¨ªas.
MIQUEL NAVARRO EN LAS COLECCIONES DEL IVAM
Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM)
Guillem de Castro, 118. Valencia
Hasta el 26 de febrero de 2006
Por otro lado, su propio car¨¢cter nos permite asumir un punto de vista retrospectivo y constatar la enorme coherencia con que Miquel Navarro se ha venido empleando a lo largo de estas ¨²ltimas cuatro d¨¦cadas. Un itinerario iniciado en el ¨¢mbito de la pintura, proseguido en la escultura a partir de 1972 y desarrollado en una direcci¨®n m¨¢s expansiva que lineal, como una sucesiva serie de conquistas de una mayor libertad, hasta llegar a la edad de 60 a?os, como ha dicho Francisco Calvo Serraller, "a la saz¨®n". Ahora confiesa incluso que le gustar¨ªa dise?ar un rascacielos. Si lo hace el escultor Calatrava, se dir¨ªa, ?por qu¨¦ no habr¨ªa de hacerlo ¨¦l?
En la muestra se re¨²ne una
selecci¨®n de m¨¢s de trescientas obras en las que se hace justicia a sus inicios (unas intensas pinturas de paisajes con volcanes o maremotos, im¨¢genes urbanas, alg¨²n retrato) y se reconocen temas y motivos recurrentes. Como el del cuerpo, por ejemplo, como lugar del deseo y fundamento de toda experiencia o conocimiento. O el de la ciudad, entendida como met¨¢fora del orden y del caos que componen la existencia humana. O el de las complejas relaciones entre lo org¨¢nico y lo fragmentario, entre lo natural y lo construido.
En general, Miquel Navarro trabaja como en tres planos o dimensiones m¨¢s o menos interpenetradas o superpuestas. Hay, sin duda, una dimensi¨®n que calificar¨¦ de po¨¦tica, presente en el car¨¢cter evocativo de sus im¨¢genes y sus materiales (desde el hierro industrial a las artesanales terracotas), llenos de referencias a la experiencia pret¨¦rita y, por tanto, a la memoria de una vida (la casa, la infancia, los escenarios del despertar de la conciencia, la fascinaci¨®n por la luna...). Hay tambi¨¦n un plano figurativo en donde se enclava no s¨®lo la representaci¨®n del mundo exterior, sino el cuerpo mismo definido por sus poderes y carencias, incluyendo las pasiones y el deseo, sus armas (ese falo de exhibici¨®n reiterada) y sus miembros, todo ello aproximado a formas que pueden ser arquitect¨®nicas (chimeneas, torres) o animalescas (sobre todo insectiformes, algo evidente en sus esculturas p¨²blicas).
Y finalmente se distingue en la trayectoria del artista una dimensi¨®n abiertamente constructiva, manifiesta en la resoluci¨®n geom¨¦trica de sus figuras, y, desde luego, en la serie de sus ciudades. En la ¨²ltima de ellas, Fluido en la urbe, esos tres planos confluyen de una manera particularmente afortunada. El escenario urbano aparece aqu¨ª tensamente animado por el flujo inveros¨ªmil de una multitud de elementos diminutos (como autom¨®viles) tratando de moverse en el falso orden de una inmensa avenida entre desaforados edificios. El sabio juego con la escala produce un violento quiasmo interno en la obra, a la vez que introduce en ella al cuerpo humano, el del espectador como vig¨ªa de la ciudad entera, hasta que ¨¦sta se pierde como en la materia org¨¢nica que invoca lo no construido o, si se quiere, los or¨ªgenes.
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