Hablando de Coromines
La Fundaci¨® Caixa de Catalunya tuvo la buena idea de reunir en un acto de homenaje a cuatro personas que entrevistaron al fil¨®logo Joan Coromines (1905-1997). El encuentro forma parte de la celebraci¨®n de uno de esos centenarios que sirven para expiar decenios de olvido. En el auditorio subterr¨¢neo del edificio de La Pedrera, Baltasar Porcel, Pere Ti¨®, Josep Maria Espin¨¤s y Joan Francesc Mira hablaron de Coromines ante la atenta mirada de Max Cahner, entre otros. Cahner es quien m¨¢s sabe del fil¨®logo, pero se mantuvo en un silencio casi total, que quiz¨¢ anuncie futuras confesiones, sobre las cuales tampoco dijo nada, probablemente para seguir alimentando su merecida fama de tipo misterioso y t¨ªmido. El marco de un s¨®tano gaudiniano, salvado de la tentaci¨®n especulativa gracias a la arrauxada iniciativa de una caja de ahorros en tiempos de Serra Ramoneda, resultaba especialmente adecuado. El ahorro, la rauxa, Gaud¨ª y lo subterr¨¢neo son elementos fundamentales de una identidad que pasa forzosamente por Joan Coromines, un cient¨ªfico al que la leyenda atribuye una prodigiosa capacidad de sacrificio y una memoria superior a la de cualquier ordenador.
Para Coromines, la lengua era un mueble monumento con un potencial metaf¨®rico superior al de cualquier escudo nacional
Antes de los parlamentos se proyectaron im¨¢genes de la entrevista que Espin¨¤s le hizo a Coromines para el programa Stromboli. El fil¨®logo hace gala de un sentido del humor astuto y de una voluntad de parecer modesto, no porque lo sea, sino porque es consciente de que es mejor domesticar la vanidad con dudas y expresiones coloquiales que dejarse arrastrar por la exaltaci¨®n eg¨®latra. Fue un tipo excepcional, y as¨ª lo demostr¨® diciendo, por ejemplo: "Vaig comen?ar a engrescar-me amb Eiximenis", o recordando que, como le dijo el profesor Jordi Rubi¨®, su cerebro era fuerte en el sentido combinatorio y no en el sentido intuitivo. No fue, descubrimos, una entrevista normal. Son las ¨²nicas im¨¢genes televisivas que existen de Coromines, una mezcla de Fassman y Josep Pla en cuanto a recursos expresivos. Espin¨¤s consigui¨® convencerle de comer juntos y, en su restaurante habitual, coloc¨® un par de c¨¢maras camufladas detr¨¢s de unas plantas y grab¨® una conversaci¨®n que, pasados los a?os, ha multiplicado su dimensi¨®n simb¨®lica y emotiva. "Tit¨¢nico" y "monumental" son dos de los adjetivos que m¨¢s se suelen utilizar para describir el trabajo de Coromines: recopilar los nombres de cosas, lugares y personas de una comunidad ling¨¹¨ªstica de casi 10 millones de habitantes y ordenarlas en unos diccionarios que tienen, adem¨¢s de rigor metodol¨®gico y car¨¢cter vinculante, una ciclot¨ªmica voluntad de dietario. El periodista Pere Ti¨®, hijo del m¨¦dico personal de Coromines, tuvo la oportunidad de entrevistarle varias veces y record¨® las virtudes que el fil¨®logo destacaba de s¨ª mismo: "Intuici¨®n, entusiasmo y sacrificio". Joan Francesc Mira rememor¨® una larga conversaci¨®n con Coromines y subray¨® la persistencia como su mayor virtud. Espin¨¤s termin¨® su breve intervenci¨®n con una referencia etimol¨®gica y record¨® que el mismo diccionario explica que coromina significa "camp f¨¨rtil adjacent a un mas", una imagen que contiene la esencia de lo que deber¨ªan ser los paisajes m¨¢s civilizados. Porcel confes¨® haberse emocionado con la visi¨®n de las im¨¢genes y, sutilmente, desarroll¨® un discurso fascinante que empez¨® siendo elogioso con Coromines y que acab¨® en ese territorio mezquino de las miserias, cotilleos y secreciones del gremio. "La lengua es la morada del alma", dijo Porcel citando a Heidegger. Para Coromines, en cambio, la lengua era la calaixera del alma de un pa¨ªs poliforme, un mueble monumento con un potencial metaf¨®rico superior al de cualquier escudo nacional.
Fue un encuentro interesante en el que se practic¨® el arte de la an¨¦cdota. La manera de contarlas era el espejo de diferentes estilos: la contenci¨®n respetuosa, la fidelidad al detalle, la distorsi¨®n sentimental o el subid¨®n vanidoso, todo sirvi¨® para esbozar el retrato de una figura con m¨¢s antepasados que descendientes. Al final, Espin¨¤s mostr¨® su sorpresa por las sensaciones que le hab¨ªa producido volver a ver las im¨¢genes de la entrevista. "Acabo de darme cuenta de que Coromines y Pla compart¨ªan una presentaci¨®n teatral muy parecida de sus respectivos personajes". Esta simpat¨ªa entre el escritor y el ling¨¹ista se reflej¨® en sus obras y est¨¢ condensada en su correspondencia (Epistolari Joan Coromines & Josep Pla, Edicions Destino, 2001). All¨ª se reproduce el discurso que hizo Coromines en el momento de recibir la medalla de oro de la Generalitat, en abril de 1980. Con vehemencia y valent¨ªa, Coromines pidi¨® que el Gobierno reconociera el trabajo de Pla: "No deixeu que el grand¨ªssim creador Josep Pla desaparegui sense tributar a un dels dos o tres escriptors m¨¦s grans que encara viuen el deute que mai no li hem pagat". En otro pasaje de este peque?o libro, Pla le pregunta si la lengua catalana sube, baja o se mantiene, y Coromines, con el optimismo de la gente que se levanta temprano porque sabe que le quedan muchas cosas por hacer, responde: "La nostra llengua es mant¨¦ i ¨¤dhuc contraataca".
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