Una inspirada parodia
En ocasiones, el t¨ªtulo de una pel¨ªcula se erige en el peor enemigo de su identidad. Es el caso: olvide el lector el tonto remedo de Chitty, Chitty, Bang, Bang (el t¨ªtulo original de la novela que le sirve de base es much¨ªsimo m¨¢s sugerente, aunque un tanto largo: Los cad¨¢veres est¨¢n donde uno los encuentra), y c¨¦ntrese en que est¨¢ frente a una parodia inteligente, inspirada y muy graciosa de los filmes de detectives al uso. Una parodia, por cierto, amoldada a los aires contempor¨¢neos: aqu¨ª, el motor de la intriga no es un incorruptible private eye, sino un patoso ladronzuelo de tres al cuarto confundido con un actor de futuro prometedor (Robert Downey Jr., espl¨¦ndido), mientras su maestro en el arte de la deducci¨®n es un rocoso, encallecido y m¨¢s bien chaquetero detective homosexual (el imposible armatoste llamado Val Kilmer).
KISS, KISS, BANG, BANG
Direcci¨®n: Shane Black. Int¨¦rpretes: Robert Downey Jr., Val Kilmer, Michelle Monaghan, Corbin Bernsen, Dash Mihok. G¨¦nero: comedia criminal, EE UU, 2005. Duraci¨®n: 103 minutos.
La trama gira en torno a un cad¨¢ver, o m¨¢s bien un asesinato, o m¨¢s bien m¨¢s de un cad¨¢ver, o tal vez mucho m¨¢s de un asesinato. El muerto es una muerta, pero tal vez haya m¨¢s de una: en el fondo, nada de lo que vemos es lo que dice ser; de ah¨ª el portentoso galimat¨ªas que propone el t¨ªtulo original de la novela. Porque al fin y al cabo, de lo que la pel¨ªcula trata es de cad¨¢veres que, como en El barril de amontillado, tienen la potestad de resultar ubicuos, no est¨¢n cuando se les va a buscar y aparecen donde m¨¢s inoportunos resultan.
Shane Black, guionista de ¨¦xito aunque con tendencia al exceso (le conoce el lector porque es el padre, ay, de la saga Arma letal), ordena los materiales de la intriga con suficiente habilidad como para esconder que se trata de un director primerizo. Lo hace gracias a los actores (menos Kilmer, qued¨® dicho), pero tambi¨¦n gracias a un ritmo envolvente y de constante progresi¨®n hacia delante, lo que convierte al filme en una suerte de descomunal monta?a rusa de seguimiento apasionado. Cierto, no todo son parabienes, y en ocasiones a nuestro hombre se le va la mano con la patosidad de su protagonista. Pero cuando esto ocurre, y pasa m¨¢s de una vez, ah¨ª est¨¢ Downey Jr. para sacarlo del atolladero con su saber estar, su fr¨ªa, distanciada elegancia, su peculiar sentido autopar¨®dico. Es una de disfrutar sin empachos, con la sonrisa f¨¢cil, aunque la exageraci¨®n siempre aparece a punto de hacer naufragar el invento. Pero a la postre, proporciona una larga hora y pico de entretenimiento inteligente... lo que no es poco.
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