De Col¨®n a Maradona
Una vez m¨¢s, el 12 de octubre volvi¨® a ser ocasi¨®n propicia para que el ideologismo populista exhibiera su permanente estado de adolescencia, su inmadurez para entender nuestra propia historia, su desconocimiento de lo que realmente es la Am¨¦rica Latina y su cultura, hija de un largo mestizaje iniciado entonces. Asumiendo el peso de un complejo de pecado original que parece ser abrumador, el prejuicio hist¨®rico se lanza a la b¨²squeda de un chivo expiatorio en el que podamos descargar todas las frustraciones acumuladas en casi dos siglos de existencia independiente. As¨ª retornamos al socorrido t¨®pico de que "nada hay para festejar el 12 de octubre", como dijo el presidente Ch¨¢vez, o que all¨ª comenz¨® un genocidio, como escribi¨® la agencia period¨ªstica TELAM, oficial del Estado argentino.
La cuesti¨®n es particularmente grave porque no han faltado a la cita de la irracionalidad hist¨®rica las instituciones oficiales. O sea que no estamos s¨®lo ante las voces aisladas que desde hace algunos a?os (y muy especialmente desde la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, que dej¨® sin discurso a muchos intelectuales hoy refugiados en este indigenismo) intentan exorcizar la pobreza del continente y su inestabilidad pol¨ªtica en la perversidad del presunto genocidio.
Una vez m¨¢s, hay que recordar que aquel siglo XV viv¨ªa la eclosi¨®n de una expansi¨®n capitalista demandante de nuevos espacios comerciales y de los descubrimientos cient¨ªficos-tecnol¨®gicos del Renacimiento. Como natural consecuencia, las potencias europeas de la ¨¦poca sal¨ªan a descubrir y conquistar el mundo. O sea que el choque era inevitable: llegaban los espa?oles, o los portugueses, o los genoveses, o los holandeses, o los ingleses, pero alguien se topaba con el Nuevo Mundo como inevitable resultancia de esa, la primera globalizaci¨®n.
El hecho es que lleg¨® Espa?a y lo hizo en nombre de poderosas motivaciones, que se conjugaban y se fueron superponiendo: b¨²squeda de nuevas rutas comerciales hacia el Oriente, ambici¨®n de conquistas territoriales, descubrimiento de metales y de especies, evangelizaci¨®n de pueblos ajenos a la fe cristiana...
Ocurrido el hecho, sobreviene una tragedia: la Europa inmunizada despu¨¦s de la terrible peste que la hab¨ªa diezmado entre 1360 y 1460, a causa del contagio proveniente del Oriente, toma contacto con una poblaci¨®n milenariamente aislada y se produce lo que se ha llamado el "shock biol¨®gico" o la "unificaci¨®n microbiana": la gripe, la viruela, la disenter¨ªa, el tifus, acaban con las tres cuartas partes de la poblaci¨®n originaria. Hoy, el fen¨®meno es observado con claridad por todos. En aquel momento, en cambio, ni los espa?oles lo comprend¨ªan y los anatemas de los sermones de Montesinos o Bartolom¨¦ de las Casas revelaban ese desconocimiento, del que naci¨® otra tragedia: ir a buscar esclavos negros al ?frica para aplicarlos al trabajo. Porque esa es la elemental l¨®gica que el populismo indigenista no termina de entender: los primeros interesados en que los ind¨ªgenas no murieran eran los explotadores comerciales, que es obvio que prefer¨ªan preservar su mano de obra y no destruirla.
Aquel "descubrimiento" rec¨ªproco, aquel "choque", aquel "encuentro" fue el mismo que se halla en la historia de todos los pueblos, hijos de invasiones y aculturaciones, de violencias y sincretismos. La misma Espa?a que arribaba, ?no hab¨ªa visto irrumpir a los celtas y sojuzgar a los viejos pueblos ib¨¦ricos? ?Y los celtas a su vez no se vieron llevados por delante por los fenicios y los romanos? ?Y todos estos, luego, por los ¨¢rabes, que predominaron casi ocho siglos y reci¨¦n acababan de irse? Esos espa?oles que llegaban en las carabelas ni siquiera hablaban la misma lengua entre una mariner¨ªa de variados or¨ªgenes, que mezclaban el presumible cocoliche italo-portugu¨¦s del Gran Almirante con el vascuence de los vizca¨ªnos, o el gallego, o el castellano... Y la Espa?a de hoy es hija de todo eso y no repudia a Roma, ni a los celtas ni a¨²n a Al Andalus, porque de una cultura amasada con todas esas influencias asom¨® su nuevo ser nacional, configurado, a partir de la unificaci¨®n de los diversos reinos, a lo largo de los mismos 500 a?os que Latinoam¨¦rica. Esta es, a su vez, el producto mestizo -ilimitadamente rico- de esa mezcla de los espa?oles y portugueses con el mundo ind¨ªgena, el animismo africano y las oleadas posteriores de inmigrantes que llegados de Espa?a, Italia, Francia, Alemania o el Medio Oriente, hicieron de nosotros lo que somos.
Este complejo de origen, que genera con Espa?a tantas ambivalencias, se proyecta tambi¨¦n con mucha frecuencia a la relaci¨®n con los EE UU, a quien se vive pidiendo ayuda al tiempo que se le vitupera. No hay duda que hoy la posici¨®n norteamericana y del propio presidente Bush es muy d¨¦bil en el mundo en general y en Latinoam¨¦rica en particular. El error tr¨¢gico de la invasi¨®n a Irak ha merecido rechazo un¨¢nime (con la solitaria excepci¨®n de Colombia). Era de esperar, entonces, que la cumbre americana a realizarse en Mar del Plata sirviera de escenario para manifestaciones "antiyankis", que dentro de lo racional ten¨ªan su fundamento. Por cierto se vivi¨® otra cosa. Los activistas destrozaron Mar del Plata, una tradicional ciudad balnearia. Una "contracumbre" a estadio lleno mostr¨® al presidente Ch¨¢vez, al l¨ªder boliviano cocalero Evo Morales y al nuevo ide¨®logo Diego Armando Maradona, brincar con entusiasmo, al un¨ªsono de las palmas, en otra exhibici¨®n de end¨¦mica adolescencia. Para completarla, la propia cumbre, de la que no se esperaba demasiado, termin¨® en otro enredo: el tema del empleo deriv¨® hacia un debate sobre el tratado de libre comercio del ALCA y un Bush que, cuando lleg¨® ten¨ªa s¨®lo el apoyo de Colombia, termin¨® acompa?ado por 28 pa¨ªses contra los del MERCOSUR y Venezuela. Para completarla, el presidente Kirchner, anfitri¨®n demasiado militante, abri¨® un irritado cambio de frases hirientes con su colega mexicano Vicente Fox.
Del motivo de la cumbre poco o nada se habl¨®, lo del ALCA qued¨® para despu¨¦s de la Ronda de Doha de la OMC, sobre ¨¦sta no hubo coordinaci¨®n alguna y Latinoam¨¦rica se volvi¨® a mostrar tan dividida como de costumbre. La sobrevivencia de los prejuicios aleja la oportunidad de los juicios razonables. Dudando de nuestro origen, cuesta imaginar el futuro; sent¨¢ndose con EE UU mientras de reojo se mira hacia el p¨²blico que est¨¢ en la puerta, nunca se llegar¨¢ a una negociaci¨®n seria. Dentro de todo, es lo que siempre ha entendido Brasil, que as¨ª como no sufre del pecado original con Portugal, tampoco se acompleja con EE UU. En Mar del Plata vot¨® para postergar el ALCA; al d¨ªa siguiente recibi¨® a Bush en Brasilia y expres¨® su esperanza en la prosecuci¨®n del ALCA...
Julio Mar¨ªa Sanguinetti es ex presidente de Uruguay.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.