El primer documento
La castidad es una virtud de la mente, opinaba san Agust¨ªn en el a?o 400. "Se?or, dadme la castidad, pero no ahora", escribi¨® en sus impresionantes Confesiones. Sumergido "en f¨¦tida depravaci¨®n hasta hartarme en placeres infernales" -as¨ª dijo-, goz¨® cont¨¢ndolo y sinti¨¦ndose "el m¨¢s vil esclavo de bajas pasiones".
Fue m¨¢s tarde uno de los grandes obispos de la cristiandad y sus obsesiones con el sexo han marcado la historia de esta religi¨®n, pese a que el fundador y los ap¨®stoles fueron gente despreocupada por tal cuesti¨®n.
Nunca antes la Iglesia romana se hab¨ªa metido en el jard¨ªn del sexo con tanta resoluci¨®n. Lo hace Benedicto XVI, te¨®logo progresista en el Concilio Vaticano II, hace 40 a?os, reconvertido m¨¢s tarde en gran inquisidor como cardenal para la Doctrina de la Fe. Quienes pensaron que su elecci¨®n papal podr¨ªa, quiz¨¢s, facilitar un giro hacia sus or¨ªgenes tienen aqu¨ª un desmentido. En este su primer documento papal, Ratzinger sigue siendo Ratzinger.
Queda por ver qu¨¦ criterios arbitrar¨¢ la jerarqu¨ªa para discernir un homosexual de un heterosexual.
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