Una tercera "herida de identidad"
Saliendo de un desconcertante silencio, Jacques Chirac ha considerado que estamos viviendo una "crisis de identidad, de sentido y de referencias". Era cierto mucho a ntes de las revueltas de los suburbios. Esto no explica las reacciones en el extranjero. Guerra civil en Francia, Par¨ªs a sangre y fuego, Intifada a la francesa; de este tipo son los titulares que se han podido ver en las portadas de la prensa extranjera durante una semana, todo ello acompa?ado por im¨¢genes de la CNN que evocan una situaci¨®n sencillamente iraqu¨ª. Sin embargo, nos equivocar¨ªamos si no vi¨¦ramos en esta burda dramatizaci¨®n m¨¢s que la expresi¨®n de un celo vengativo. Sin duda ha quedado de manifiesto cierto menosprecio sermoneador, sobre todo por parte de los anglosajones. Y principalmente por parte de los brit¨¢nicos, que han aprovechado la ocasi¨®n para recordarnos que, a pesar de nuestros aires de grandeza, nuestro m¨¦todo, o m¨¢s bien, como se dice actualmente, nuestro "modelo" de integraci¨®n, no es mejor que el de Gran Breta?a. Nosotros, en todo caso, hemos conseguido evitar en Francia el tipo de medidas que Tony Blair ha intentado -en vano- que adopte su Parlamento para reprimir el terrorismo, que habr¨ªan renegado de 30 a?os de pol¨ªtica comunitarista y habr¨ªan hecho palidecer de envidia a Nicolas Sarkozy.
Pero hay algo m¨¢s en esta exageraci¨®n. Hay una mezcla de sentimientos que hemos compartido: el impacto de la sorpresa y el miedo al contagio. En Alemania, Espa?a, Italia, est¨¢ muy claro, todos los debates giran en torno a la pregunta ?nos puede ocurrir a nosotros? ?Por qu¨¦ esta pregunta, si los v¨¢ndalos son lo contrario de los terroristas?: no matan, no se suicidan, no se esconden. Pero nuestros alborotadores de los suburbios parecen tomar el relevo de una violencia general que lleva a todas las amalgamas, como si la conjunci¨®n de la inmigraci¨®n y del islam s¨®lo pudiera desembocar en el terrorismo.
Algunos lo han entendido bien, como el futbolista Lilian Thuram y la estrella de rap Akhenaton, ambos surgidos de los suburbios. Ellos no se han mostrado insolidarios con los alborotadores, o, en todo caso, no completamente. Han recordado incluso que desde hac¨ªa mucho tiempo consideraban inevitable la explosi¨®n. Pero han expresado su temor a que las amalgamas surgidas entre musulmanes y terroristas desde los atentados de Nueva York, Londres y Madrid, s¨®lo puedan agravarse despu¨¦s de la quema de coches, y sobre todo de escuelas, a veces infantiles, incendiadas en todo el territorio nacional. No se puede impedir a nadie tener m¨¢s o menos discretamente la sensaci¨®n de que estos alborotadores constituyen una mano de obra virtual para los organizadores de la violencia antioccidental. Una vez hecha la amalgama, ya tenemos al enemigo. Y para combatirle, nuestra sociedad necesita a todo el mundo, quiz¨¢, sobre todo, a las v¨ªctimas de esta alianza. Porque la indispensable lucha contra la discriminaci¨®n debe ir acompa?ada de la conciencia de que no se trata s¨®lo de racistas o xen¨®fobos. No se impedir¨¢ a la televisi¨®n difundir todos los d¨ªas informaciones sobre la violencia islamista en el mundo. Y tampoco se impedir¨¢ a los telespectadores dudar de que haya, entre nosotros, c¨®mplices de esta violencia. Es la raz¨®n por la que la condena masiva de la violencia por parte de la sociedad musulmana de Francia y Europa nunca ha tenido tanta importancia.
No es nuestro ministro del Interior quien ha prendido fuego a los coches, pero culpo a Sarkozy de haber hecho todo lo posible para que se le acuse. No pod¨ªa haberse comportado de mejor manera para hacer de ¨¦l un cabeza de turco. Le Pen tiene raz¨®n: la expresi¨®n "chusma" se va a pegar a la piel de Nicolas Sarkozy como el famoso "detalle" de la historia [referido a las c¨¢maras de gas del nazismo] se peg¨® a la de Jean-Marie Le Pen. Por lo que a m¨ª respecta, culpo sobre todo al ministro del Interior de suscitar deliberadamente contra ¨¦l una hostilidad que puede llevar a la izquierda a un angelismo masoquista y a una tentaci¨®n de victimizar a los autores de la violencia. Si se diera este caso, nos alejar¨ªamos de cualquier soluci¨®n consensuada para aplacar los ¨¢nimos, reparar los destrozos y sentar las bases de una vida en com¨²n m¨¢s digna e igualitaria. Eso puede llevarnos a lo peor, es decir, a la ideologizaci¨®n artificial de la explosi¨®n.
Hablemos ahora del "modelo franc¨¦s". Se dice que ha fracasado. Es falso. Cuando fue aplicado, fue perfectamente bien. Cuando dej¨® de aplicarse, no fue sustituido. El que se le tilde, para burlarse de ¨¦l, de "republicano", "jacobino", "centralizador" o "laico", no quita que haya puesto a punto una m¨¢quina maravillosamente eficaz para fabricar franceses. ?Cu¨¢l era el modelo? Era la escuela republicana, el reclutamiento en el ej¨¦rcito, la fuerza de los sindicatos integradores y la ausencia de guetos ¨¦tnicos. Era la primac¨ªa concedida al idioma y a la ense?anza de la cultura francesa por encima de las de los pa¨ªses de origen de nuestros inmigrantes. Nos hemos mantenido firmes en el asunto del velo en las escuelas y hemos empezado por fin a volver a hablar t¨ªmidamente de un servicio c¨ªvico nacional. Todo el resto se ha barrido, en el desorden y la pasividad, en beneficio de un comunitarismo siempre denunciado pero s¨®lidamente instalado. Yo siempre he escrito que el crimen de Le Pen era el habernos privado de la idea que ten¨ªamos de la inmigraci¨®n al inyectar en sus comentarios el veneno del racismo, la xenofobia y el odio. Pero hoy le resulta muy f¨¢cil subrayar que la inmigraci¨®n ha sido masiva y descontrolada y que los inmigrantes han sido abandonados a una suerte que se ha vuelto tr¨¢gica en los suburbios. Con una diferencia, sin embargo, que no es peque?a: ese hecho comprobado le conduc¨ªa a querer expulsar a los inmigrantes, mientras que a nosotros nos incitaba a prever, preparar y organizar su acogida.
Para los que siguen amando a nuestra Rep¨²blica y se sienten por ello solidarios con sus desenga?os, aqu¨ª tienen, seg¨²n las palabras de Freud, una tercera "herida de identidad" sufrida en unos pocos a?os. Est¨¢, para empezar, el tanteo electoral que llev¨® a Jean-Marie Le Pen a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2002. Y despu¨¦s, la divisi¨®n de las ¨¦lites y del pueblo franc¨¦s en el no ala Constituci¨®n europea en el refer¨¦ndum del 29 de mayo de 2005. En la actualidad tenemos esta manifestaci¨®n traumatizante de un vandalismo populista.
Yo no subestimo en modo alguno la dimensi¨®n l¨²dica de todas esas fogatas encendidas para desafiar a los poseedores, seguro de que se va a ser m¨¢s h¨¢bil que el vecino a la hora de conseguir los honores de la televisi¨®n en una competici¨®n salvaje y liberadora. Tiendo incluso a considerar muy importante este componente. Pero no por ello creo, como Emmanuel Todd, que los alborotadores, por su misma violencia, dan muestras de una integraci¨®n real. Ellos se han o les han metido en guetos, como excluidos, lo que ha bastado para convertirles en sublevados nihilistas y no en rebeldes. La pel¨ªcula, de todo punto premonitoria, de Mathie Kassovitz La haine (El odio) ha mostrado muy bien que estas bandas no formaban siquiera una comunidad en la nueva sociedad comunitaria.
Entonces, ?se puede volver a exhumar y reanimar ese famoso modelo franc¨¦s? Bueno, yo ya no lo creo. Ser¨ªa un combate de retaguardia. Francia ha cambiado y tiene que mirar de frente a su nuevo rostro multicultural. Soy partidario, desde ahora y por primera vez, de la discriminaci¨®n positiva y me parece sorprendente que no haya en la Asamblea Nacional ni un solo diputado salido de la inmigraci¨®n. No creo que se pueda, por ejemplo, impedir al Consejo representativo de las Instituciones Jud¨ªas de Francia (CRIF) que convoque regularmente al primer ministro para pedirle cuentas, ni, sobre todo, disolver el Consejo Franc¨¦s del Culto musulm¨¢n (CFCM) en el que figura un representante de las fuerzas isl¨¢micas que, seg¨²n nos revel¨® un programa de Plan¨¨te, hab¨ªa sido condenado por "sevicias en el culto". Sin duda, los proyectos del Gobierno relativos al empleo de los j¨®venes y la renovaci¨®n urbana no son indiferentes. Pero no est¨¢ claro c¨®mo podr¨ªa intentarse algo serio en ning¨²n ¨¢mbito si, por una justicia implacablemente republicana, la autoridad del Estado no se restableciera m¨¢s que por las desastrosas vacilaciones de nuestro presidente de la Rep¨²blica.
Jean Daniel es director de Le Nouvel Observateur. Traducci¨®n de News Clips.
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