El caballero de Lima y la dama del DF
El martes por la tarde hubo humor a raudales y el punto necesario de combatividad y acidez cr¨ªtica. "Es la primera vez que bebo agua en p¨²blico", dijo Alfredo Bryce Echenique cuando le toc¨® hablar en la sesi¨®n dedicada a su narrativa. Poco antes, el escritor peruano Fernando Ampuero hab¨ªa hecho un brillante retrato de un autor al que defini¨® como "showman de sus tristezas". Dijo que el Bryce Echenique que ¨¦l conoc¨ªa era un hombre extremadamente ordenado ("podr¨ªa haber sido decorador de vitrinas", pens¨® al ver la pulcritud de su armario), un lector voraz, un impagable detector de tristezas, un caballero cort¨¦s, cordial y muy bien educado, un tipo apacible y exaltado, un hipocondriaco de nota, un gran conversador y un individuo elegante (llama la atenci¨®n sobre sus "chalecos de fantas¨ªa") que siempre hab¨ªa querido tener un perro.
Pitidos de tren, vapor, todos los ingredientes ferroviarios dieron marco a un di¨¢logo con Elena Poniatowska
Bryce habl¨® y lo desminti¨® de inmediato: ten¨ªa un perro, pero de barro y al que los colores se le iban desti?endo. Y ese punto de que las cosas se desti?en y se van acabando fue dominando su intervenci¨®n (su vieja melancol¨ªa, su querencia por revelar los fracasos), que sin embargo no dejaba de producir carcajadas. "La primera vez que estuve en Cuernavaca", proclam¨® solemne, dejando un instante de silencio. Lo corrigieron, claro, y cont¨® que hab¨ªa venido a Guadalajara cuando el Premio Juan Rulfo a Julio Ram¨®n Ribeyro (entonces le sali¨® un poco de sangre de la nariz y coment¨®: "Es la primera vez que sangro en p¨²blico"). Record¨® entonces sus encuentros en Par¨ªs ("estaba en la miseria, y le dabas 20 francos para ayudarlo y ve¨ªas que se sub¨ªa a un taxi que le iba a costar 13 francos y medio"). Habl¨® tambi¨¦n de su pasi¨®n por Hemingway, del trabajo que hizo sobre Motherlant ("era antip¨¢tico desde ni?o"), de su nuevo libro, de su reciente matrimonio. Tanto gust¨® que un espont¨¢neo del p¨²blico pidi¨® la vez: "No lo he le¨ªdo nunca, pero me ha emocionado tanto que ya lo llevo dentro del coraz¨®n, y voy a comprarme todos sus libros".
Vestida con el traje de Tehuana -camisa de vivos colores, falda negra, oro al cuello- y tocada con una enorme cofia calada, Elena Poniatowska lleg¨® tarde a su presentaci¨®n, porque hab¨ªa estado en otra. Aprovech¨® la tardanza para contar una met¨¢fora, pertinente porque su novela se llama El tren pasa primero. La met¨¢fora: "En M¨¦xico los trenes siempre llegan tarde", y como ¨¦ste es un libro de nostalgia de los ferrocarriles ("aquellos viajes que tardaban tanto, o que no empezaban nunca"), la mujer que la acompa?¨® en el escenario, la actriz Jesusa Rodr¨ªguez, iba vestida de ferroviaria, tiznada su cara para hacer a¨²n m¨¢s real la evocaci¨®n. Pitidos de tren, vapor..., todos los ingredientes ferroviarios dieron marco a un di¨¢logo con la Poniatowska, ganadora del Premio Alfaguara, editorial que tambi¨¦n publica esta novela.
Primero, la actriz pregunt¨® cu¨¢ntos ferrocarrileros o descendientes de ferrocarrileros hab¨ªa en la sala, y despu¨¦s de la estad¨ªstica vinieron las preguntas. "La nueva novela de Elena", dijo la actriz, "habla de un tren que se nos fue, as¨ª que es una met¨¢fora de nuestro pa¨ªs". Y fue desgranando tantos vagones como gobiernos ha tenido M¨¦xico: el vag¨®n gris de Miguel de La Madrid, el vag¨®n mediocre de Cedillo, el vag¨®n de Foxilandia, "conducido al desastre por el t¨ªo Sam"... La novela de Poniatowska, dijo su peculiar presentadora, deja "la tristeza de haber perdido el tren".
Descendiente de nobles polacos, la propia Poniatowska ten¨ªa que haber sido una princesa. Como su libro est¨¢, como muchas de sus obras, inclinado a saber de los marginales, ?qu¨¦ es lo que le ha llevado a ello? "Siempre me interesa lo que quiero descubrir. Y quiero revelar muchas historias de dramas que la sociedad oculta". Record¨® momentos estelares de la oposici¨®n juvenil a los gobiernos, y cit¨® lo que ella y otros gritaban cuando a D¨ªaz Ordaz (el presidente que estaba al cargo cuando la matanza de estudiantes en Tlatelolco) lo nombraron embajador en Espa?a. ?ste era el grito: "?Al pueblo de Espa?a/ no le manden esa ara?a!". Bajo aquella cofia espectacular, sin perder nunca la sonrisa, la princesa polaca convertida en "or¨¢culo de los ferrocarriles" explic¨® sus visitas a presos c¨¦lebres, habl¨® de la muerte ("a los 73 a?os, ya tengo una pata en el caj¨®n; pero la muerte de un joven es la muerte de la esperanza"), y evoc¨®, para hablar de los dramas de M¨¦xico, una frase de su amigo Carlos Fuentes: "La realidad mexicana supera la ficci¨®n". Concluyeron presentadora ferroviaria y polaca mexicana con una melancol¨ªa: "En Europa todo se hace en tren; ojal¨¢ vuelva aqu¨ª, es mucho m¨¢s rom¨¢ntico".
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