La conversi¨®n de Muriel
Los vecinos de la ciudad de la terrorista suicida belga creen que sufri¨® un "lavado de cerebro"
La puerta que se entreabre muestra a un mujer menuda, de pelo corto rubio te?ido y aplastada por un gran peso. Es Liliane Degauque, la madre de Muriel, primera mujer occidental en protagonizar un ataque suicida en Bagdad. Habla con voz baja y temblorosa. "Esto es una gran desgracia, primero un hijo muerto y ahora la chica. Muriel ten¨ªa 38 a?os y hac¨ªa su vida. Yo no tengo nada ver con lo que ha pasado. Yo siempre intent¨¦ llevarla por el buen camino. No puedo hablar. Disculpe".
Los Dagauque, Jean y Liliane, viven en una modesta casa adosada de ladrillo rojo, con planta baja y primera planta, de un suburbio de la anta?o activa Charleroi, la de la hulla y el acero, hoy sumida en la depresi¨®n econ¨®mica. Jean, antiguo gru¨ªsta, tiene un car¨¢cter hosco que hace dif¨ªcil el trato y Liliane, que trabaj¨® en una guarder¨ªa, ofrece la cara amable de la familia. Es lo que dicen sus vecinos, sobrecogidos por la noticia de que la ni?a traviesa que vieron crecer hasta convertirse en una joven turbulenta y luego en una conversa al islam, crecientemente radicalizada en su modo de vestir, muri¨® el 9 de noviembre en un ataque suicida en Irak.
"Lo que ha pasado es incre¨ªble. No se entiende. Tiene que haber habido un lavado de cerebro", dice la vecina pared con pared de los Degauque, que recuerda con estremecimiento las im¨¢genes que hace unos d¨ªas mostr¨® la televisi¨®n para explicar c¨®mo Muriel se coloc¨® un cintur¨®n cargado de explosivos. "La vida es una loter¨ªa. Hay gente que tiende a juntarse con malas compa?¨ªas y eso le pasaba a Muriel. Yo creo que se dejaba influir en exceso por los dem¨¢s".
"No ven¨ªa mucho por aqu¨ª. Una vez la vi y me llev¨¦ un susto. Sal¨ªa de casa de sus padres, cubierta de la cabeza a los pies. S¨®lo se le ve¨ªan los ojos. Ten¨ªa cada brazo metido en la manga del otro". La vecina recuerda la muerte del hermano de Muriel, hace 17 a?os, en un accidente de moto, arrollado por un coche que se salt¨® un stop. Jean-Paul ven¨ªa de celebrar su 24 cumplea?os. "Era un chico magn¨ªfico", recuerda.
Al trauma de la muerte del hermano atribuyen los allegados el posible cambio en la vida de Muriel, a la que apenas ven¨ªan. La joven se march¨® a Bruselas con la mayor¨ªa de edad y nunca se prodig¨® con sus antiguos vecinos y amigos. "Muriel me dec¨ªa que ten¨ªa que haber sido ella la que se hubiese matado, en vez de su hermano", comenta Andrea, otra vecina amiga de la familia de este grupo de casas de la altisonante Avenue de l'Europe, en realidad, una calle sin salida y desangelada de un barrio obrero. "Yo creo que la muerte del hermano la desestabiliz¨® del todo", agrega Serge, amigo de Jean-Paul y cuya hermana hizo la primera comuni¨®n con Muriel.
Muriel ten¨ªa un punto de bala perdida, la que romp¨ªa los platos y echaba la culpa al pobre Jean-Paul, el hijo modelo, querido por todo el vecindario. La chica fue una estudiante del mont¨®n, que a veces se escapaba de casa, y concluido el bachillerato se puso a trabajar como dependienta en un bar y en una panader¨ªa. Perdi¨® el empleo acusada de haber sisado de la caja. Tonte¨® con la droga y el alcohol. Le gustaban, mucho, los chicos. Morenos, hirsutos. Se cas¨® con un turco, se divorci¨® y anduvo un tiempo con un argelino que la introdujo en el islam. Fue una revelaci¨®n. Se convirti¨® y pas¨® a llamarse Myriam. Como buena musulmana aprendi¨® el ¨¢rabe para leer y profundizar en el Cor¨¢n.
Conforme su mente se sumerg¨ªa en la palabra revelada, su atuendo se iba extremando. Del convencional hiyab, que cubre s¨®lo la cabeza, pas¨® al chador, que oculta el cuerpo pero deja ver la cara. Luego s¨®lo los ojos eran visibles. El propietario de la casa en que viv¨ªa en Bruselas habla de que ¨²ltimamente vest¨ªa con burka, a la afgana.
El amigo argelino no era tan intransigente como ella deseaba y Muriel / Myriam encontr¨® un alma gemela en el marroqu¨ª Hissam, siete a?os m¨¢s joven. Se casaron y vivieron en Marruecos, de donde volvieron a Bruselas para no perder el derecho a cobrar el paro. En su pobre piso de un barrio musulm¨¢n, cerca de la estaci¨®n del Sur, la radicalizaci¨®n ya era total. Muriel sal¨ªa a la calle lo imprescindible. En septiembre, Myriam y Hissam dijeron al casero que se iban una temporada a Kenia, pero que volver¨ªan. En realidad viajaron a Turqu¨ªa para entrar en Irak. Esta semana se supo que ambos murieron hace apenas un mes. Muriel haciendo estallar la carga de explosivos al paso de una caravana militar de soldados estadounidenses. Hissam abatido por unos soldados que sospecharon de ¨¦l.
En un sobrecogido Charleroi, ni los destrozados Degauque, ni los viejos amigos, ni los vecinos, ni nadie se explica el misterio del tr¨¢nsito de la Muriel vivaracha, a la yihadista Myriam.
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