El milagro de Best
Belfast, profundamente dividida en dos bandos, olvida sus diferencias para despedir al m¨ªtico futbolista norirland¨¦s
"?Y qu¨¦ tiene que ver Geordie con la pol¨ªtica?", replica, rostro colorado, uno de los hombres acodados en la barra del bar Red Devils, la pe?a de hinchas del Manchester United cerca de Falls Road, el coraz¨®n cat¨®lico de Belfast, una desoladora avenida llena de esquelas en la que se ubica la sede central del Sinn Fein. "No s¨¦ a qui¨¦n le rezaba ni me importa", escupe. La mayor¨ªa de los nacionalistas norirlandeses es furibunda seguidora del Celtic Glasgow porque es una instituci¨®n cat¨®lica. Van a los partidos en los ferries que diariamente cubren la distancia entre las dos ciudades -ahora tambi¨¦n lo usan para ir al Ikea de Glasgow-. Sin embargo, gracias a Best, la simpat¨ªa hacia el Manchester tambi¨¦n se extendi¨® por los barrios de la zona papista.
"Nos hizo pensar que hab¨ªa un futuro m¨¢s all¨¢ de la violencia", dijo el maestro de ceremonias
Belfast sigue siendo una ciudad escindida en la que casi todo tiene que ver con la pol¨ªtica. Casi dos ciudades. Dividida por muros, autopistas, alambradas, amenazas pintadas con aerosoles. Por la noche, los taxistas ponen pegas para cruzar los puntos fronterizos aunque de d¨ªa se presten a recorrer los lugares m¨¢s emblem¨¢ticos del conflicto. El centro est¨¢ restaurado, aunque todav¨ªa queden dos casas sospechosamente carentes de techumbre. El dinero invertido por los estadounidenses ha remozado la zona m¨¢s visible de la poblaci¨®n. Ya no hay sobresaltos. Ya no estallan las bombas.
Pero las ideas siguen siendo las mismas. Y parecen irreconciliables. S¨®lo hay un punto en el que toda la comunidad est¨¢ de acuerdo: su orgullo por el hecho de que George Best, el primer futbolista que hizo gritar hist¨¦ricas a las muchachas, la primera estrella del pop junto a sus amigos los Rolling Stones y los Beatles, naciera en uno de sus rincones. No en el m¨¢s luminoso, precisamente. Sino en el ¨²ltimo conf¨ªn de un barrio del Este, Cregagh, lleno de iglesias presbiterianas, metodistas y adventistas y de sedes del Ejercito de Salvaci¨®n.
Todos de acuerdo por una vez: Best, el mejor. "Nos dio esperanzas. Nos hizo pensar que merec¨ªamos la pena, que hab¨ªa un futuro, que hab¨ªa algo m¨¢s all¨¢ de la violencia...", recita el que fuera maestro de ceremonias en su funeral del pasado s¨¢bado, Eamonn Holmes, aunque en su entierro, al que acudi¨® cerca de medio mill¨®n de personas, algunos cat¨®licos juntasen curiosas estampas de Best junto a otras del Papa y los protestantes banderas de Inglaterra con un rostro de Best remedando un Cristo en su agon¨ªa.
"Best demostr¨®, y demuestra, que las dos partes de la comunidad pueden estar unidas, que no tiene por qu¨¦ haber diferencias", razona el alcalde la ciudad, el unionista Wallace Browne. De todos modos, Browne prefiere hablar de "las maravillosas habilidades de Best como futbolista, el mejor del mundo", a desbrozar las peculiaridades de su comunidad.
Pero tiene raz¨®n. En 1974, despu¨¦s de una de las muchas bancarrotas del jugador, ya alcoholizado, la ciudad le entreg¨® solemnemente un cheque de 74.000 libras tras una cuestaci¨®n popular. La entrega fue en el hotel Europa. No fue casualidad: el establecimiento est¨¢ a medio camino entre la Universidad y la zona comercial, los ¨²nicos lugares neutrales. Ah¨ª no hay dibujos de francotiradores con pasamonta?as. "Le debo todo lo que soy a la gente de Irlanda del Norte", coment¨® el jugador. Una gente que, seg¨²n todos los analistas, s¨®lo ha coincidido en venerar al ex boxeador Barry McGuigan y al m¨²sico Van Morrison. "Pero, muy por encima de ellos, Best, el verdadero orgullo de Belfast", subraya el analista Austin O'Callagham.
"Todos pens¨¢bamos que le conoc¨ªamos; que, en realidad, era parte de nuestro c¨ªrculo ¨ªntimo", explica un ya no tan joven vendedor de guitarras, un rockero maduro. "Era un tipo enrollado; adem¨¢s, con pintas chulas", prosigue su alabanza mientras muestra una fotograf¨ªa del genio con pantalones de campana que tiene colgada en el escaparate.
"Yo fui el primero en trascender del f¨²tbol. Me encontraba montones de fans enloquecidas. Eso antes no exist¨ªa. No me imagino a sir Stanley Matthews llev¨¢ndose a esas chicas a su habitaci¨®n como yo. ?l las llevar¨ªa a casa de sus padres", constataba Best en una de las muchas autobiograf¨ªas que escribi¨®, sin apenas esconder detalles, para alimentar su tren de vida tras la retirada. La mayor parte de sus libros est¨¢ dedicada a su cuesta abajo: "Es lo que m¨¢s tiempo me ha llevado. As¨ª que es de lo que m¨¢s tengo que contar, aunque no me acuerdo de nada porque estaba siempre borracho". No recordaba, por ejemplo, que dej¨® un Mercedes a reparar en un taller. Le avisaron dos a?os despu¨¦s.
Su madre tambi¨¦n falleci¨® por sus problemas con la bebida. Muri¨® m¨¢s joven que ¨¦l, con 54 a?os. Pero nadie en Belfast, una ciudad con una cantidad de tabernas y una afici¨®n por la cerveza muy notables, quiere recordar la cara, ya abotargada por el alcohol, del ¨²ltimo Best. "Todos tenemos debilidades. Best nos dio los mejores momentos de nuestra vida", casi sollozaba un hombre de 59 a?os;"ten¨ªa la misma edad que yo. Le he seguido desde siempre".
Nadie, esta vez, se par¨® a preguntar al f¨¦retro "?d¨®nde empez¨® a estropearse todo?", como le espet¨® un camarero de Belfast al subirle una botella de champa?a que el jugador iba a compartir con miss Mundo. No tocaba.
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