Espacios urbanizados y paisaje cultural
El autor critica el actual modelo de urbanizaci¨®n masiva de la costa y propone alternativas para un crecimiento sostenible
El Pa¨ªs Valenciano no tiene las peculiaridades hist¨®ricas, econ¨®micas y culturales que ten¨ªan los paisajes donde se asentaron en su tiempo las actuales redes urbanas de California, en ciudades como Los ?ngeles o San Francisco. Pero parece ser que el nuevo modelo territorial y econ¨®mico valenciano, basado en la urbanizaci¨®n asociada al ocio y espacios residenciales, intenta que nuestra geograf¨ªa, de amplias y f¨¦rtiles llanuras, termine siendo un lugar tan densamente poblado como el americano.
Pretender que el litoral y prelitoral valenciano sea un continuo urbanizado que funcione como una especie de balneario de ocio y geri¨¢trico -tal como proyectan para el futuro m¨¢s inmediato el casi centenar de campos de golf previstos y los cerca de cinco millones de viviendas- resulta ser un atentado a la calidad de vida de los actuales residentes por los impactos ambientales que va a suponer y las aglomeraciones urbanas conurbadas que va a crear. Pero tambi¨¦n ser¨¢ un desprecio a los paisajes culturales rurales e hist¨®ricos sobre los que descansan nuestras ra¨ªces e identidad cultural, que han dado un reconocible referente psicol¨®gico heredado desde hace siglos por generaciones y generaciones. Una herencia cultural, rural, hist¨®rica y arquitect¨®nica, de la que carecen las grandes urbes de ambiente templado del Pac¨ªfico de EE UU. No hubo all¨ª infraestructuras agr¨ªcolas, ni historia, ni arquitectura, como las de nuestro litoral; despu¨¦s de la masacre de la cultura ind¨ªgena de la actual California, poco importaba una urbanizaci¨®n masiva continua en tierras americanas a lo largo del siglo XX. Pero en nuestro litoral s¨ª importa, y mucho.
La Ley Urban¨ªstica Valenciana no merece ni tan s¨®lo una m¨ªnima consideraci¨®n
Las grandes transformaciones urban¨ªsticas anunciadas las ¨²ltimas semanas desconciertan y apabullan por su magnitud, pero sobre todo por el desconocimiento por parte de sus promotores de c¨®mo funcionan nuestros ecosistemas naturales y sobre qu¨¦ ¨¢mbito territorial y cultural se proyectan. Ya no se trata s¨®lo del modelo artificioso y desculturalizador de las urbanizaciones con campo de golf en peque?os municipios de la segunda franja litoral que doblar¨¢n o triplicar¨¢n el n¨²mero de habitantes, me refiero ahora a otros macroproyectos urban¨ªsticos con sus respectivas zonas de ocio que dejan perplejo al m¨¢s cabal de los planificadores del territorio. En ellos, hablar de sostenibilidad resulta un sarcasmo cuando no un insulto al m¨¢s b¨¢sico sentido com¨²n. Me estoy refiriendo, a modo de ejemplo, al proyecto de Marina d'Or en Orpesa (Castell¨®n), a la urbanizaci¨®n del Nou Mil¡¤lenni de Catarroja (l'Horta Sud), as¨ª como a la reordenaci¨®n de la primera l¨ªnea de playa y ocupaci¨®n de la huerta del municipio de Alboraia, en l'Horta Nord. Los tres son una muestra descomunal de la falta de respeto por nuestros ecosistemas naturales y por nuestra cultura, tanto agraria, hist¨®rica como arquitect¨®nica. En definitiva, un atentado inadmisible contra nuestro paisaje cultural y psicol¨®gico global.
Marina d'Or es el primero de los desprop¨®sitos. Millones de metros cuadrados de sierras litorales y paisajes agr¨ªcolas de secano enterrados bajo un complejo de ocio y residencial que se anuncia con instalaciones que ser¨¢n las de mayor tama?o de Europa, "con pistas de esqu¨ª artificiales, canales navegables, playas artificiales"... Todo dentro de una alambrada que convertir¨¢ dicho atentado ecol¨®gico y cultural en un campo de concentraci¨®n donde los ciudadanos europeos consumir¨¢n artificialidad y se alimentar¨¢n de comida basura.
En Meliana y Catarroja, a los valencianos y valencianas de la comarca de l'Horta todav¨ªa nos duele m¨¢s la sinraz¨®n e inconsciencia de la clase empresarial y pol¨ªtica de nuestro pa¨ªs. Sobre todo cuando despu¨¦s de d¨¦cadas de reivindicaci¨®n de la huerta como pulm¨®n verde del ¨¢rea metropolitana y como patrimonio cultural y paisaj¨ªstico de todos los valencianos, dichos ayuntamientos anuncian una urbanizaci¨®n salvaje y desproporcionada de sus hist¨®ricas y ancestrales huertas. La expropiaci¨®n forzada que se anuncia de las alquer¨ªas y campos de labor en Meliana es un atropello sin precedentes a todo el conjunto de la sociedad valenciana; algo inmoral e indigno de una sociedad civilizada. Y todo para el beneficio privado de unos pocos con la construcci¨®n de grandes hoteles de lujo en su playa y la reconstrucci¨®n de ¨¢reas comerciales y nuevas viviendas sobre los antiguos terrenos de labranza.
En Catarroja se enterrar¨¢ la escasa huerta que quedaba al poniente del municipio -y sus correspondientes alquer¨ªas del siglo XVIII- con edificios de 15 alturas y nuevas urbanizaciones con capacidad para 16.000 nuevas viviendas. De esta manera, los actuales 20.000 habitantes del municipio pasar¨¢n a ser ?70.000! Desaparici¨®n de los campos, destrucci¨®n de paisajes culturales irrepetibles, conurbaciones estresantes, liquidaci¨®n de espacios abiertos, movilidad ca¨®tica... Entre otros graves problemas, el casco urbano tradicional e hist¨®rico de Catarroja pasar¨¢ a ser con el tiempo un barrio marginal de una ciudad desconocida para las familias de agricultores y arroceros que han vivido durante generaciones en una huerta a punto de desaparecer en pos de un proceso urbanizador suicida.
?Es esto el progreso? ?Es ¨¦ste el modelo de urbanismo sostenible con que nos confunden en cada discurso nuestras autoridades municipales y auton¨®micas? ?C¨®mo es posible tama?o desprop¨®sito? Entre otros factores, una agricultura postrada por su escasa rentabilidad frente a las plusval¨ªas urban¨ªsticas, una sociedad desculturalizada y sedada por el consumo, una industria en plena crisis por la globalizaci¨®n, y una escasa conciencia global de nuestra identidad cultural, son el marco de referencia perfecto para este urbanismo depredador que quiere convertir nuestro pa¨ªs en un continuo urbanizado, sin una verdadera diversificaci¨®n econ¨®mica en la que la industria, el turismo cultural y la agricultura tradicional, sean un complemento real a nuevas urbanizaciones y centros de ocio racionales, respetuosos con nuestros paisajes, historia y cultura.
?Hay alternativas? Adem¨¢s de inversiones en I+D, de regenerar y especializar a nuestra industria o de apostar por un turismo cultural y ambientalista, la mejor defensa de nuestro rico patrimonio rural agr¨ªcola, ganadero y forestal -dise?ador de nuestros envidiables y sostenibles ecosistemas, de nuestros m¨¢s emblem¨¢ticos paisajes- pasar¨ªa por reconvertir nuestra decadente econom¨ªa rural en fuente de productos ecol¨®gicos. La producci¨®n ecol¨®gica extendida de manera general en el territorio valenciano sanar¨ªa nuestros contaminados suelos y aguas, tanto superficiales como subterr¨¢neas, mejorar¨ªa la salud de nuestras familias y visitantes, recuperar¨ªa el paisaje rural tradicional y permitir¨ªa a muchos agricultores enfrentarse a la tentaci¨®n de vender sus tierras a la obscena rentabilidad de los agentes urbanizadores. La que debe crecer es nuestra calidad de vida y no, insosteniblemente, los par¨¢metros econ¨®micos, el espacio urbanizado y nuestra demograf¨ªa.
El actual modelo territorial basado en la urbanizaci¨®n masiva del espacio geogr¨¢fico costero es un suicidio generacional al que se opone una gran parte de la ciudadan¨ªa como lo demuestran los "salvem" y "plataformas" que surgen por doquier all¨ª donde se anuncia un nuevo plan urban¨ªstico desmesurado, insostenible y desculturalizador.
Si se desea continuar con este modelo territorial y econ¨®mico, basado en ofertar nuestro clima y litoral como espacio residencial masivo y de ocio, habr¨ªa que llegar a un pacto con toda la sociedad valenciana y consensuar una seria ordenaci¨®n del territorio que respete de manera ¨ªntegra los ecosistemas naturales, el patrimonio rural, la arquitectura y los paisajes globales dise?ados a lo largo de los siglos por nuestros pacientes y sabios antepasados; nuestra cultura e historia.
Y en este sentido, la nueva Ley Urban¨ªstica Valenciana (LUV), de pr¨®xima aprobaci¨®n, no merece ni tan s¨®lo una m¨ªnima consideraci¨®n. Porque estos paisajes, y el territorio que los soporta, no son ni deben ser, ni esperamos que sean en el futuro, nada parecido al modelo insostenible de las ¨¢reas metropolitanas de Los ?ngeles o San Francisco. No nos lo merecemos. Y nuestros antepasados, nuestras hijas y nietos, tampoco.
Paco Tortosa es doctor en Geograf¨ªa.
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