Los 20 kms. obst¨¢culos de Francisco Nieto
Para una persona discapacitada, viajar en metro es, muchas veces, una odiseaLa estaci¨®n Plaza d'Espanya resulta inaccesible en silla de ruedas
En el verano de 1990, la vida dio una bofetada a Francisco Nieto, de 72 a?os. Entonces trabajaba como conserje en el mismo bloque de pisos donde viv¨ªa, en Sant Mart¨ª. Un d¨ªa, baj¨® al portal a recoger unas bolsas, tarea que realizaba habitualmente. Pero aquella luctuosa jornada, cuyo recuerdo conserva fresco en su memoria, not¨® algo extra?o. Al hacer el esfuerzo, su cuerpo no le acompa?¨® y su espalda y ¨¦l mismo quedaron paralizados.
El calvario comenzar¨ªa poco despu¨¦s, cuando los m¨¦dicos le diagnosticaron una hernia discal. Tras varias operaciones y una larga estancia en el hospital, Francisco supo su destino: pasar¨ªa el resto de su vida en una silla de ruedas. No le result¨® f¨¢cil asumirlo y a¨²n hoy, 15 a?os despu¨¦s del accidente, sufre periodos de fuerte depresi¨®n.
Charlador, inquieto y viajero, Francisco decidi¨® dedicar su tiempo a velar por que los minusv¨¢lidos puedan moverse por la ciudad con la mayor libertad. Como miembro de la Asociaci¨®n de Vecinos de Sant Mart¨ª, participa en las reuniones con el Ayuntamiento de Barcelona sobre temas de accesibilidad. Como usuario del transporte p¨²blico, juzga que la red de metro a menudo se convierte en un oscuro nido de desesperanza y frustraci¨®n.
Natural de B¨¦jar (Salamanca), opina que todav¨ªa hay trabas para que alguien en silla de ruedas utilice con tranquilidad los servicios de metro y autob¨²s en Barcelona. Y para demostrarlo propone una ruta, que al final se convirti¨® en un recorrido de 20 kil¨®metros, por los entresijos del suburbano. La primera parada es Sant Mart¨ª. La l¨ªnea 2: la lila. Es una estaci¨®n con ascensor, totalmente adaptada para personas con movilidad reducida. ?Totalmente? Francisco cree que no.El tren se acerca a la estaci¨®n y, mientras frena hasta detenerse, Francisco hace notar que el estribo para acceder al vag¨®n no queda a la misma altura que el and¨¦n. A ojo de buen cubero, hay unos 10 cent¨ªmetros. La distancia es salvable para la silla con motor el¨¦ctrico de Francisco, equipada con unas ruedas robustas, potentes, voluminosas. Pero advierte de que no ocurre lo mismo en el caso de una silla manual y de menores dimensiones. "Muchos minusv¨¢lidos tienen miedo porque la rueda delantera se les engancha en el agujero".
Una vez dentro del tren, en el primer vag¨®n, Francisco podr¨ªa haber utilizado el espacio reservado para minusv¨¢lidos. Pero son casi las cinco de la tarde y hay demasiada gente. Adem¨¢s, una se?ora con un cochecito de beb¨¦ se le ha adelantado. As¨ª que se pasa el trayecto medio apretujado hasta que propone bajar en la parada de Universitat y trasbordar hacia la l¨ªnea roja tomando el metro en direcci¨®n a L'Hospitalet de Llobregat.
En Universitat, la separaci¨®n vertical entre el tren y el and¨¦n no es problema. TMB ha instalado unas rampas que eliminan el desnivel. Francisco aplaude la iniciativa y pide su extensi¨®n. Insiste en que es una de las soluciones m¨¢s sencillas -y econ¨®micas- a los problemas de accesibilidad. "Se gastan millones de euros en grandes obras cuando construir estas rampas vale cuatro duros". De hecho, asegura que ¨¦l mismo propuso al Ayuntamiento instalarlas. La idea se la trajo de los numerosos pa¨ªses europeos que ha visitado: Suiza, Alemania o Finlandia. "All¨ª s¨ª tienen bien resuelto el asunto de movilidad", dice con una mezcla de nostalgia y sana envidia.
Francisco plantea apearse en Plaza d'Espanya, "para ver c¨®mo funciona la l¨ªnea 3". Sin saberlo, se acaba de meter en la boca del lobo. Esta vez la distancia entre el tren y el and¨¦n ya no es una nimiedad: hay al menos 15 cent¨ªmetros. Al salir, la silla se inclina hacia adelante en exceso y el cuello y el cuerpo de Francisco Nieto se agitan con brusquedad. El golpe ha sido tremendo, pero insiste en que se encuentra bien.
Peor parada ha salido la silla: se le han aflojado unos tornillos. As¨ª que Francisco se sienta en un banco del and¨¦n, saca un estuche de herramientas y la repara en un periquete. Se percata entonces de que pasarse a la l¨ªnea 3 va a ser una tarea tit¨¢nica. O mejor: imposible, pues la estaci¨®n no est¨¢ adaptada. No hay ascensor, sino s¨®lo dos empinadas escaleras. Una de ellas mec¨¢nica, s¨ª. Pero subir ser¨ªa una temeridad, am¨¦n de un est¨¦ril gasto de energ¨ªa.
De golpe, Francisco se ve atrapado en Plaza d'Espanya. Se queja de que una estaci¨®n tan importante como ¨¦sa -cercana al recinto ferial y al Museo Nacional de Arte de Catalu?a- no disponga de accesos. Pero la realidad inmediata, lejos de especulaciones te¨®ricas, es que no ve la manera de salir de all¨ª. Plaza d'Espanya es para ¨¦l una ratonera, una jaula, una celda, y cualquier otra cosa que huela a esclavitud.
La ¨²nica salida pasa por volver a coger el metro, camino a L'Hospitalet, hasta la pr¨®xima estaci¨®n adaptada, que es ni m¨¢s ni menos que la pen¨²ltima: Bellvitge. Con la ayuda de otros usuarios, logra franquear el estribo del metro. ?l solo no habr¨ªa podido. Durante el trayecto, explica lo duro que es ir en silla de ruedas. Y mide con la mirada el desnivel de cada estaci¨®n, que es considerable. Pero hay una que las supera a todas: la de Mercat Nou, de al menos 20 cent¨ªmetros. Una quimera, aun para las ruedas a lo todoterreno de la silla de Francisco.
Llega por fin a Bellvitge e inicia la marcha inversa, de nuevo hasta Universitat. Ha tenido que tragarse 26 paradas, recorrer casi 15 kil¨®metros y perder m¨¢s de 30 minutos de su tiempo por culpa de un despiste. O mejor dicho: de una estaci¨®n no adaptada. Como colof¨®n a su atribulado viaje, el ascensor de Universitat s¨®lo llega hasta el vest¨ªbulo. Ir a la calle exige tomar otro ascensor, que encuentra con dificultad porque no hay indicaciones precisas.
Para volver a casa, Francisco coge un autob¨²s frente al edificio de la Universidad de Barcelona. Ya es de noche y tiene suerte: el 56 llega enseguida, es nuevo y est¨¢ adaptado para minusv¨¢lidos. Ocupa su asiento en el bus y pone rumbo a Sant Mart¨ª; al mismo edificio donde perdi¨® la movilidad y, quiz¨¢, algo m¨¢s.
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