El alcalde de Macondo
Pedro S¨¢nchez es el alcalde del pueblo colombiano de Aracataca, uno de esos nombres que, por su sonoridad de r¨¢faga de ametralladora monovoc¨¢lica, entusiasma a topof¨¢gicos y verb¨ªvoros. El pueblo se llama as¨ª desde 1915. Es famoso porque all¨ª naci¨® el novelista Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez. Recientemente, el alcalde ha iniciado los tr¨¢mites para que el pueblo deje de llamarse Aracataca a secas y pase a denominarse Aracataca-Macondo con el objetivo de contribuir a superar la crisis econ¨®mica y paliar el olvido en el que vive. Macondo es el nombre de la localidad de ficci¨®n en la que Garc¨ªa M¨¢rquez situ¨® tres de sus novelas, entre ellas la m¨¢s universal, Cien a?os de soledad. El peri¨®dico El Tiempo informa de que Aracataca ya es un lugar de peregrinaci¨®n de lectores, periodistas y escritores, que acuden a visitar la ruinosa casa donde naci¨® el escritor. Pese al estado en el que se encuentra, la llaman casa museo Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez y su coordinador, Rafael Dar¨ªo Jim¨¦nez, dice que el semestre pasado fue visitadada por 1.200 personas que buscaban el eco familiar de una abuela eternamente vestida de luto y de un abuelo coleccionista de recuerdos sobre guerras civiles colombianas. Ahora, sin embargo, la propuesta pretende incluir la denominaci¨®n de Macondo en el nombre oficial, certificando as¨ª la visibilidad del realismo m¨¢gico en gu¨ªas y rutas subvencionadas.
La nueva denominaci¨®n Aracataca-Macondo permitir¨¢ contribuir a superar la crisis econ¨®mica y paliar el olvido
Leo la noticia en un restaurante de Sarri¨¤, cerca de donde vivi¨® Garc¨ªa M¨¢rquez a finales de la d¨¦cada de 1960. Ha pasado mucho tiempo. Entonces los platos todav¨ªa eran redondos y la gastronom¨ªa no hab¨ªa sido secuestrada por la dictadura de la reducci¨®n aplicada no s¨®lo a las salsas, sino tambi¨¦n a las raciones. Gracias al ¨¦xito de Cien a?os de soledad, Garc¨ªa M¨¢rquez pudo instalarse en Barcelona, una ciudad que conoc¨ªa perfectamente gracias a dos de sus m¨¢s s¨®lidos embajadores culturales en el mundo: Ramon Vinyes y Carmen Balcells. El novelista derrochaba energ¨ªa, segu¨ªa un estricto horario de trabajo (completado con un horario m¨¢s flexible de juergas y vida social) y consolidaba su imagen de izquierdoso con bigote, enemigo de las entrevistas, de las firmas de libros, de las conferencias y de cualquier actividad que pudiera distraerle de su oficio de escritor. Fumaba mucho y fumaba Celtas, dos circunstancias que habr¨¢n perjudicado seriamente su aparato respiratorio. Y cuando acced¨ªa a acudir a alguna fiesta, rogaba que alguien colgara un cartel en el que pudiera leerse: "Prohibido hablar de Cien a?os de soledad".
Macondo, como tantos otros lugares creados desde la ficci¨®n, se convirti¨® en referencia y acab¨® siendo la representaci¨®n de todos los excesos de la exuberancia suramericana. En la calle 14 de Nueva York, durante muchos a?os, una librer¨ªa llamada Macondo proporcionaba lecturas en espa?ol a la poblaci¨®n. Ahora, gracias al empe?o algo extravagante del alcalde de Aracataca, podr¨ªa perder su condici¨®n de pueblo imaginario para aterrizar en el mundo de la realidad. "Mi problema m¨¢s importante era destruir la l¨ªnea de demarcaci¨®n que separa lo que parece real de lo que parece fant¨¢stico. Porque en el mundo que trataba de evocar esa barrera no exist¨ªa", cont¨® Garc¨ªa M¨¢rquez en una entrevista que le hizo la revista ?nsula hace miles de a?os. El alcalde S¨¢nchez parece haber interpretado la reflexi¨®n del escritor y aspira a que esa barrera, que tanto obsesiona a los cr¨ªticos m¨¢s quisquillosos, desaparezca. Si el invento funciona, se abrir¨¢ la veda a una tendencia que podr¨ªa propagarse a otros universos metaf¨®rico-reales. Oviedo-Vetusta o Arenys-Sinera podr¨ªan ser dos nuevas denominaciones de las ciudades que inspiraron a Leopoldo Alas, Clar¨ªn, o a Salvador Espriu, respectivamente.
Situar la acci¨®n de tus novelas en un lugar imaginario, por m¨¢s que se parezca a una geografia real, deber¨ªa preservarte de estas aventuras administrativas ideadas para fomentar romer¨ªas y otros disturbios. Es cierto que el mal llamado turismo cultural tiene cada vez menos escr¨²pulos y que si existiera una referencia de ficci¨®n m¨¢s potente que Venecia o Barcelona, seguro que ambas ciudades se apuntar¨ªan a este inestable carro. Como cuenta Giorgio Agamben en su libro Profanaciones, los museos (y las casas museo) est¨¢n ideados para almacener aquello que no podemos utilizar ni profanar. "La imposibilidad de uso tiene su lugar t¨®pico en el museo. La museificaci¨®n del mundo es hoy un hecho consumado. Una tras otra, de modo progresivo, las potencias espirituales que defin¨ªan la vida de los hombres -el arte, la religi¨®n, la filosof¨ªa, la idea de naturaleza, incluso la pol¨ªtica- se han ido retirando d¨®cilmente hacia el museo", escribe. Al convertir Macondo en un lugar real, el alcalde S¨¢nchez har¨ªa lo mismo que los adaptadores cinematogr¨¢ficos de las novelas: poner im¨¢genes all¨ª donde hab¨ªa libertad de imaginaci¨®n. Curiosamente, Garc¨ªa M¨¢rquez resisti¨® todas las propuestas de llevar su novela al cine, pero si regresa a su pueblo en estos d¨ªas, lo primero que ver¨¢ ser¨¢ una enorme valla instalada por el alcalde en la que puede leerse: "Bienvenido a Aracataca-Macondo, tierra del realismo m¨¢gico". Se podr¨¢ estar en contra o a favor, pero no se puede negar que se trata de una valla literaria.
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