Oficio y frescura

Con bandas como los tejanos Fastball siempre puede hablarse de ausencia de perfiles sonoros agudizados y carencia de singularidad, pero rara vez podr¨¢ ponerse objeci¨®n alguna a cualquiera de sus directos. Son h¨¢biles delineantes de estilos ya perfectamente perfilados a?os antes por especialistas de talla m¨¢s que contrastada, pero gozan de tantas tablas a la hora de desarrollar poco m¨¢s de una hora de un espect¨¢culo de recio y robusto rock con denominaci¨®n de origen norteamericano que incluso su prestaci¨®n sobre el escenario sale ganando muchos enteros con respecto a su producci¨®n discogr¨¢fica. Tony Scalzo y Miles Z¨²?iga, alternativamente o conjuntados, son dos eficaces cantantes sobrados de entusiasmo (su actitud jovial fue parte determinante de que la sala se fuera caldeando) y de savoir faire: dulcemente mel¨®dico el primero y potente y desenfadado el segundo. En su radioformulable concepto del rock (que dignificar¨ªa cualquier FM) puede que no cueste mucho rastrear la huella de Badfinger, Cheap Trick o algunas de las luminarias del genuino power pop de finales de los 70, en ese terreno de sano revisionismo en el que bandas de los 90 como Urge Overkill se quedaron ancladas para siempre. Hicieron valer su inveterado oficio tanto a la hora de recuperar temas de sus primeros ¨¢lbumes (como Are you ready for the fallout? o la costelliana The Way, su tema m¨¢s popular) como a la hora de presentar la en¨¦rgica tarjeta de visita de su nuevo largo (con Mercenary Girl o Lou-Ee, entre sus puntos ¨¢lgidos).

Pero donde realmente se lucieron como banda vers¨¢til, con un saludable sentido del humor nada pretencioso fue en una recta final marcada por su peculiar toma de la ranchera Volver, volver (en un correcto castellano) y su versi¨®n del All I have to do is dream de The Everly Brothers.