Viaje al centro de Ciutat Vella
El reportero ausculta el coraz¨®n de Barcelona 18 a?os despu¨¦s de la campa?a 'Aqu¨ª hi ha gana' y descubre pobreza, paro y soledad
El mes de marzo de 1987 moder¨¦ en el Casc Antic de Barcelona una mesa redonda que cerraba la campa?a Aqu¨ª hi ha gana. En aquella mesa redonda un cincuent¨®n, fontanero de profesi¨®n, se levant¨® a la hora del coloquio y dijo: "Tengo cuatro hijos y todos, como yo, est¨¢n en el paro. Algunas veces pienso que ya somos suficientes para formar una banda armada y poder ir atracando por ah¨ª". No lo hicieron. Los pobres suelen ser gente de orden. Paco Candel me cont¨® el caso de un vecino, en paro, sin subsidio, tuberculoso y abandonado por su mujer, que estaba angustiado por lo que le pod¨ªa pasar al morir Franco. "?Ay, Paco, que igual viene una revoluci¨®n y lo perdemos todo!", le dijo. Y Paco le respondi¨®: "Con lo mal que te va, una revoluci¨®n ser¨ªa la ¨²nica oportunidad que tendr¨ªas para poder ganar algo".
Dieciocho a?os despu¨¦s de aquella turbulenta mesa redonda, he vuelto a patear el barrio, que ha sido noticia porque los medios de informaci¨®n han denunciado la suciedad, el incivismo, la inmigraci¨®n y la delincuencia, todo metido en el mismo cesto, como una dram¨¢tica problem¨¢tica. Son problemas, no cabe duda. Pero llama la atenci¨®n que no se haya denunciado un problema mayor, ya enquistado: el barrio, en el que viven 35.000 personas, el 27,7% de ellas mayores de 65 a?os (5.577) y el 36% inmigrantes (con un aumento del 126% los ¨²ltimos tres a?os) debe afrontar el triple problema de la pobreza, el paro y la soledad.
Una pobreza, un ¨ªndice de paro y una soledad extrapolables a otros barrios de ciudades espa?olas en los que el n¨²mero de personas mayores que viven solas y el de parados est¨¢ 10 puntos por encima del de los restantes barrios de la ciudad. El Casc Antic de Barcelona podr¨ªa ser el espejo de muchos barrios de Espa?a: alto porcentaje de infraviviendas, mala conservaci¨®n de los edificios, esperanza de vida 10 a?os inferior a la de los ciudadanos que viven en barrios con mayor salubridad y mayores ingresos econ¨®micos, aumento de la poblaci¨®n marginal y consiguiente mutaci¨®n de residentes, siendo los ancianos y econ¨®micamente d¨¦biles los que se quedan en el barrio viendo, paradojas de la Barcelona del dise?o, como en una zona deficitaria en tantas cosas se levanta un nuevo mercado, el de Santa Catarina, cubierto con un tejado tan espectacular como caro."Un despilfarro", seg¨²n frase de Pilar Mercad¨¦ compartida por gente del barrio. En 1987 Pilar Mercad¨¦ trabajaba en una farmacia del barrio. El mostrador de la farmacia era un buen puesto de observaci¨®n para radiografiar los problemas del barrio. La inseguridad ya estaba en la calle. La del robo o la del atraco, pero tambi¨¦n la inseguridad que da tener que vivir con 15.000 pesetas al mes. Por eso puso en marcha la campa?a Aqu¨ª hi ha gana y por eso dej¨® la farmacia y se invent¨® Prisba, fundaci¨®n que le ha permitido escuchar como durante los ¨²ltimos 18 a?os los pol¨ªticos reconoc¨ªan que en el barrio hay pobreza, paro y soledad, sin actuar en¨¦rgicamente para su erradicaci¨®n. "No se va m¨¢s all¨¢ de unas pol¨ªticas de contenci¨®n, no se planifica a corto y medio plazo. No se da la proximidad necesaria entre el pol¨ªtico y el ciudadano", afirma Pilar Mercad¨¦, que cree en la providencia en t¨¦rminos cristianos -"alguna puerta se abrir¨¢", dice-, pero no en una Iglesia que usa los templos para ganar dinero con bodas, sin preocuparse de lo que pasa a su alrededor. "Al decir eso, ?piensa usted en la hermosa y vecina bas¨ªlica de Santa Maria del Mar?", le he preguntado. Ha re¨ªdo. Creo que piensa en las muchas Santas Mar¨ªas del Mar que debe de haber en el mundo.
Ella y otros muchos como ella han seguido adelante sin quemarse porque, si tienes sensibilidad para mirar, la pobreza y la soledad te ofrecen historias m¨ªnimas que infunden esperanza. Cuando Prisba abri¨® su centro de d¨ªa, una anciana de 90 a?os preguntaba diariamente al terminar la jornada: "?Ma?ana estar¨¢ abierto?". "?Por qu¨¦ tienes esa obsesi¨®n de que esto puede cerrar?", le preguntaron. La mujer respondi¨®: "Porque ¨¦sta es la primera cosa buena que me pasa en mi vida y tengo miedo de que se acabe".
Prisba ha crecido permaneciendo fiel a una filosof¨ªa: "El gran reto que nos planteamos era conseguir que el pragmatismo -la mejor opci¨®n posible- y la utop¨ªa -la mejor opci¨®n deseable- se diesen la mano". Hoy Prisba da trabajo a 35 personas, muchas de ellas extra¨ªdas de un mundo de precariedad laboral o exclusi¨®n social, en tres locales en los que, reivindicando que all¨ª se trabaja con personas, se han dignificado los espacios para acabar con la idea de que "como se trabaja con pobres, no importa que los locales sean cutres".
El centro de d¨ªa acoge a 30 personas, y su comedor social, a otras 30.
Un servicio de duchas presta servicio a los que no la tienen en casa, facilit¨¢ndoles en caso necesario toalla y jab¨®n.
Una tienda de ropa de segunda mano y objetos usados, que van desde una pulsera al Diario ¨ªntimo de S?ren Kierkgaard que una mano an¨®nima don¨® sin haber le¨ªdo seg¨²n se intuye por el estado de sus p¨¢ginas, todo a un euro la pieza, permite dar trabajo a ocho personas y ganar dinero para sufragar parte de otros servicios. En la tienda, cuyo alquiler cobra el Ayuntamiento, propietario del local, lo que al defensor del pueblo catal¨¢n le parece una verg¨¹enza, tambi¨¦n funciona un taller de costura para arreglo de ropa y mucha gente joven del barrio se viste all¨ª por un euro. Hay una chica que compra casi cada d¨ªa y cuando tiene el ropero lleno vuelve a donar a la tienda los vestidos y las blusas. Se da el gustazo de tener la sensaci¨®n de vestir de alquiler.
Completan los servicios de la fundaci¨®n una lavander¨ªa que mueve 10.000 kilos de ropa cada mes y tiene como clientes a hoteles de cinco estrellas y un servicio a domicilio para 80 personas, en su mayor¨ªa ancianas, que no pueden valerse por s¨ª mismas ni en lo f¨ªsico ni en lo material.
Como ese anciano de mirada cansada:
-?Y usted tiene hijos?
-Una hija.
-?La ve con frecuencia?
-Una hora, una vez al mes. Nos vemos en un bar a medio camino de su casa y de la m¨ªa.
-?Y eso?
-Va muy ajetreada. Vive lejos.
El anciano no expresa tristeza en el tono de su voz. Las cosas son as¨ª, el mundo es as¨ª, viene a decir con el fatalismo del que asume la soledad como consecuencia l¨®gica de la ruptura de la estructura familiar.
En el Eixample, explican las asistentes sociales que desde hace a?os se mueven en ambientes degradados, la pobreza es vergonzante. Has de entrar en los viejos pisos y ver encima de la mesa migas de pan y restos de chocolate para intuir que ¨¦sa fue la cena; hay que observar el cristal de la ventana, que se rompi¨® y ha sido sustituido por un cart¨®n; se ha de saber leer la pobreza en esos datos y en la observaci¨®n del paseo matutino del hombre que sosteniendo una bolsa de pl¨¢stico recorre lentamente la ruta de las papeleras y en las s¨¢banas remendadas y en los abrigos pulcros a primera vista, ra¨ªdos si los observas con atenci¨®n. En el Casc Antic la pobreza se ve, se huele, no es vergonzante, te siguen explicando asistentes sociales con experiencia de muchos a?os en la prospecci¨®n de la marginaci¨®n de una clase media en la que la muerte del marido dej¨® a la viuda con una pensi¨®n que no da para vivir en un tiempo en el que la familia nuclear ha entrado en crisis. Por eso, hoy, entre la pobreza vergonzante y la pobreza expl¨ªcita se da una coincidencia: la nueva pobreza tiene rostro de mujer. Mujer mayor o joven, con hijos a su cargo o inmigrada.
En mi paseo por el barrio me han presentado a Mercedes, nacida en Per¨² hace 44 a?os. Asistente social en Lima, el Gobierno de Fujimori le peg¨® la patada laboral pag¨¢ndole 920 d¨®lares en compensaci¨®n por sus 18 a?os de trabajo. Se gast¨® 900 en un billete para Espa?a, compr¨® chocolatinas para sus hijos con los 20 d¨®lares restantes y pidi¨® prestados 500 d¨®lares para iniciar su aventura so?ando hacer dinero y poder regresar a su pa¨ªs para montar un negocio. Lleva 15 a?os en Espa?a. En ese tiempo contrajo un c¨¢ncer de est¨®mago, vivi¨® en la calle, se divorci¨® y, como miles de inmigrantes, vio esfumarse el sue?o de la fortuna. En Lima tiene dos hijos. Con ella vive una hija de corta edad. Los fines de semana ense?a castellano a unos rumanos que le pagan lo que pueden, que no es mucho.
-?Cu¨¢nto gana al mes?
-790 euros.
-?Env¨ªa dinero a sus hijos?
-350 euros mensuales.
-Le quedan 440. ?C¨®mo los distribuye?
-Para la comida de la ni?a en el colegio, 100 euros; para el alquiler del piso compartido, 210 euros; en chucher¨ªas para mi hija, 40 euros.
-Le quedan 90 euros...
-Luz, agua, gas...
-?Comida?
-Me la da Prisba. Para m¨ª y mi hija.
-?Cu¨¢l es el ¨²ltimo capricho que se ha dado?
-Dos camisetas de un euro, en la tienda de la fundaci¨®n. Una para m¨ª y otra para mi hija.
-?Y los hijos de Lima qu¨¦ dicen?
-Que no me olvide de enviar dinero cada mes. S¨®lo me ven como una m¨¢quina que les remite fondos. No te preguntan qu¨¦ te pasa si te notan triste, no se preocupan de tus enfermedades, no se acuerdan de tu cumplea?os.
-?Sue?a con quedarse aqu¨ª o con volver a su pa¨ªs?
-Con volver.
-?Y mientras... ?
-Me pregunto por qu¨¦ trabajo, para qu¨¦ vivo...
-?Y... ?
-Cierro los ojos y me digo: ten esperanza.
En este barrio, espejo de miles de barrios repartidos por la geograf¨ªa espa?ola, ha variado el perfil del drogadicto, que ha dejado de ser heroin¨®mano para hacerse cocain¨®mano, lo que a primera vista es menos desagradable y menos conflictivo, pero a medio plazo acabar¨¢ siendo igual de destructivo.
En estas calles tan iguales a otras la sociedad es m¨¢s individualista que hace dos d¨¦cadas, el sentido de barrio se ha perdido y se acusa la crisis de una renovaci¨®n generacional de liderazgos.
Calles habitadas por gentes con rostros en los que se lee la dificultad que representa para los ancianos pasar con 295 o 400 euros de pensi¨®n mensual y vivir en viejas casas sin ascensor ni ducha, pese a lo cual los alquileres han subido el 37,7% el ¨²ltimo trimestre y se pagan 710,85 euros mensuales por un piso de 62 metros cuadrados, 111 euros m¨¢s que a principio de a?o, seg¨²n datos de la C¨¢mara de la Propiedad Urbana. La presi¨®n de mafias inmobiliarias sobre inquilinos ancianos para que abandonen sus viviendas con alquileres bajos es tan sutil como tenaz y perversa.
El 60% de las familias del barrio tienen dificultades para llegar a fin de mes y las quejas xen¨®fobas se dejan o¨ªr: que si a los inmigrantes les dan m¨¢s que a nosotros, que si a m¨ª me han negado lo que le han dado a un inmigrante, que me han dicho que no me pod¨ªan dar lo que he visto que le daban a la negrota de mierda... Son quejas que no entienden de prioridades: el aut¨®ctono pobre es el mayor enemigo del inmigrante en estado de miseria extrema, pero hay casos en los que se demuestra que la aproximaci¨®n de culturas es el mejor ant¨ªdoto al racismo.
A la anciana le pusieron una joven inmigrante magreb¨ª para ayudarla en sus tareas dom¨¦sticas. La recibi¨® con recelo. "Esas moras...". La joven inmigrante ten¨ªa una hija. "No podr¨¦ venir mientras mi hija tenga vacaciones de Navidad en la guarder¨ªa", le dijo la magreb¨ª a la anciana en las v¨ªsperas de las fiestas. A la anciana se le hundi¨® el mundo. Se hab¨ªa habituado a la compa?¨ªa de la inmigrante. "Que venga la ni?a contigo", le dijo. La ni?a entr¨® en la casa de la anciana mirando de reojo. "Mira, hasta es mona", pens¨® la anciana mir¨¢ndola. "Y adem¨¢s es educada, ya ves t¨²". Anciana y ni?a se cogieron simpat¨ªa en pocas horas. Las dos acabaron pasando las vacaciones navide?as sentadas a la mesa, con la anciana ense?ando a la ni?a a escribir y a leer. Tambi¨¦n le cont¨® cuentos. Y al final, abri¨¦ndose, la anciana confes¨®: "He disfrutado en el papel de abuela. Estaba tan sola...".
En este barrio, como en tantos otros, proliferan un sinf¨ªn de asociaciones. Cuarenta entidades se mueven por las calles del Casc Antic, cada una de ellas con sus protagonismos a cuesta y celosas de sus espacios. Al otro lado de La Rambla, en el Raval, pasa otro tanto. Hay quien sostiene que la lucha contra la pobreza acaba provocando pobreza mental entre los que la combaten y hay quien opina que cuando el Ayuntamiento paga un buen sueldo a dirigentes de algunas de esas asociaciones, cosa que sucede, la cr¨ªtica se desvanece como un juego manipulado en el Rey de la Magia, hist¨®rico establecimiento que en una calle del barrio aguanta milagrosamente los embates de la jugueter¨ªa electr¨®nica y la crisis de la imaginaci¨®n.
En el Casc Antic conviven zonas empobrecidas con zonas de servicios, museos y calles con bares de copas y tiendas de dise?o que poco tienen que ver con el entorno comercial del barrio de toda la vida, que, por jubilaci¨®n de sus due?os o por no saber o poder transformarse, va viendo desaparecer el tejido tradicional de sus tiendas, como antes vio desaparecer el Born y la estaci¨®n de Francia, centros neur¨¢lgicos que le daban vida, dos motores de dinamizaci¨®n econ¨®mica.
La economista que desde la zona alta de Barcelona lleg¨® un d¨ªa al Casc Antic para trabajar all¨ª y tom¨® contacto con la realidad del barrio reconoce, pasados ya tres a?os de lo que fue una experiencia traum¨¢tica: "La primera semana fue terrible, no dorm¨ªa, pens¨¦ que no podr¨ªa seguir trabajando aqu¨ª". No le hab¨ªa pasado nada. Simplemente hab¨ªa descubierto un mundo que al ni?o del selecto colegio de la parte alta convendr¨ªa que le ense?aran: cuando en la clase les mandaron hacer una redacci¨®n sobre qu¨¦ es ser pobre, el ni?o escribi¨®: "Ser pobre es que tu padre sea pobre, tu madre sea pobre, el jardinero sea pobre, el ch¨®fer sea pobre, las criadas de casa sean pobres".
El anciano que antes de que lo ingresasen en una residencia pagaba mensualmente 300 euros de alquiler y percib¨ªa una pensi¨®n de 240 euros ten¨ªa muy claro qu¨¦ era ser pobre.
-?C¨®mo sobreviv¨ªa si ya de entrada empezaba el mes con un d¨¦ficit de 60 euros?-, le he preguntado a una educadora que se sabe el barrio de memoria a fuerza de patearlo.
-Lo sacaba adelante una prima lejana que repet¨ªa que el primo era una buena persona sin suerte en la vida.
-Como tantos otros.
-La prima, por ejemplo. Una bell¨ªsima persona que un d¨ªa tuvo que dejar de ayudar porque la hab¨ªan despedido del trabajo y la que necesitaba ayuda era ella.
-Joder...
-Si le contase...
?Qu¨¦ me contar¨ªa? Que hay tiendas del barrio que f¨ªan a los clientes de toda la vida sabiendo que un d¨ªa no cobrar¨¢n. Que hay tenderos que en la frugal compra del anciano -m¨¢s desvalido que las mujeres para moverse por los recovecos de la asistencia social- a?aden discretamente un bote de leche o de mermelada. Que hay ancianos a los que se ha sacado de cub¨ªculos inmundos en los que malviv¨ªan entre suciedad, se les ha ingresado en una residencia y la han abandonado para volver a su cubil porque no soportan la disciplina. Que el viejo inmigrante sin futuro que se lavaba en una fuente y se alimentaba con las donaciones de las tiendas del barrio rechaz¨® educadamente la oferta de volver a su pueblo africano con los gastos pagados porque, dijo, aqu¨ª ten¨ªa una fuente y en su pueblo de casas de adobe deb¨ªa andar seis horas para poder encontrar agua.
La educadora me contar¨ªa que ahora, como hace 18 a?os, estos pobres son tan dignos, est¨¢n tan impregnados de una cultura, que hasta pagan cada mes la p¨®liza del entierro aunque se queden sin comer, con lo barato que resulta esperar de cuerpo presente a que el Ayuntamiento cargue con el muerto. Ah¨ª est¨¢n, silenciosos, esperando su hora, con la p¨®liza del entierro bien a la vista encima del viejo aparador del comedor. No sea que la muerte llegue sin avisar.
La se?ora se llama Isabel. Es viuda. Lleg¨® a Barcelona hace muchos a?os emigrando de un pueblo del sur. La mujer que un d¨ªa a la semana le ayuda en tareas dom¨¦sticas y compra se llama Silvia, y dej¨® su pa¨ªs, Ecuador, cuando el pa¨ªs quebr¨® y la gente huy¨® en estampida no tanto del hambre como de la desconfianza ante la clase gobernante.
Yo: "?Cu¨¢nto tiempo lleva en Espa?a?".
La asistenta: "Tres a?os. En Ecuador tengo dos hijos y uno aqu¨ª trabajando en la construcci¨®n, pero el patr¨®n hace dos meses que no le paga".
La se?ora: "Un sinverg¨¹enza. Son los que hoy viven".
Yo, a la se?ora: "?De Silvia agradece m¨¢s el trabajo o la compa?¨ªa?"
La se?ora: "Todo".
Silvia: "Creo que le gusta m¨¢s la compa?¨ªa que el trabajo".
La se?ora: "Ella trabaja y yo hablo".
Yo: "?De qu¨¦ hablan?".
Silvia: "Me habla de Franco".
La se?ora: "Un brib¨®n. Todo para ¨¦l, todo para ¨¦l...".
Yo, a la se?ora: "?Hijos?"
La se?ora: "Tres, pero les veo poco".
Yo, a Silvia: "?Vive usted muy justa?"
Silvia: "Despu¨¦s de enviar 200 euros a mis hijos y pagar 300 de alquiler me quedan 200 euros para gastos. Pero hay gente que vive peor que yo".
Yo, a la se?ora: "?Y c¨®mo pasa el tiempo sin Silvia?"
La se?ora: "Echada en la cama y viendo la televisi¨®n. Si tengo ganas, cosa que pasa pocos d¨ªas, cojo pan seco y se lo voy a tirar a las palomas. Algunas veces voy al club de jubilados y me tomo un cortado, pero hablo con poca gente. En los pueblos se pasaba miseria, pero en la ciudad la gente se habla poco, que es otra forma de miseria. ?Que el piso est¨¢ bien puesto? Es bonito, pero es triste porque no hablas con nadie".
Yo, a Silvia: "?Y usted tiene amigas?"
Silvia: "No. S¨®lo me relaciono con mi hijo y con las se?oras a las que ayudo. ?C¨®mo me distraigo? No tengo tiempo. Llego a casa cansada y acabo de agotarme haciendo la cena, preparando la comida del d¨ªa siguiente, limpiando... Mi distracci¨®n es ir a la cama y dormir. Pero me quiero quedar aqu¨ª y traer a mis dos hijos. En Ecuador no hay esperanza. Aqu¨ª la puede haber".
Hace 18 a?os los representantes del Ayuntamiento y de la Generalitat que participaban en la mesa redonda dijeron: "Nos comprometemos a solucionar todos los problemas del barrio". La noticia fue acogida por los asistentes con una inmensa risotada colectiva. Si algo ha cambiado es que ahora la gente ya no reir¨ªa. Pero en esos a?os tambi¨¦n ha muerto la rebeld¨ªa y lo que se palpa es una ciudadan¨ªa proclive al grito y la algarada, pero no a la protesta s¨®lida, solidaria. En 1987 los vecinos que llenaron el local en el que se debatieron los problemas del barrio criticaban a los pol¨ªticos pero cre¨ªan en la pol¨ªtica. Hoy ese vecindario desprecia a los pol¨ªticos y ha dejado de creer en la pol¨ªtica. Es ya un terreno abonado para el populismo.
El mes de diciembre de 1986 entrevist¨¦ a Pasqual Maragall, por entonces alcalde de Barcelona:
-?Constata usted que aumentan las bolsas de pobreza?
-S¨ª. La miseria se asienta, se enquista en la ciudad porque en otros sitios no tiene ni la oportunidad de expresarse.
-?Y qu¨¦ hace el poder pol¨ªtico?
-La verdad es que no sabe mucho lo que tiene que hacer.
-?No hay un tratamiento excesivamente economicista de la pobreza, de la marginaci¨®n?
-Es que no hay dinero.
-?Y c¨®mo pedir paciencia al que lo pasa mal?
-Ve y dale pan, pero piensa que no tendr¨¢s pan para todos. Olv¨ªdate, trata de olvidarte de lo que est¨¢ pasando realmente.
En esas estamos, a la vuelta de dos d¨¦cadas. A los que en 1987 se quejaban de que no pod¨ªan vivir con 15.120 pesetas al mes, el representante el Ayuntamiento en la rueda de prensa les dec¨ªa: "Paciencia, no se puede hacer todo de golpe". A los que en 2005 se quejan de que no pueden vivir con 300 euros al mes, las autoridades les aconsejan que se dirijan a C¨¢ritas.
A lo largo de los a?os Pilar Mercad¨¦ ha mantenido vivo un ideal: que la prioridad pol¨ªtica sean las personas. Paseas por el Casc Antic, conversas con sus gentes, entras en sus casas y tomas conciencia de que ese ideal sigue siendo eso, un ideal, un sue?o, una utop¨ªa que la pol¨ªtica maquilla en tiempo electoral.Como estaba previsto, la ley mantiene algunas excepciones a la moratoria. Las m¨¢s importantes afectan a las grandes tiendas de venta de coches, barcos, maquinaria y materiales de construcci¨®n que tengan m¨¢s de 2.500 metros cuadrados. Tampoco se ver¨¢n afectados por la suspensi¨®n de licencias las grandes tiendas previstas en planes ya aprobados por los ayuntamientos y los traslados de grandes superficies dentro de un mismo municipio, siempre que el comercio en cuesti¨®n tenga m¨¢s de 10 a?os de antig¨¹edad.
Pero la Asociaci¨®n Nacional de Grandes Empresas de Distribuci¨®n (ANGED), que agrupa a las principales firmas del sector, pone el grito en el cielo ante la nueva pr¨®rroga. Un portavoz de la organizaci¨®n empresarial afirma que: "En la ANGED hay honda preocupacion por el hecho de que se ampl¨ªe sistem¨¢ticamente la moratoria, que siempre debe ser considerada como un instrumento transitorio. Pero sumamos ocho a?os de moratorias y se est¨¢n convirtiendo en el eje central de una pol¨ªtica de freno a nuevas aperturas, sin un debate que pueda orientar inversiones, plazos de aperturas y servicios a los consumidores", a?ade esta patronal.
El PP, en contra
CiU, que retir¨® su enmienda a la totalidad de la ley la semana pasada al aceptarse parte de sus propuestas, no har¨¢ casus belli del alargamiento de la moratoria, seg¨²n Oriol Pujol, diputado y ponente de la ley. El PP, en cambio, est¨¢ en desacuerdo. "No aceptamos m¨¢s retrasos y no nos es suficiente que se diga que no se quiere agotar el plazo", recalca el diputado de este grupo Josep Llobet. "Alargar la moratoria crear¨¢ inseguridad jur¨ªdica porque la enmienda que han introducido es contradictoria con otras disposiciones de la ley", agrega Llobet.
La tramitaci¨®n parlamentaria de la ley que regular¨¢ la apertura de grandes comercios -a partir de 2.000 metros cuadrados en las ciudades de m¨¢s de 25.000 habitantes- se aceler¨® la semana pasada. Los grupos del tripartito -PSC, ERC e ICV- y CiU han pactado varias enmiendas para tratar de frenar el avance de algunas cadenas multinacionales de electr¨®nica, art¨ªculos deportivos, electrodom¨¦sticos y cultura que se han hecho fuertes en pocos a?os en superficies de menos de 2.000 metros cuadrados, el umbral a partir del cual se precisa licencia de la Generalitat en las grandes ciudades.
Junto a la moratoria, a trav¨¦s de una enmienda al proyecto de ley se pretende que los negocios de art¨ªculos deportivos y productos de l¨ªnea blanca y marr¨®n tengan un tratamiento diferenciado en el decreto que otorgar¨¢ la superficie disponible para abrir tiendas.
Mientras que la ANGED est¨¢ en contra de la nueva moratoria, la principal patronal de peque?os comerciantes, la Confederaci¨®n de Comercio de Catalu?a (CCC), pide restricciones adicionales en la nueva ley que frenen el avance de algunas grandes y medianas cadenas. "No apoyaremos la ley si no recoge que en las grandes ciudades, Barcelona y L'Hospitalet principalmente, se considerar¨¢n grandes superficies comerciales las que tengan m¨¢s de 1.000 metros cuadrados en los sectores de equipamiento de la persona, hogar y art¨ªculos deportivos", afirma el secretario general de la CCC, Miquel ?ngel Fraile. "Es inexcusable hacerlo porque ah¨ª viven cerca del 30% de los habitantes de Catalu?a y est¨¢ el 40% de la renta disponible", a?ade.
Catalu?a es una de las comunidades aut¨®nomas con menos presencia de grandes centros comerciales. Seg¨²n la Asociaci¨®n Espa?ola de Centros Comerciales (AECC), que preside Javier Garc¨ªa-Renedo, a mediados de este a?o hab¨ªa 91 en Madrid, 48 en la Comunidad Valenciana y 44 en Catalu?a, pese a tener las dos primeras menos habitantes que ¨¦sta. En Andaluc¨ªa, con un mill¨®n de habitantes m¨¢s que Catalu?a, hab¨ªa 80 centros, seg¨²n la AECC.
Seg¨²n el Departamento de Comercio, que dirige el consejero Josep Huguet, entre los a?os 2002 y 2004 la Generalitat autoriz¨® 11 grandes centros comerciales. S¨®lo tres de ellos tienen m¨¢s de 18.000 metros, y est¨¢n en Castelldefels, Barcelona y L'Hospitalet de Llobregat. El resto de los autorizados van desde uno de 14.000 metros cuadrados en Salt a otro en Viladecans de similar superficie, pasando por instalaciones de 3.793 metros en Barcelona y de 6.360 en Reus, adem¨¢s de otras m¨¢s peque?as.
La Generalitat mantuvo durante toda la etapa de CiU en el Gobierno una pol¨ªtica restrictiva de apertura de grandes centros. El Gobierno de Pasqual Maragall quiere cambiar el criterio, pero manteniendo una posici¨®n de signo restrictivo en la concesi¨®n de licencias. En adelante, predominar¨¢ el criterio de permitir las implantaciones en las "tramas urbanas consolidadadas" y desplegar en un decreto posterior el mapa donde podr¨¢n instalarse las empresas en las m¨¢s de 50 poblaciones capitales de comarca o con m¨¢s de 25.000 habitantes. A falta de aprobar la ley y el decreto, el consejero de Comercio ya ha advertido de que "la nueva ley no ser¨¢ una barra libre" y de que "si hay zonas que est¨¢n saturadas comercialmente, no se permitir¨¢ la apertura de m¨¢s grandes superficies".
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