Limbo y VPO
Hace ya mucho, con tan s¨®lo un par de a?os desgobernando Zaplana, el entonces titular de Econom¨ªa, Vicente Rambla, presentaba a los medios de comunicaci¨®n su informe anual. La prolija exposici¨®n y la aridez de las cifras me permitieron echar un vistazo por aquel tomo y hasta fijarme en un dato que llamaba poderosamente la atenci¨®n: la construcci¨®n de viviendas de protecci¨®n oficial hab¨ªa ca¨ªdo en picado. En el turno de preguntas me interes¨¦ por las causas de tan vertiginoso descenso, pero el conseller aseguraba no tener la respuesta a mano prometiendo que la buscar¨ªa e inmediatamente me la har¨ªa llegar. Y hasta hoy.
Aquella explicaci¨®n que a¨²n me debe, como la del alcalde de Bienvenido Mister Marshall, debe haber ca¨ªdo en un agujero negro junto a las cientos de miles de VPO que desde entonces jam¨¢s se han llegado a edificar. No lo digo yo, sino el propio S¨ªndic de Greuges, tan poco sospechoso de rojo peligroso. Que a su vez ha basado su informe en los estudios de la misma conselleria ahora airadamente agraviada. Porque la reacci¨®n gubernamental ha sido casi tan descalificadora como cuando el mismo Bernardo del Rosal no tuvo m¨¢s remedio que sacar los colores a Bienestar Social por la inacci¨®n ante la violencia de g¨¦nero. Se defiende el Ejecutivo a s¨ª mismo y le defienden los constructores, que algo tendr¨¢n que ganar haciendo de paladines. Quiz¨¢ es que ni urbanizadores ni gobernantes se han enterado de que ya no hay limbo, que lo acaba de decir el Papa de Roma. Los que siguen ah¨ª son los Cerros de ?beda, donde el soldado prefer¨ªa hacer el amor antes que la guerra y por donde ahora ramonean los discursos oficiales. Porque vamos a ver, se?oras y se?ores: en el a?o internacional de la F¨ªsica, las VPO o est¨¢n o no est¨¢n. Si no se las ve, ni se las toca, ni se puede vivir en ellas, es que no est¨¢n.
Babia tambi¨¦n existe. Pero no para quienes necesitan piso ni para el S¨ªndic de Greuges. Menos mal.
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