Y la imagen se hizo palabra
En una calle rodeada de bosque, en Vallvidrera superior, existe una casa que esconde mucha historia. All¨ª vive sola una mujer, Nerina Bacin, que en los a?os cuarenta y hasta ahora ha conocido y tratado a los artistas Joaquim Sunyer, Josep Obiols, Picasso, ?
ngel Ferrant, Manolo, Alfred Opisso, Camilo Jos¨¦ Cela, Eugenio d'Ors, Gabriel Celaya, Miguel Delibes, Vicente Aleixandre, Sebasti¨¤ Gasch, Llu¨ªs V. Foix, Josep Maria de Sagarra, Pablo Neruda, Blas de Otero, entre otros. Pintores y escritores mezclados gracias a una feliz idea que a mediados de los a?os cuarenta tuvo su esposo, Jaume Pla, pintor y grabador por excelencia que dio al grabado un lenguaje completo de expresi¨®n art¨ªstica. Totalmente autodidacta, Jaume Pla es un referente de la alta bibliofilia gracias a las ediciones de La Rosa Vera, que anim¨® a los artistas Francesc Tod¨®, Albert R¨¤fols Casamada y Pere Pruna a aventurarse en el arte del grabado bajo las directrices de Pla. Aun se conserva el estudio, con sus pinceles y sus buriles, tal como lo dej¨® a su muerte, hace 10 a?os. Ahora, el estudio es tambi¨¦n un peque?o almac¨¦n de recuerdos, de dibujos y grabados de infinidad de artistas, de libros y cat¨¢logos, de fotograf¨ªas... Nerina sigue velando por la memoria de su marido, del que, hace pocos d¨ªas, se clausur¨® una exposici¨®n en el Museo de Arte Moderno de Tarragona. A sus m¨¢s de 80 a?os, Nerina conserva la frescura, el buen humor y la inteligencia que siempre han guiado su vida. Es una mujer culta, que habla m¨¢s de cinco idiomas, doctorada en filosof¨ªa, amante de los grandes viajes, de conversar con los amigos que la visitan, de escuchar m¨²sica y de contemplar el paisaje que se rinde a sus pies desde los ventanales de su casa. Nerina, que dej¨® de trabajar cuando se cas¨® con Pla, que aparentemente vivi¨® a su sombra, que le ayud¨® en todo lo que pudo, que segu¨ªa su trabajo con la m¨¢s extrema discreci¨®n... Es un placer hablar con ella, escuchar su historia y la de su marido mientras recorremos su casa, como un museo en medio de un bosque de pinos y encinas, con su laurel que le tapa media vista, pero que se resiste a cortar.
Nerina vela por la memoria de su marido, Jaume Pla, que dio al grabado un lenguaje completo de expresi¨®n art¨ªstica
La vida de Jaume Pla es tan apasionante como la suya. Pla hab¨ªa nacido en Rub¨ª y era un pintor de brocha gorda que le¨ªa a Plat¨®n y a Plutarco y se relacionaba con los artistas de Terrassa y del Cercle Art¨ªstic Sant Lluc de Barcelona. La Guerra Civil lo pill¨® con 22 a?os y enamorado de Norma, la hermana mayor de Nerina, que entonces ten¨ªa 13 a?os. Se enrol¨® en el batall¨®n de Joaqu¨ªn Maur¨ªn, en las milicias del POUM; seguramente estuvo al lado de George Orwell en els Fets del Maig de 1937 y, tras pasar a Francia, acab¨®, como muchos, en el campo de Saint-Cyprien. Consigui¨® escaparse y tras volver de inc¨®gnito a Barcelona vivi¨® bajo un nombre falso. La suerte le sonri¨® y continu¨® pintando paredes y todo lo que pudo: pantallas, bisuter¨ªa, cer¨¢mica. Hasta que la crisis de la construcci¨®n, a principios de los cuarenta, le empuj¨® a recorrer las editoriales de la ¨¦poca con una carpeta de dibujos. Era el gran momento de los libros ilustrados y Pla empez¨® a conocer el arte del grabado, del que se hizo especialista. Su mujer muri¨® de un accidente y se cas¨® con Nerina.
Nerina Bacin es hija de italianos que educaron a sus hijas en la libertad y la cultura. Por esto, el joven Jaume Pla qued¨® fascinado por ellas cuando las conoci¨®. Nerina se gradu¨® en filosof¨ªa y se doctor¨® en Roma. Entr¨® a trabajar en la editorial Salvat, que para ella fue su segunda universidad. All¨ª iban a parar todos los catedr¨¢ticos e intelectuales que el franquismo expulsaba de sus cargos. En verano viajaba en autoestop por toda Europa. Eran los a?os cincuenta, y esta manera de ver mundo era tan usual que en las afueras de las ciudades hab¨ªa monjas y ejecutivos con el cartelito colgado del pecho. Nerina se cas¨® y dej¨® de trabajar. Era 1945 cuando a Pla se le ocurri¨® la idea de publicar una serie de colecciones de grabados acompa?ando un texto. Le cost¨® lo suyo encontrar a un editor a quien no le importara perder dinero: ser¨ªa V¨ªctor M. d'Imbert y la colecci¨®n se llamar¨ªa La Rosa Vera. Empez¨® con 13 suscriptores. La primera publicaci¨®n fue Les coses benignes, con texto de Joaquim Ruyra y grabados del propio Pla. Pero el problema m¨¢s grande era que los artistas no conoc¨ªan la t¨¦cnica del grabado y Pla les facilit¨® su estudio y sus conocimientos. Respetaba el estilo de cada artista y procuraba que el dibujante no pensara en el futuro grabado. Una vez finalizado el dibujo Pla les propon¨ªa la t¨¦cnica m¨¢s adecuada para convertirlo en grabado, aunque colaboraron profesionales de esta t¨¦cnica como Ricart, F. Domingo y, a t¨ªtulo p¨®stumo, Xavier Nogu¨¦s. Pero la gracia de La Rosa Vera fue que acab¨® invirtiendo las t¨¦cnicas de la ilustraci¨®n corriente: era el grabador quien escog¨ªa el tema y el escritor quien a?ad¨ªa su relato luego.
La Rosa Vera se expandi¨® entre los escritores y artistas de toda Espa?a. Los grabados se expusieron en Francia y la Biblioteca de Par¨ªs le compr¨® los dos primeros vol¨²menes. A?os m¨¢s tarde Pla recibi¨® dos premios Ciutat de Barcelona y la medalla del FAD. La colecci¨®n termin¨® en el a?o 1985 y se expuso en el Palau de la Virreina: Els 98 gravadors de La Rosa Vera. Tres meses antes de morir Pla gan¨® el Premi Sant Joan con el dietario De l'art i de l'artista. Nerina me cuenta muchas m¨¢s cosas, en este estudio iluminado por el sol del mediod¨ªa, y cuando me marcho pienso en todas esas mujeres silenciosas, o silenciadas, como Nerina, o N¨²ria Folch, esposa de Joan Sales, mujeres admirables, siempre discretas, que cultivan el recuerdo del personaje que quiz¨¢ las eclips¨®.
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