Por qu¨¦ ha triunfado Evo Morales en Bolivia
En 1993, Bolivia eligi¨® a su primer vicepresidente aymara, V¨ªctor Hugo C¨¢rdenas. Feliz por la cobertura positiva que se le hab¨ªa dado a Bolivia esos d¨ªas, llegu¨¦ de vacaciones a Cochabamba dispuesto a celebrar la buena nueva con mis compatriotas. Deb¨ªamos estar orgullosos de un l¨ªder ind¨ªgena que hablaba seis idiomas y ten¨ªa un doctorado de una prestigiosa universidad francesa. Recuerdo, sin embargo, mi sorpresa al descubrir que para buena parte de la clase media a la que yo pertenec¨ªa, la elecci¨®n de C¨¢rdenas como acompa?ante de f¨®rmula de Gonzalo S¨¢nchez de Lozada -en su primer gobierno- era una mala noticia. Un domingo me enzarc¨¦ en una discusi¨®n con mi t¨ªo, quien me dijo: "?Te imaginas si le pasa algo a S¨¢nchez de Lozada? ?Vamos a tener a un indio de presidente!". En su tono se condensaba todo el horror de una clase social muy poco dispuesta a aceptar los cambios estructurales que comenzaban a sacudir al pa¨ªs. Le dije a mi t¨ªo que no ve¨ªa nada malo en el hecho de que un representante de la mayor¨ªa gobernara el pa¨ªs por primera vez. "Si eso ocurre, ah¨ª te quiero ver", respondi¨®. "Har¨¦ mis maletas, y seguro nos encontraremos en el aeropuerto".
Recuerdo estas cosas ahora, despu¨¦s de las hist¨®ricas elecciones presidenciales del pasado domingo, en las que un candidato aymara, Evo Morales, ha triunfado de forma contundente. Hace poco desayun¨¦ con ese t¨ªo que m¨¢s de diez a?os antes se hab¨ªa escandalizado ante la sola idea de que un indio fuera presidente, y le pregunt¨¦ qu¨¦ pensaba de Morales. Me dijo que no comulgaba con sus ideas, que Estados Unidos le iba a poner trabas por todas partes, pero que al menos los preceptos m¨¢s fuertes del ideario ind¨ªgena eran "no robar, no matar, no mentir", y que con Evo se acabar¨ªa el robo descarado al erario nacional que hab¨ªa caracterizado a los gobiernos democr¨¢ticos de los ¨²ltimos veinte a?os. Le record¨¦ lo que me hab¨ªa dicho tiempo atr¨¢s sobre C¨¢rdenas, y le pregunt¨¦ qu¨¦ era lo que hab¨ªa cambiado en el pa¨ªs. Me dijo que ahora ten¨ªamos experiencia acerca de lo que hab¨ªan sido los gobiernos de los partidos tradicionales: corruptos, carentes de una visi¨®n nacional. Para ¨¦l, el desgaste de esos partidos tradicionales justificaba plenamente el ascenso de Evo. Ese ascenso no era tanto una virtud de Evo, sino el resultado de la debacle econ¨®mica a la que S¨¢nchez de Lozada y otros presidentes neoliberales hab¨ªan conducido al pa¨ªs.
En las palabras de mi t¨ªo encontraba un eco de lo que mi padre me hab¨ªa dicho en agosto de 2002, al ver por la televisi¨®n, admirado, al 30% de los representantes del nuevo Parlamento de extracci¨®n ind¨ªgena: "Los indios son el 60% de la poblaci¨®n; alg¨²n rato les tiene que tocar". Nuevamente, no se trataba tanto de los logros de Evo, sino de una suerte de predestinaci¨®n hist¨®rica: Evo aparece en el momento adecuado, cuando el pa¨ªs se encuentra lo suficientemente maduro como para asumir la idea de un presidente ind¨ªgena (el proceso hist¨®rico, en este caso, primero fue muy lento -m¨¢s de un siglo y medio-, y luego se aceler¨® bruscamente: tan s¨®lo hace diez a?os la posibilidad de un indio presidente era muy resistida en el mundo urbano, y pr¨¢cticamente no exist¨ªa en el mundo rural).
En ese "alg¨²n rato" de mi padre se expresaba el hecho de que un sector de la clase media ten¨ªa cierto sentido del momento hist¨®rico que vive Bolivia. Mi padre recordaba, en su infancia cochabambina en la d¨¦cada del cuarenta, a los pongos, esos indios condenados a la m¨¢s humillante de las servidumbres. Las familias de la ¨¦lite regalaban pongos a sus hijos, para que ¨¦stos se encargaran de todas las necesidades de esos chiquillos privilegiados. Los pongos deb¨ªan dormir en el suelo, junto a la puerta de la habitaci¨®n del se?or al que serv¨ªan, por si a ese se?or se le ocurr¨ªa despertarse a las tres de la ma?ana y pedir un vaso de agua. Eran los pongos quienes se encargaban de traer entre sus manos el excremento de llama tan necesario para crear un buen fuego en la cocina.
Un sector de la clase media y de la ¨¦lite observa el proceso hist¨®rico boliviano de la misma manera en que lo hac¨ªan el Pr¨ªncipe Fabrizio y su sobrino Tancredi en El Gatopardo. En esa gran novela de Lampedusa, ambientada en la Sicilia de 1860, estaba claro que la aristocracia deb¨ªa ceder sus posiciones ante la inminente unificaci¨®n de Italia; el triunfo de Garibaldi significaba tambi¨¦n el triunfo de las clases populares. El pr¨ªncipe miraba todo con escepticismo, aunque sab¨ªa que su clase hab¨ªa fracasado estrepitosamente; su sobrino, admirador de Garibaldi, trataba de sacar partido de la nueva situaci¨®n bajo la ¨¦gida de la frase "algunas cosas deben cambiar para que todo permanezca igual". As¨ª, mi padre y mi t¨ªo representan a los que no votaron por Evo pero entienden por qu¨¦ el l¨ªder aymara ha triunfado, y tengo amigos empresarios que, como Tancredi, proclaman su apoyo a Evo Morales. Mi cu?ado, gerente de ventas de una empresa de alimentos, me dice que vot¨® por Evo porque as¨ª se evitar¨¢n los bloqueos salvajes que paralizaron la econom¨ªa del pa¨ªs e hicieron caer a dos presidentes en los ¨²ltimos dos a?os. "Para que se acaben los bloqueos, hay que votar a los bloqueadores", me dijo con una sonrisa, orgulloso de su manera tan astuta de entender las cosas.
Si un sector de la clase media y de la ¨¦lite se acomoda a la nueva realidad, y otro sector -los intelectuales de izquierda, los universitarios- cree genuinamente que s¨®lo Evo puede garantizar el verdadero cambio en el pa¨ªs, otro sector mira todo ese proceso con miedo (a veces, en la misma persona, se pueden encontrar el acomodo, la admiraci¨®n y el miedo al mismo tiempo). La campa?a de Tuto Quiroga, el ex presidente y gran opositor de Evo, explot¨® al m¨¢ximo ese temor; sus spots televisivos suger¨ªan que con Evo en el poder se perder¨ªan fuentes de trabajo, se estatizar¨ªa la econom¨ªa e incluso se cambiar¨ªa la bandera nacional por la wiphala (la bandera de los aymaras). Quiroga tambi¨¦n se?al¨® que la amistad de Evo con el presidente venezolano Hugo Ch¨¢vez s¨®lo le traer¨ªa desgracias a Bolivia. No han faltado los editoriales acerca de la inevitable "chavezaci¨®n" del pa¨ªs, y en los barrios residenciales se escuchan conversaciones de gente que est¨¢ segura de que Evo ordenar¨¢ la confiscaci¨®n de la propiedad privada, expropiar¨¢ las tierras de los grandes hacendados, y les cortar¨¢ el cuello a los due?os de f¨¢bricas y a los gerentes de banco.
Por supuesto, el temor de buena parte de la clase media y la ¨¦lite no se debe s¨®lo a las razones coyunturales que explot¨® la campa?a de Tuto. Las razones son de larga data y tienen que ver con traumas y culpas anidadas en lo m¨¢s profundo del imaginario criollo. Se trata, por as¨ª decirlo, de la inevitable venganza del pongo. Los abusos a los que ha sido sometido el indio desde la colonia deben desembocar en una "guerra de las razas". El aymara T¨²pac Catari se sublev¨® hace m¨¢s de dos siglos y siti¨® La Paz durante casi un a?o entero; Catari fue apresado y luego descuartizado por caballos que jalaron en direcciones opuestas. Dicen que, antes de morir, Catari dijo: "Volver¨¦ y ser¨¦ millones". Para muchos, el retorno ha comenzado. Son millones; Evo es apenas la punta de lanza. Buena raz¨®n para no haber votado por Evo. O para haber votado por ¨¦l.
Edmundo Paz Sold¨¢n es escritor boliviano.
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