"El perfeccionismo puede llegar a ser castrador"
Un sof¨¢ amarillo acoge a una mujer peque?a vestida de negro con voz y modales suaves y rostro de redondez juvenil. Habla de la historia del hombre nudo. De un Fedro contempor¨¢neo atormentado ante la traici¨®n de su coraz¨®n. De quien tiene la voluntad como credo y se niega a vivir los sentimientos en Para otros es el para¨ªso (Alfaguara).
Quien habla es Piedad Bonnett (Antioquia, 1951), un nombre que en Espa?a no dice mucho, mientras que en Colombia no hay semana en que no suene en alg¨²n ¨¢mbito cultural. Es uno de sus mejores escritores por poemarios como De c¨ªrculo y ceniza y El hilo de los d¨ªas (premio Nacional de Poes¨ªa); Lo dem¨¢s es silencio: Antolog¨ªa po¨¦tica (Hiperi¨®n); un mapa literario del Nobel colombiano El mundo seg¨²n Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, y ¨¦sta su segunda novela, que se publica en Espa?a.
"En mi novela narro la historia de quien forja su fracaso al controlar su vida a costa del amor"
Sus libros exploran el amor, redescubren la infancia y delatan la pulsi¨®n de la muerte. Lo hace con situaciones cotidianas en versos ¨ªntimos, y ahora "en novelas con trama y tensi¨®n narrativa donde busco el lirismo y el lenguaje preciso". Le parece tramposo cuando un poeta promete escribir narrativa y lo que ofrece es prosa po¨¦tica.
La llave para entrar en Para otros es el para¨ªso est¨¢ en el umbral de la novela con la confesi¨®n tard¨ªa de Alvar, el protagonista: "Quiz¨¢ sea un error construir una existencia sobre el poder de la voluntad". Surge as¨ª el retrato de un hombre perteneciente a una generaci¨®n cargada de limitaciones de expresi¨®n afectiva. "De quienes privilegian el raciocinio frente a los sentimientos: es el hombre nudo, atado culturalmente a la racionalidad. No es algo fisiol¨®gico", dice la autora.
Alvar es la continuaci¨®n de un personaje de la primera novela de Bonnett, Despu¨¦s de todo. Un Fedro que prefiere el llanto solitario ante la sola idea de que ese amor correspondido le atolondre el coraz¨®n y se opaque un d¨ªa. "Es la historia de c¨®mo un hombre apasionado por el saber, perfeccionista y sensible forja su fracaso al querer controlar su vida y sacrifica la vivencia del amor. Es un cobarde. Cree en la voluntad de hacer su vida como la piensa. Cuando la verdad es que el perfeccionismo puede llegar a ser castrador, un gran limitante", afirma la escritora en un hotel madrile?o.
Olvida el personaje Alvar que una parte de la gracia del mundo se debe al azar, advierte Bonnett. Porque, agrega, "la vida es un acto de malentendidos y desencuentros donde el azar influye, y hay que darle una oportunidad porque lleva impl¨ªcita una liberaci¨®n. La voluntad hace y el azar deshace".
Parte de la culpa de la capacidad de sorpresa y exploraci¨®n es del sentido com¨²n que "va contra la imaginaci¨®n", afirma la narradora y poetisa. Sin negar que a ¨¦l se debe parte del orden del mundo, porque "ser¨ªa un caos si sucumbi¨¦ramos a todos nuestros deseos". Aunque insiste en "la importancia de dar oportunidades, despojarse de miedos". Vivir. Sentir. Intentar la conquista de un trozo del para¨ªso que no es s¨®lo para otros. Ya lo dice el narrador frente al hallazgo del amor: "Prevemos el dolor, y sin embargo nos lanzamos a la aventura, pues la preferimos al domesticado tedio".
No Alvar. ?l prefiere la comodidad, la monoton¨ªa conocida antes que repetir el proceso del amor. Lo hace, seg¨²n Bonnett, por desencanto, descreimiento y escepticismo de ilusi¨®n, que se arrostra en torno a un hombre guapo y admirado. Es el lado triste de la belleza. "Nada subyuga y domestica m¨¢s que la belleza", sentencia el narrador y lo confirma la autora: "No hay que olvidar que la belleza genera servidumbres". O puede convertirse en yugo, desatar el dolor y robar el aliento por su capacidad de obnubilar a quien la siente, la reconoce, la contempla.
Para otros es el para¨ªso transcurre en el mundo universitario. En el centro del saber, la pasi¨®n de Alvar. "Llevo 23 a?os como profesora universitaria y cada vez me desilusiono m¨¢s de sus jergas y de las especializaciones que se suelen exaltar demasiado. Y a veces lo que encubren son mediocridades. La Universidad est¨¢ penetrada por la impostura al tener el prurito del conocimiento".
"Pero estamos para ense?ar, por eso reivindico al maestro del renacimiento que no necesita escribir papers cada dos meses para validarse". Entonces esa mujer de voz suave, vestida de negro en la esquina de un sof¨¢ amarillo, se vuelve vehemente: "Las vidas no tienen que justificarse sobre grandes obras. T¨² puedes tener una vida sencilla de conocimiento y eso la justifica".
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