El poeta y la lechuza

Brilla la luna y la lechuza, que hasta esta tarde estuvo viviendo en las ruinas del castillo, se posa sobre la rama del olivo y se queda pensando en sus cosas, que son muchas y tristes.

-No se inquiete usted, se?or¨ªa -le pide el poeta, acerc¨¢ndose silenciosamente por detr¨¢s-. No pretendo darle un garrotazo. Ya s¨¦ que algunos colegas dan los garrotazos con sus poemas, es cierto, pero eso es harina de otro costal. Lo ¨²nico que yo quiero ahora es hablar un ratito con usted.

-Lo siento, pero no me seduce la idea -le contesta la lechuza, volviendo la mirada a otro lado-. Me dir¨¢ usted que es Nochebuena y que ¨¦sta es una noche ideal para que los hombres -incluidos los animales- dialoguen entre s¨ª y olviden sus diferencias, pero no creo que usted y yo podamos entendernos nunca, ni siquiera durante estas fechas en las que se repiten tantos t¨®picos. Yo soy una criatura de la noche y usted ama el sol y las flores. No se ha comido un rat¨®n vivo en toda su vida. No hay pues soluci¨®n. S¨¦ que no nos entenderemos. Nuestros respectivos puntos de vista son diametralmente opuestos.

El poeta no insiste, y se retira tristemente a su rinc¨®n. Esta noche ha encontrado un nuevo motivo de infelicidad.

Javier Tomeo (Quicena, Huesca, 1935) acaba de publicar Doce cuentos de Andersen contados por dos viejos verdes (Cahoba).