Paradojas del progreso
Estos d¨ªas de sobredosis familiar y de amistad m¨¢s o menos obligada, permiten tomar el pulso a personas que conoces desde hace tiempo y con quienes contrastas peri¨®dicamente estados de ¨¢nimo. Ese peque?o y poco representativo universo nos descubre sensaciones de bienestar relativo en lo material y de significativo desasosiego en los aspectos emocionales o subjetivos. La mejora de muchos par¨¢metros materiales que caracterizan la calidad de vida son muy significativos si nos ce?imos a una parte mayoritaria de la poblaci¨®n. Pero no parece que esa mejora en el bienestar genere una satisfacci¨®n paralela en los aspectos an¨ªmicos. Puede ser que una parte de esa desafecci¨®n provenga de la conocida reacci¨®n de quienes siempre piensan que podr¨ªan estar mejor. Incluso viviendo en el Ed¨¦n podr¨ªan surgir quejas sobre lo previsible y mon¨®tono que resultar¨ªa una dieta permanente de leche y miel. Pero la insatisfacci¨®n sobre nuestra forma de vivir parece apuntar a algo m¨¢s de fondo. Producimos ingentes cantidades de productos cada vez m¨¢s personalizados y que responden a complejas fantas¨ªas de servicio, pero al mismo tiempo generamos tal estr¨¦s y presi¨®n sobre nuestras vidas que parece que no tengamos tiempo ni ocasi¨®n para disfrutar de todo ello. La gente tiene m¨¢s cosas que nunca, pero al mismo tiempo est¨¢ crecientemente insatisfecha.
Algunos autores han buscado diversas explicaciones a ese fen¨®meno que afecta sobre todo a los pa¨ªses m¨¢s desarrollados. Algunos apuntan a la "ansiedad de escoger" (originada por una desmesurada y desbocada oferta que trata de asimilar autonom¨ªa individual con opci¨®n de consumo). Otros hablan de "la negaci¨®n de la abundancia" (por la cual, por mucho que se tenga, siempre se tiene la sensaci¨®n de carecer de algo importante). Tambi¨¦n hay quien se refiere a la "ansiedad del colapso" (generada por la convicci¨®n, reforzada crecientemente, de que la prosperidad de Occidente se basa en un derroche de recursos naturales y de explotaci¨®n de terceros que no puede ni podr¨¢ sostenerse). Se menciona asimismo la "revoluci¨®n de las expectativas alcanzadas" (como esa sensaci¨®n de vac¨ªo que produce el conseguir lo que largamente se buscaba, pero que una vez alcanzado te deja sin objetivos). En general, lo que parece claro es que la expansi¨®n del consumo, de la capacidad de gasto y del bienestar material, no llena a muchas personas, y les genera nuevas inquietudes m¨¢s dif¨ªciles de resolver en una tienda cualquiera. De la "necesidad material" estar¨ªamos pasando a la "necesidad de sentido". Y si bien proliferan libros de autoayuda, espacios de antiestr¨¦s o actividades m¨²ltiples de relajaci¨®n, est¨¢ bastante claro que no hay una gran oferta de "sentido vital" circulando.
Regis Debray apuntaba recientemente que si Freud hubiera podido pasearse entre los restos humeantes de los coches quemados por los adolescentes de la banlieu de Par¨ªs, no se habr¨ªa sentido reconfortado por la aparente desconexi¨®n entre la revuelta y las motivaciones religiosas integristas, sino que, al contrario, hubiera se?alado a la carencia de sacralidad como la gran causa devastadora. Los arrabales de Par¨ªs no dispon¨ªan hace 40 o 50 a?os de las condiciones materiales ni de los servicios p¨²blicos con que cuentan hoy. Las exigencias eran claras y espec¨ªficas, y estaban bien alimentadas por los ideales seculares del movimiento obrero y por el sentido de pertenencia a una clase, a una comunidad, a un barrio, que colectivamente trataba de salir de una situaci¨®n considerada estructuralmente injusta. La desafiliaci¨®n, la desconexi¨®n social, ha ido sustituyendo las banderas por las mercanc¨ªas, los l¨ªderes sociales por los cantantes de rap. En los comentarios de Debray late la nostalgia por una ¨¦poca y una ¨¦pica en la que la esperanza agitaba corazones y movilizaba colectivos. Y ve en los sucesos de Par¨ªs la simple desesperaci¨®n de los v¨¢ndalos, dejados de lado por el capitalismo, y que carecen de sentido de pertenencia alguno. No tienen lazos subliminales que les unan en torno a ideales comunes. ?Cu¨¢l es su proyecto? ?Cu¨¢les son sus valores?
La alusi¨®n a Freud y a la religi¨®n nos traslada a una de las ¨²ltimas obras del ilustre profesor vien¨¦s: El malestar de la cultura. Como es bien sabido, en ese trabajo Freud nos advierte de que la b¨²squeda desenfrenada de los individuos desde su m¨¢s tierna edad del puro placer, sin l¨ªmite alguno, s¨®lo puede hacernos desembocar en un aumento incontrolable de la violencia y la agresividad. En este sentido, los elementos sagrados, los elementos de autoridad reconocidos como tales, permitir¨ªan ajustar, encuadrar las pulsiones individuales que sin esos l¨ªmites se desbordan violentamente. La crisis de las instancias estructuradoras (familia, escuela, profesi¨®n, Estado...) y su aparente sustituci¨®n por el individualismo consumista generar¨ªa crecientes explosiones de agresividad incomprensible. Frente a ello, aparecer¨ªa el recurso a la autoridad represiva como ¨²nica alternativa, pero esa v¨ªa autoritaria y coactiva se apoyar¨ªa s¨®lo en la fuerza, no en una autoridad reconocida como tal. Falta autoridad simb¨®lica, sacralidad compartida, elementos que configuren sentido individual y colectivo. Nos sobra autoritarismo y nos falta autoridad. Nos falta orden colectivo. Y ante esas carencias no son suficientes nuevas leyes y ordenanzas. Un supermercado nunca generar¨¢ comunidad ni sentido de pertenencia. Los modelos sociales de referencia m¨¢s en boga se basan en personas y situaciones que muestran altos y sofisticados par¨¢metros de consumo, inalcanzables por v¨ªas naturales, y por tanto generadoras de ansiedad por encontrar atajos r¨¢pidos y simples. Los m¨¢s j¨®venes son los m¨¢s sensibles a esos reclamos narcisistas. No es sencillo resacralizar nuestras vidas con mimbres religiosos o pol¨ªticos oxidados o profundamente erosionados.
Pero es tambi¨¦n evidente que el progreso material, si no va acompa?ado de sentido vital, de concreci¨®n colectiva y compartida de progreso, s¨®lo generar¨¢ tensiones e insatisfacciones.
Joan Subirats es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la UAB.
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