Matrimonio, naci¨®n
Es curioso darse cuenta de que, por m¨¢s que la vida fluye como el r¨ªo de Her¨¢clito, en el ¨¢mbito de las ideas los patrones permanecen m¨¢s o menos igual durante siglos. Hay esquemas mentales, por as¨ª decir, que aunque fueron gestados hace tiempo y con ocasi¨®n de problemas de entonces, siguen siendo v¨¢lidos en cuanto esquemas para encarar y comprender mejor realidades actuales.
Un ejemplo de esto lo encontramos en el debate de hoy concerniente a palabras comunes del tipo "matrimonio" y "naci¨®n". Dejaremos de lado por el momento la constataci¨®n de que nos hemos vuelto muy aficionados a discutir acerca del significado de estas palabras. M¨¢s interesante resulta apreciar c¨®mo los posicionamientos y las actitudes que se adoptan en esas discusiones reproducen un debate medieval -aunque con ra¨ªces griegas- referido al denominado "problema de los universales". Se trata, en definitiva, de la vieja disputa entre esencialistas y nominalistas, una controversia que va m¨¢s all¨¢ del inter¨¦s puramente acad¨¦mico, pues trasciende el marco de la filosof¨ªa para afectar seriamente a la concepci¨®n del Derecho (el debate entre iusnaturalistas y positivistas) y, por tanto, a la configuraci¨®n del ordenamiento jur¨ªdico. Y las leyes, obvio es decirlo, s¨ª que guardan relaci¨®n direct¨ªsima con los intereses de los ciudadanos.
Desde una perspectiva esencialista, los nombres comunes del tipo "matrimonio" y "naci¨®n" son palabras que designan realidades trascendentes a las cosas mismas, a los individuos en este caso. Son vocablos que nombran objetos ideales caracterizados por un conjunto de predicados o atributos necesarios, sin los cuales la cosa nombrada no es lo que se dice que es. Para los nominalistas, en cambio, los nombres comunes son meros flatus vocis, palabras vac¨ªas que no designan realidades a?adidas (las esencias) a las cosas, sino que estos nombres son usados por pura conveniencia pragm¨¢tica.
En lo que a las consecuencias civiles y pol¨ªticas de una y otra perspectiva se refiere, la gran diferencia entre esencialistas y nominalistas estriba en que, para los primeros, las relaciones entre las personas se tienen que ajustar al modelo de una definici¨®n preestablecida e inamovible: "El matrimonio es"... (y no puede ser de otra manera), "la naci¨®n X es"..., etc¨¦tera. Sin embargo, los nominalistas parecen tener m¨¢s claro que la vida es siempre otra cosa y que escapa a la indisolubilidad de las rigideces conceptuales. Lo que importa para estos, en el terreno civil y pol¨ªtico, es la forma de encauzar las relaciones humanas con el fin de acercarse en la medida de lo posible a los objetivos de prosperidad y felicidad, adem¨¢s de realizar los valores modernos que son plenamente constitucionales. Esto es tanto como decir que la modernidad se instaur¨® con el triunfo de los nominalistas, afines a la Ciencia, en detrimento de los esencialistas, propiamente vinculados a la Metaf¨ªsica. Y en efecto, suena rancio hoy en d¨ªa adoptar posiciones metaf¨ªsicas a la hora de regular la convivencia humana.
?Desde luego, siempre habr¨¢ quien defienda una tercera v¨ªa en esta clase de debates! Por ejemplo, se puede entender que "matrimonio" y "naci¨®n" son palabras cuyo significado est¨¢ en funci¨®n de los fines e intereses compartidos y expresados mediante la voluntad de los ciudadanos. Pero bueno, a poco que se considere esta v¨ªa se ver¨¢ que, en el l¨ªmite, siempre acaba por triunfar una u otra posici¨®n, esencialista o nominalista, en la configuraci¨®n de las leyes por el Parlamento, expresi¨®n ¨¦ste de la voluntad popular.
No ser¨¢ del todo, seguramente, una casualidad, pero lo cierto es que muchas veces los mismos que expresan sus dudas -u organizan la bronca, seg¨²n el grado de nerviosismo acumulado- en torno a la conveniencia o no de emplear la palabra "matrimonio" para designar la uni¨®n por Derecho Civil de dos personas mayores de edad cualesquiera, se exaltan tambi¨¦n ante el uso del t¨¦rmino "naci¨®n" en un estatuto de autonom¨ªa que, en definitiva, posee legalmente una fuerza y un rango inferiores a la propia Constituci¨®n. Aun as¨ª, ser¨ªa deseable no olvidar que la voluntad e intenciones de las personas deber¨ªan prevalecer en todo caso en funci¨®n de los fines y valores compartidos por la mayor¨ªa.
Se puede insistir en lo que ha sido la historia hasta ahora, en lugar de aceptar las variaciones pol¨ªticas y civiles consustanciales a la democracia. Pero si se insiste demasiado en ello, se acabar¨¢n cosificando estos dos ancianos y venerables vocablos, matrimonio y naci¨®n, en nombre de ciertas connotaciones comunes a ambos que justifican las posiciones de inmovilismo.
Jes¨²s Gisbert es profesor de filosof¨ªa.
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