Anciano
Un juez federal considera probado que John Demjanjuk, de 85 a?os, particip¨® activamente en la exterminaci¨®n de jud¨ªos en varios campos de concentraci¨®n durante la II Guerra Mundial. El anciano, seg¨²n las evidencias reunidas por este magistrado norteamericano, contravino las leyes de inmigraci¨®n al ocultar su pasado nazi y, por tanto, reclama su deportaci¨®n a Ucrania, su punto de origen. La sombra de Iv¨¢n el Terrible, responsable del exterminio de 870.000 personas en el campo de concentraci¨®n de Treblinka, vuelve a planear sobre este ucraniano, que ya fue identificado como tal a principios de los a?os setenta por un grupo de localizaci¨®n de criminales de guerra. Unos a?os despu¨¦s, el Gobierno de los Estados Unidos retir¨® la nacionalidad a este discreto empleado de una factor¨ªa de autom¨®viles y fue entregado a Israel, donde fue juzgado y, en base a testimonios de supervivientes de los campos de concentraci¨®n, condenado a muerte. Pero tras cinco a?os en el corredor de la muerte, el Tribunal Supremo israel¨ª revoc¨® la sentencia tras verificar que unos documentos desclasificados en la antigua Uni¨®n Sovi¨¦tica desviaban todas las acusaciones hacia otro militar, Ivan Marchenko. Demjanjuk regres¨® a los Estados Unidos con todos sus derechos restaurados, pero entonces otra investigaci¨®n prob¨® su participaci¨®n en cr¨ªmenes de guerra en tres campos de concentraci¨®n, entre ellos el de Sobibor en Polonia, en los que ocup¨® puestos de responsabilidad. Ahora, mirando la fotograf¨ªa de este abuelo con la calva protegida por una gorra, en su cara ya no queda ning¨²n indicio de ferocidad. Ni si quiera deja claro si fue Iv¨¢n el Terrible o cualquier otro terrible sanguinario nazi, incluso ni si fue un reservado operario en una f¨¢brica de coches en Cleveland. La acci¨®n de los radicales libres sobre las c¨¦lulas han borrado toda culpabilidad de su cutis. ?sa es la cirug¨ªa est¨¦tica m¨¢s ansiada por un asesino: la m¨¢scara de la propia ruina humana. Demjanjuk ya ha ganado la batalla: es un apacible abuelito, como quiz¨¢ Marchenko o como lo fue Rudoph Hess maquillado con la locura antes de suicidarse en la c¨¢rcel de Spandau.
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