A ambos lados del t¨²nel

Un t¨²nel separa en dos la vida de Fede (Junio Valverde, muy bien en el papel): a un lado, el amenazante y al tiempo protector ¨²tero del barrio, suburbio de una capital en los a?os finales del franquismo; del otro, su colegio, el sue?o de promoci¨®n social de su madre, esos religiosos que abrir¨¢n nuevas sendas en el porvenir de su hijo. Y a ambos lados del t¨²nel se juegan las cosas; entre la dureza del presente y la irreal, aunque esperanzadora promesa del futuro; entre el pasado negro (la ni?a Down, su progenitor, la pobreza) y lo que vendr¨¢. O de otra manera, Fede y el t¨²nel son, a la vez, personajes y sin¨¦cdoques, partes por el todo de un pa¨ªs llamado Espa?a.

No es ¨¦sta la ¨²nica, aunque s¨ª la mayor, lectura entre l¨ªneas que autoriza un filme tan desequilibrado como apasionante, tan lleno de ideas como carente de un rumbo preciso para llevarlas, todas, a buen puerto. Cuadro de un tiempo y de un pa¨ªs de irrepetibles esperanzas, el filme es tambi¨¦n (y es ¨¦ste uno de sus logros mayores) el sensible, cuidadoso retrato de un despertar a la vida, en un mundo que, como ha sido siempre antes de que habl¨¢ramos de acoso infantil, se mov¨ªa entre la ferocidad y la ternura, entre el deseo y su represi¨®n; entre la incertidumbre y la esperanza.

Filme de inspiraci¨®n m¨¢s que generosa (con su materia narrativa dar¨ªa para m¨¢s de dos pel¨ªculas, por lo menos), narrado con mano inusualmente segura por un hombre de cine, Santiago Tabernero, con muchas horas a sus espaldas, aunque jam¨¢s hubiera rodado un filme de ficci¨®n. Vida y color es un esperanzador debut y un soplo de buen cine, a veces embarullado, pero siempre generoso; una segura recomendaci¨®n para ciudadanos con memoria.