Alegor¨ªa de M¨¦xico
Parece que la famosa cl¨ªnica oftalmol¨®gica del doctor Barraquer se interpuso en la vida de Juan Villoro (M¨¦xico, 1956) como una llamada del destino: la conoci¨® a causa de un accidente durante su primera visita a Barcelona, en 1979; otro imponderable lo oblig¨® a volver varios a?os m¨¢s tarde. Hab¨ªa en esa experiencia un material demasiado rico de literatura como para no aprovecharlo. De all¨ª sali¨®, en efecto, esta primera novela, El disparo de arg¨®n, que public¨® Alfaguara mexicana en 1991 y que ahora se reedita precisamente en Barcelona, ciudad en la que el autor ha residido varios a?os, en versi¨®n revisada y abreviada.
Pero Villoro es un escritor
EL DISPARO DE ARG?N
Juan Villoro
Anagrama. Barcelona, 2005
262 p¨¢ginas. 16 euros
demasiado consciente y ambicioso como para haber destilado, de aquella an¨¦cdota, un mero sobresalto autobiogr¨¢fico. Lo que construye es una fabulaci¨®n sobre el diverso grado de invisibilidad que puede adoptar el poder, la corrupci¨®n y el caos urbano, sobre todo en la exasperada megal¨®polis mexicana. En El disparo de arg¨®n el joven cirujano ocular Jaime Balmes -narrador en la tradici¨®n de los testigos perplejos de la novela del siglo XX- trabaja en la cl¨ªnica de un ficticio disc¨ªpulo de Barraquer, el doctor Su¨¢rez, en una colonia imaginaria del Distrito Federal. Su carrera parece a punto de dar un salto definitivo cuando le ofrecen dirigir un departamento de la cl¨ªnica, el de Retina. Entonces Balmes, como en una pesadilla, empieza a descubrir la trama que se esconde detr¨¢s, sobre todo el tr¨¢fico ilegal de c¨®rneas hacia Estados Unidos. Varios de sus colegas m¨¦dicos est¨¢n implicados en ella, y Balmes deber¨¢ decidir si toma partido o no en la suculenta conspiraci¨®n.
La enigm¨¢tica M¨®nica, con la que Balmes se abraza en las horas y lugares m¨¢s extra?os, tiene algo de esos personajes, de ascendencia kafkiana, que se sienten atra¨ªdos por los hombres en peligro, cuyo destino ayudan a decidir. Tal como, en un registro muy distinto, har¨¢ tambi¨¦n en la excelente El testigo (Premio Herralde de Novela 2004), Villoro construye aqu¨ª una compleja alegor¨ªa de M¨¦xico. ?D¨®nde empieza el c¨¢ncer social de la corrupci¨®n y la violencia? ?Puede en verdad llegar a extirparse o es, en su invisibilidad, m¨¢s s¨®lido y esencial que cualquier otro ente? ?Qu¨¦ grado de libre albedr¨ªo, de subjetividad no disuelta, le queda a un individuo que vive en una ciudad infinita y extenuada?
El juego entre lo que se mues-
tra y lo que permanece oculto alcanza tambi¨¦n a la notoria voluntad de estilo de la novela. En la prosa de Villoro, todo lo obvio es esquivado en busca de la insinuaci¨®n, de la estela del acontecimiento m¨¢s que del acontecimiento mismo. Es este aire sutil y tenso de s¨ªmbolos lo que se recrea en la lectura. Las buenas novelas se recuerdan menos con el intelecto que con los sentidos. En este caso, con la memoria de la retina, precisamente.
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