Mentira m¨¢s mentira: verdad
Han transcurrido cien a?os desde la difusi¨®n de una de las falsificaciones literarias m¨¢s perdurables y tr¨¢gicas de la historia: los Protocolos de los Sabios de Sion. Con este motivo, la jurista israelita Hadassa Ben-Itto ha publicado el libro La mentira que no ha querido morir, recientemente traducido al espa?ol, en el que, casi con esp¨ªritu detectivesco, sigue la trama de la confecci¨®n y distribuci¨®n masiva del libelo a lo largo del siglo XX. Demuestra, adem¨¢s, c¨®mo a principios del siguiente -es decir, en nuestros d¨ªas- el prestigio del texto es todav¨ªa muy amplio, no s¨®lo en los pa¨ªses ¨¢rabes, donde a menudo se encuentra en las bibliotecas como una obra cient¨ªfica, sino en destinos tan inesperados como Jap¨®n.
El ¨¦xito de los Protocolos parece incre¨ªble si tenemos en cuenta que la falsificaci¨®n, demasiado burda para ser convincente, ya fue demostrada tempranamente; sin embargo, era la propia atm¨®sfera espiritual de la ¨¦poca en que fueron concebidos la que convirti¨® en verdad compartida una absurda mentira. Perdido el inter¨¦s por el sonido originario, el eco se hizo ensordecedor y miles de lectores, seguramente muchos ya predispuestos, escucharon con devoci¨®n el mensaje.
Todo indica, no obstante, que ya en 1921 se pod¨ªa disponer de todas las piezas para recomponer el rompecabezas y, en consecuencia, demostrar que los Protocolos de los Sabios de Sion, el texto que se difund¨ªa en toda Europa para certificar la conspiraci¨®n jud¨ªa internacional, era una tergiversaci¨®n de principio a fin. Los d¨ªas 16, 17 y 18 de agosto de 1921, el Times publicaba una serie de art¨ªculos titulada 'La verdad sobre los Protocolos: una falsificaci¨®n literaria'. Su autor era Philip Graves, por entonces corresponsal del peri¨®dico en Estambul, una ciudad que al actuar como encrucijada de culturas y de rumores le hab¨ªa facilitado el acceso a las claves fundamentales de la historia.
Philip Graves puso al descubierto una trama nacida en Rusia y que parec¨ªa construida seg¨²n la l¨®gica de las mu?ecas rusas. Tal como se presentaban invariablemente en todas las ediciones europeas y americanas, los Protocolos de los Sabios de Sion recog¨ªan los acuerdos de una reuni¨®n secreta de conspiradores jud¨ªos en la que se decidi¨® la estrategia para alcanzar el gobierno mundial. Constitu¨ªan, por tanto, una suerte de manual doctrinario para la conquista del mundo. Este prop¨®sito, quiz¨¢ fant¨¢stico a nuestros ojos, no resultaba tan irreal para las nutridas huestes del antisemitismo que, en efecto, como se demostrar¨ªa pronto, ve¨ªan en los jud¨ªos el principal enemigo a batir, no s¨®lo como causantes de los males existentes, sino tambi¨¦n como los futuros usurpadores del poder.
Pero los agentes sionistas nunca hab¨ªan tenido la magna reuni¨®n que anunciaban tantos pr¨®logos de tantas ediciones ni, por supuesto, hab¨ªan elaborado el texto que dichos pr¨®logos presentaban. Philip Graves mostraba, con gran c¨²mulo de detalles, que los Protocolos eran un montaje de la polic¨ªa secreta zarista, la Okhrana, coincidente en buena manera con la propaganda contrarrevolucionaria que suscitaron los acontecimientos de 1905. Se trataba, en sustancia, de atribuir a los jud¨ªos la tarea de desestabilizaci¨®n de Rusia que oficialmente se otorgaba a los revolucionarios. En su libro Hadassa Ben-Itto ofrece un curioso y sintom¨¢tico dato: cuando en 1918 fue ejecutada por los bolcheviques en Ekaterimburgo, junto a su esposo el zar Nicol¨¢s y sus hijos, la zarina Alejandra Federovna ten¨ªa en su habitaci¨®n, adem¨¢s de la Biblia y Guerra y Paz, un libro llamado Lo Grande en lo Peque?o que conten¨ªa el texto completo de los Protocolos de los Sabios de Sion.
Por las razones que fueran, el instrumento elegido por la polic¨ªa secreta zarista, o por los escritores a su servicio para ser manipulado hasta conseguir el libelo, era una obra del autor franc¨¦s Maurice Joly, publicada en 1860 con el t¨ªtulo Di¨¢logo de Maquiavelo y Montesquieu en el Infierno. Hace algunos a?os, interesado por esta formidable falsificaci¨®n, me hice con el escrito de Maurice Joly. Es un texto bastante original y nada despreciable literariamente con una fuerte carga pol¨ªtica antibonapartista. Una vez le¨ªdo, sin embargo, se hace dif¨ªcil entender por qu¨¦ fue elegido como la base literaria de un libro antijud¨ªo. Hubieran podido servir, con mayor proximidad, muchas otras obras. ?sta tuvo la mala suerte de ser la escogida.
Gracias a Philip Graves, en 1921 todo estaba suficientemente claro, y sus art¨ªculos no hab¨ªan sido publicados en cualquier peri¨®dico de provincias, sino en el Times. Pero la delirante historia de los Protocolos y su dram¨¢tica influencia no hab¨ªan hecho sino empezar. En el libro de Hadassa Ben-Itto hay una viva cr¨®nica que pone de manifiesto el papel del libelo en los acontecimientos que culminar¨ªan en la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto. Baste recordar dos influencias. Henry Ford, el patr¨®n de Ford Motor Company, recurri¨® abundantemente a los Protocolos para realizar su persistente campa?a contra la "conspiraci¨®n jud¨ªa internacional". A expensas de su influencia, una buena porci¨®n de americanos aprendieron a identificar sionismo, comunismo y depravaci¨®n. Por su parte, en Alemania fue nada menos que Alfred Rosenberg, el gran ide¨®logo del racismo, el encargado de publicar los Protocolos de los Sabios de Sion. En la Alemania anterior al nazismo se distribuyeron centenares de miles de ejemplares y, con posterioridad, ya en pleno nazismo, los Protocolos pasaron a ser una prueba definitiva de la perfidia jud¨ªa. Nunca una mentira tan evidente se hab¨ªa convertido en una verdad tan siniestra.
Y aun as¨ª, como ense?a con prolijidad documental Hadassa Ben-Itto en su ensayo, los Protocolos continuaron difundi¨¦ndose con gran regularidad tras la Segunda Guerra Mundial. Fueron denunciados y prohibidos en algunos pa¨ªses, pero en otros se publicaron con total libertad, casi nunca advirtiendo del fraude que significaban y el horror que hab¨ªan contribuido a fomentar. En muchas librer¨ªas y bibliotecas del mundo sigue vigente la torpe manipulaci¨®n que la polic¨ªa secreta zarista hizo de un buen texto literario.
Aunque todo el proceso sea tan escandaloso, los Protocolos no son, pues, un asunto del pasado. Como tampoco pertenecen al pasado ni el m¨¦todo ni el esp¨ªritu que los inspiraron. Cien a?os despu¨¦s de su fraudulenta confecci¨®n asistimos a uncontinuo uso del peor procedimiento pol¨ªtico: la persistencia en la mentira hasta que dicha mentira deba aceptarse como verdad.
En el balance de este primer lustro del siglo XXI tenemos demasiados ejemplos negativos para persuadirnos de que pr¨¢cticas pol¨ªticas y policiales como las que propiciaron los Protocolos pertenecen al pasado. Por el contrario pertenecen a un presente tenebroso que transcurre por los subsuelos del secreto.
En el asunto de las armas de destrucci¨®n masiva, antes de la guerra de Irak, y para justificarla, todo era tan evidente que hasta el pobre Colin Powell, el menos indecente de los pol¨ªticos de entonces, se las vio y se las dese¨®, en las Naciones Unidas, para seguir mintiendo en busca de que la mentira se convirtiera en media verdad y luego en verdad entera. Tres a?os despu¨¦s a nadie parece preocuparle reivindicar que la mentira era ¨²nicamente mentira.
No parece que la metodolog¨ªa vaya a ser distinta en el tema actual de las c¨¢rceles clandestinas de la CIA, con el agravante de que la ignominia puede alcanzar a dirigentes de muchos m¨¢s pa¨ªses que en la ¨¦poca de la guerra de Irak. Es tan obvio que se est¨¢ mintiendo por parte de casi todos a la espera de que la mentira se convierta en verdad que casi da verg¨¹enza seguir las informaciones que afectan al caso.
La historia del montaje de los Protocolos de los Sabios de Sion deber¨ªa ser un texto de referencia para todos nuestros gobernantes. Por sus brutales consecuencias y como espejo de una siniestra y generalizada forma de hacer pol¨ªtica que tantos aprenden con c¨ªnica rapidez: suma dos mentiras y obtendr¨¢s una verdad.
Rafael Argullol es escritor y fil¨®sofo.
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