Una antol¨®gica constata la visi¨®n animista de la naturaleza de Joan Mir¨®
La exposici¨®n re¨²ne en una sala de Pamplona m¨¢s de medio centenar de paisajes
Un total de 57 obras paisaj¨ªsticas de Joan Mir¨® (Barcelona, 1893- Palma de Mallorca, 1983) realizadas en diferentes t¨¦cnicas (pintura, dibujo, escultura y obra gr¨¢fica) despliegan en una sala de Pamplona la visi¨®n animista de la naturaleza, cuyo magnetismo subyug¨® al pintor toda su vida. Joan Mir¨®. Paisajes re¨²ne piezas de la fundaci¨®n mallorquina Pilar i Joan Mir¨® y permanecer¨¢ abierta hasta el 19 de febrero en la galer¨ªa Castillo de Maya (Castillo de Maya, 39).
La antol¨®gica exhibe el primer paisaje conservado de Mir¨®, un peque?o ¨®leo de 1908, en cuyo reverso el artista intervino 52 a?os despu¨¦s. Mir¨® sacrific¨® el paisaje superponiendo un collage de papel prensa y pint¨® una abstracci¨®n en el reverso. La restauraci¨®n de la pieza permiti¨® redescubrir la obra inicial. A partir de ah¨ª se recorren las d¨¦cadas siguientes, si bien la muestra se centra especialmente en la producci¨®n de los a?os 70.
La selecci¨®n presentada por Magdalena Aguil¨®, directora de la fundaci¨®n, y Rogelio Ara¨²jo, su presidente, incluye numerosos trabajos de la etapa mallorquina del autor, entre 1956 y su muerte, en la que el contacto directo con la naturaleza le permiti¨® absorber su energ¨ªa. Con 63 a?os, se instal¨® definitivamente en Palma en un estudio dise?ado por el arquitecto Josep Llu¨ªs Sert, un espacio que fue su gran sue?o.
Figuran en la exposici¨®n m¨²ltiples ejemplos de una madurez cuajada de revisiones, destrucci¨®n y purgas de sus propias obras, pero tambi¨¦n de recuperaci¨®n de sus referencias espirituales, acariciadas en su juventud en Mont-Roig (Tarragona). Asi, se muestra Vignes et oliviers par temps de pluie (1919), repintada en 1978 con una figura femenina de color negro ocultando parcialmente el paisaje inicial.
Aguil¨® destaca que la antol¨®gica muestra a un Mir¨® maduro, m¨¢s desconocido, con una lectura in¨¦dita de un proceso creativo en el que jug¨® con gran atrevimiento el cauce de la experimentaci¨®n. El recorrido lleva al espectador desde la concepci¨®n inicial del paisaje hasta la b¨²squeda de lo esencial, camino de postulados tao¨ªstas, de comuni¨®n pante¨ªsta con la naturaleza. Tres gran acr¨ªlicos de 1973 y 1974, s¨ªntesis iconogr¨¢fica en negro, exhiben ese punto de llegada, tan ligado a la influencia de uno de sus profesores de la escuela de pintura de la Lonja de Barcelona, el paisajista rom¨¢ntico Modest Urgell (Barcelona, 1839-1919).
Los elementos de Urgell (el horizonte, el sol, la luna y las estrellas) se disponen de forma concentrada y se despliegan de forma perenne en su pintura y obra gr¨¢fica.
Mural del Sol
La sala se abarrota de ¨®leos y grafitos sobre contrachapado, de grandes ¨®leos sobre tela, de carboncillos y l¨¢piz de cera sobre cart¨®n arrugado y de serigraf¨ªas sobre tela. Junto a ellos figuran siete fragmentos de la maqueta que realiz¨® para el Mural del Sol encargado por la Unesco para su sede parisina, en los que trabaj¨® entre 1956 y 1959, gouaches, dibujos a bol¨ªgrafo y los extraordinarios ¨®leos Maqueta para Els Gossos II y V (1978).
Pintando con las manos, los dedos, vertiendo pintura sobre el lienzo, colocando las telas en posici¨®n horizontal, directamente en el suelo e incluso caminando por encima de ellas, Mir¨® cre¨® con una fuerza magn¨¦tica que le condujo al uso de objetos cotidianos y materiales no art¨ªsticos (papel de lija, madera, cuerdas, clavos,...) en un ejercicio de trasgresi¨®n pl¨¢stica. Los bronces L'oiseau se niche sur les doigts en fleur (1969) y Oiseau perch¨¦ sur un arbre constatan la aparente facilidad con que el genio catal¨¢n constru¨ªa sus paisajes escult¨®ricos utilizando objetos deliberadamente ambiguos. La contundencia pl¨¢stica de Oiseau (1972) y Femmes et oiseaux devant le soleil (1973) remiten al criterio mironiano de que "una forma nunca es algo abstracto, sino signo de alguna cosa".
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