En manos de una mujer
Tal como se ve en las fotos, Michelle Bachelet aparenta lo que realmente es, una pediatra de sonrisa segura y franca, a la que cualquier madre confiar¨ªa la salud de sus hijos. Pero es una pediatra desde hace a?os sin consultorio, y que ahora deber¨¢ dejar su modesto apartamento en Santiago, donde vive con sus tres hijas, para trasladarse al palacio de la Moneda.
De las historias que se cuentan alrededor de ella, me seduce sobre todo una, que se remonta al mes de enero del a?o 2002. Hasta entonces ha sido ministra de Salud, pero el presidente Ricardo Lagos le ha dado ahora la cartera de Defensa, y ella sostiene la primera reuni¨®n con sus subordinados, que han debido ponerse de pie, en posici¨®n de firmes, como corresponde, cuando ha entrado a la sala. En este caso, subordinados es bastante decir.
El d¨ªa del golpe contra Salvador Allende, el 11 de septiembre de 1973, el padre de la ministra, el general del aire Alberto Bachelet, fue capturado por sus propios compa?eros de armas bajo el cargo de traici¨®n a la patria, porque se hallaba a la cabeza de la oficina gubernamental de distribuci¨®n de alimentos, en tiempos en que destruir o esconder los alimentos era parte de la estrategia de los golpistas.
El general Bachelet fue torturado salvajemente en la C¨¢rcel P¨²blica de Santiago, y muri¨® medio a?o despu¨¦s a consecuencia de las torturas. Pero no todo para all¨ª. La ministra, que ahora se halla rodeada de la c¨²pula militar, fue hecha prisionera junto con su madre, ?ngela Geria, a los pocos d¨ªas del golpe. Llevadas a la siniestra Villa Grimaldi, de donde muchos no salieron vivos, las dos fueron sometidas tambi¨¦n a torturas. Dos a?os estuvieron presas, hasta que se les permiti¨® salir al exilio.
De por medio estos antecedentes, la reuni¨®n va a empezar. La sombra del general Pinochet, que plane¨® con alevos¨ªa y ventaja su propia eternidad de poder, a¨²n vuela sobre las cabezas de los jefes militares, aunque es una sombra de la que no pocos quieren huir. Pero el pasado es como una materia viscosa de la que ninguno de ellos puede despegarse. Saben a qui¨¦n tienen de frente, y ella tambi¨¦n lo sabe. Entonces les dice:
"Soy socialista, agn¨®stica, separada y mujer..., pero trabajaremos juntos".
No les ha recordado que es la hija de un general asesinado, y que fue torturada en las c¨¢rceles militares junto a su madre. No hay para qu¨¦. Si el pasado es a¨²n una materia viscosa para sus subordinados, ella ha decidido hace tiempo dejarlo atr¨¢s. Una vez, en el paraninfo de la Universidad de Guadalajara, o¨ª decir al presidente Lagos, mentor de Michelle Bachelet, al referirse al proceso abierto contra Pinochet, que ¨¦l, como presidente, ten¨ªa el deber de encargarse del futuro. Los tribunales de justicia se encargaban del pasado.
Pero s¨ª les ha recordado que es una mujer, la primera vez en la historia de Chile que las fuerzas armadas son sometidas a una autoridad con enaguas. Y peor para la vanidad castrense, una mujer entrenada para tratar con ni?os. Les ha recordado que es una mujer separada, otro delito de leso machismo. Dos veces separada. Que es agn¨®stica, y con esto les ha querido decir que nadie la ver¨¢ jugar con la religi¨®n ajena, comulgando, por ejemplo, s¨®lo por hacerse propaganda. Y lo de socialista, los se?ores entorchados, que han puesto sus quepis sobre la mesa lustrosa, como si fuera la ¨²ltima ficha que les queda por jugar, lo saben de sobra.
Se entendieron bien. Es lo que ella les hab¨ªa anunciado al poner las cuentas claras aquella primera vez. La ministra pudo hacer que las investigaciones sobre los m¨²ltiples asesinatos cometidos despu¨¦s del golpe fueran llevadas adelante con profundidad, algo que no pod¨ªa lograrse sin el acceso a los archivos de las fuerzas armadas.
En una de sus fotos memorables de entonces aparece vestida con uniforme de campa?a, a bordo de un tanque de guerra Mowak, dedicada a dirigir labores de auxilio para los damnificados de un invierno extremo. Pero aun en esa foto no pierde su cara de pediatra a la que cualquiera puede confiarle sus hijos.
Ahora le han confiado un pa¨ªs entero.
Sergio Ram¨ªrez es escritor y fue vicepresidente de Nicaragua.
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