Insolidarios
Un estatuto de autonom¨ªa, cualquier estatuto, no es un instrumento del separatismo. M¨¢s bien es todo lo contrario, es el marco jur¨ªdico que determina la relaci¨®n que debe existir entre una comunidad y el Estado. Puede suscitar contradicciones, diferentes opiniones, intereses opuestos, pero no puede, en modo alguno, llegar a ser un documento escisionista, puesto que quienes lo propugnan, buscan una forma de unidad, tratan de propiciar un acuerdo. Se discuten las condiciones y las formas de inserci¨®n de una regi¨®n, de una nacionalidad, de una determinada colectividad, en un estado central, nunca la separaci¨®n de ese estado. Por muy importantes que sean las cesiones que deba hacer el estado (y en todos los estatutos se trata de cesiones, grandes o peque?as, de soberan¨ªa) en ning¨²n caso la finalidad de los acuerdos puede consistir en la separaci¨®n. Puede ocurrir que algunos independentistas o nacionalistas consideren, acertada o err¨®neamente, que un grado mayor de autonom¨ªa puede aproximar y allanar el camino de la separaci¨®n, cosa en realidad nada probable. Generalmente los estatutos de autonom¨ªa son de largo alcance, pueden durar, con peque?as reformas, toda la vida y, de hecho, garantizan una larga unidad con el estado de que se trate, al margen de los beneficios que puedan aportar a la comunidad en cuesti¨®n. No facilitan, m¨¢s bien frenan, la independencia, que requiere truculencias de otro tipo. El Estat Catal¨¤ fue proclamado en 1931, antes que el Estatuto del 32 viniera precisamente a moderar las ansias independentistas de los catalanes.
No trato de comentar el proyecto catal¨¢n, que no conozco, sino la situaci¨®n creada donde, a juzgar por el esc¨¢ndalo suscitado por la propuesta de ampliaci¨®n del estatuto, no parece que la gran mayor¨ªa de espa?oles opine que los estatutos sirvan para preservar la unidad de Espa?a, tal como yo pienso. Un gran n¨²mero de ciudadanos, que ignoran todo sobre estatutos y a los que les importan muy poco, se cree las tonter¨ªas que, apelando a su patriotismo, repite el PP sobre sus peligros. No es que yo crea que los dirigentes del PP son tontos, ni mucho menos. Pueden ser reaccionarios o muy reaccionarios, pero no tontos. Creo que saben de sobra de qu¨¦ va el asunto. Se trata de tonter¨ªas t¨¢cticas: sobre que Espa?a se rompe, sobre la imaginada igualdad de los espa?oles, sobre la desintegraci¨®n de la justicia, sobre la insolidaridad. El inter¨¦s del PP se centra en desgastar al Gobierno para recuperarlo cuanto antes y desprestigiar, con insultos, a Zapatero culp¨¢ndole de todo. De lo que hace o no hace, de lo que dice o no dice, sea cierto o falso, sin tener en cuenta las importantes afinidades de fondo que mantienen ambos partidos respecto al problema de los estatutos. En un tono menos agresivo e insultante que los presidentes de autonom¨ªas del PP (si exceptuamos a Rodr¨ªguez Ibarra), los argumentos de los presidentes socialistas son muy parecidos. No puede haber m¨¢s naci¨®n que una, cosa que la Constituci¨®n no dice, solo se?ala que Espa?a es una naci¨®n; la Justicia no se puede dividir; no existe la necesidad de cambiar algo que funciona bien; la bilateralidad discrimina las dem¨¢s autonom¨ªas; la solidaridad quedar¨¢ menoscabada. En mi opini¨®n vaticinios sin consistencia. Nada que pueda ser contrastado en la pr¨¢ctica.
Este ¨²ltimo argumento de la solidaridad, bastante t¨®pico, resulta curioso. Una colectividad acepta voluntariamente obligaciones comunes, no necesariamente iguales, despu¨¦s de llegar a acuerdos sobre su aportaci¨®n y los l¨ªmites de su contribuci¨®n. Si se le obliga a aceptar una situaci¨®n que considera injusta no cabe hablar de solidaridad. Habr¨¢ que llamarlo compensaci¨®n obligatoria o de cualquier otra manera. Quienes tanto hablan de solidaridad, se suelen mostrar absolutamente insolidarios al reclamar todo lo que los dem¨¢s reciban. Si una autonom¨ªa negocia m¨¢s financiaci¨®n o m¨¢s competencias por considerarlas necesarias, la inmediata e id¨¦ntica reclamaci¨®n de las comunidades restantes, que de entrada ni pensaban, pone en peligro su concesi¨®n. Teniendo en cuenta que la profusi¨®n de reclamaciones impide que sean atendidas las primeras, se puede deducir que las posteriores han sido planteadas para bloquearlas. Por lo cual resulta profundamente insolidaria la actitud del "nosotros no vamos a ser menos", frase que adem¨¢s revela una cierta disposici¨®n a la envidia. Por otra parte, afirmar que un estatuto funciona muy bien y a continuaci¨®n reclamar todo aquello que pide aquel que necesita ampliarlo, a m¨ª me parece contradictorio y, repito: profundamente insolidario.
Doro Balaguer es escritor.
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