Estatutos
Cada vez es m¨¢s f¨¢cil pillar al PP con el pie cambiado. Acaba de ocurrirle, casi a la vez, con el Estatut de Catalu?a, que tanto ha denostado, y con el valenciano, que tanto ha elogiado. Rajoy estuvo el s¨¢bado en Valencia y parec¨ªa deca¨ªdo, pese a la euf¨®rica escenograf¨ªa del mitin. Debe de ser cansado mantener tanta sobreactuaci¨®n. Adem¨¢s, seguro que se ol¨ªa que el presidente del Gobierno estaba a punto de alcanzar un pacto con los nacionalistas catalanes sin que crujieran los cimientos de Espa?a ni se desencadenara el d¨ªa del juicio final. Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero ha demostrado que es dif¨ªcil de amedrentar. En represalia, los populares hacen lo que pueden por asustarnos cada d¨ªa a todos los dem¨¢s. Al final, sin embargo, del hast¨ªo nace el arrojo. Que se lo digan al socialista Joan Ignasi Pla, que ha puesto el pacto del Estatut valenciano al borde del abismo, en una jugada tan audaz como insospechada, al anunciar que apoyar¨¢ la rebaja del l¨ªmite electoral del 5% al 3% y alg¨²n retoque en las referencias a la lengua. Harto tal vez del gamberrismo institucional de los populares (la ¨²ltima muestra ha sido el intento de chantaje del Consell a TVE para que emitiera un publirreportaje de r¨¦plica a Informe Semanal), Pla ha descolocado a Camps. En efecto, al presidente de la Generalitat le queda poco margen de maniobra, m¨¢s all¨¢ de las amenazas y los anatemas, si no quiere verse obligado a votar a favor cuando vuelva a Valencia un texto que le habr¨¢n corregido en Madrid o, lo que es peor, si no quiere acabar votando contra una reforma del Estatut que present¨® como mod¨¦lica. Ni una cosa ni otra ser¨ªan deseables. Al fin y al cabo, es inconcebible -y contrario a cualquier elemental concepci¨®n autonomista- que la norma legal fundamental carezca de la adhesi¨®n de la fuerza con mayor¨ªa absoluta en las instituciones valencianas. Ese es el riesgo del ¨®rdago lanzado por el l¨ªder socialista. Un riesgo grave que conlleva una virtud: propicia la negociaci¨®n en el Congreso de los Diputados, es decir, obliga a hacer pol¨ªtica. Y no s¨®lo a los populares. La dirigente de Esquerra Unida, Gl¨°ria Marcos, emplazada a abandonar el partido del "no", ha dado pocas muestras de querer mojarse, quiz¨¢s porque el compromiso pondr¨ªa en evidencia debilidades de liderazgo y de organizaci¨®n.
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