?Qu¨¦ mono es!
La atracci¨®n que suscitan los rasgos de un beb¨¦ se debe a la activaci¨®n de la zona de placer del cerebro
Si la mera imagen del cachorro de panda Tai Shan, que retoza ahora en el Zoo Nacional de Washington no es suficiente para hacer que nos derritamos, quiz¨¢ el enamoramiento de los espectadores humanos lo consigan.
"?M¨ªrale! ?Es mon¨ªsimo!".
"?Es adorable! ?Nunca he visto nada tan mono en mi vida!".
Tai Shan tiene seis meses, pesa 11 kilogramos y es la primera cr¨ªa de panda gigante viva que ha nacido en el zoo del Smithsonian. Y aunque los pandas adultos del zoo son desde hace mucho tiempo una de las principales atracciones tur¨ªsticas de Washington, el estreno p¨²blico del beb¨¦ en diciembre ha desatado un frenes¨ª en la ciudad.
El verano pasado, una pel¨ªcula sobre otro encanto blanquinegro, el ping¨¹ino emperador, se convirti¨® en uno de los documentales de mayor recaudaci¨®n de todos los tiempos. Las ventas de coches peque?os y deliberadamente cucos como el Toyota Prius y el Mini Cooper se dispararon, mientras que las de los todoterrenos no tan monos quedaron estancadas. Hasta lo excesivamente grande puede resultar mono. El rostro reci¨¦n reestrenado de King Kong posee el achatado atractivo de una mu?eca, y su pasi¨®n por Naomi Watts parece un caso grave de amor adolescente: desgarrador y cuco.
Los humanos poseen una sensibilidad extrema ante los rasgos que recuerdan a un beb¨¦
Los cient¨ªficos han empezado a analizar el origen de estas sensaciones
Los cient¨ªficos que estudian la evoluci¨®n de la se?alizaci¨®n visual han identificado una amplia variedad, todav¨ªa en expansi¨®n, de caracter¨ªsticas y comportamientos que hacen que algo parezca mono: unos ojos brillantes, orientados al frente y situados a baja altura en una gran cara ovalada, unas voluminosas orejas redondas, unas extremidades blandas y un balanceo de lado a lado al andar, entre muchos otros. Los rasgos de lo cuco son los que indican juventud extrema, vulnerabilidad, inocuidad y necesidad, y prestarles una estrecha atenci¨®n tiene mucho sentido darwiniano. Al pertenecer a una especie cuyos miembros m¨¢s j¨®venes son tan pat¨¦ticamente in¨²tiles que no pueden levantar la cabeza para mamar sin supervisi¨®n adulta, los seres humanos deben estar conectados para responder r¨¢pida y animosamente a cualquier signo de deseo infantil. Seg¨²n los investigadores, el detector humano de monadas tiene el list¨®n tan bajo que toma el control y considera mona casi cualquier cosa que se parezca remotamente a un beb¨¦ humano o una parte del mismo, de modo que acaba incluyendo a los j¨®venes de casi todas las especies de mam¨ªferos, p¨¢jaros de crespa cabeza como la grulla japonesa, las orugas de la mariposa tigre, un globo agit¨¢ndose, una gran roca redonda apilada sobre otra m¨¢s peque?a, o los dos puntos, el gui¨®n y el cierre de par¨¦ntesis tecleados sucesivamente. Cuanto mayor sea el n¨²mero de rasgos monos que posea un animal u objeto, o cuanto m¨¢s exageradas sean las se?ales, mayor ser¨¢ la reacci¨®n.
Lo cuco es distinto de lo bello, afirman los investigadores, y pone ¨¦nfasis en lo redondeado en lugar de lo escultural, lo suave en lugar de lo refinado, lo torpe en lugar de lo r¨¢pido. La belleza suscita admiraci¨®n y exige un pedestal; lo cuco genera afecto y pide un regazo. La belleza es inusual y brutal, arruinada por un solo grano. Lo mono es t¨®pico y generoso, y se contenta en ocasiones con expeler una sensaci¨®n acogedora.
Aunque digan que lo cuco posee ra¨ªces racionales, los cient¨ªficos reconocen que no han hecho m¨¢s que empezar a delinear sus sutilezas y su origen. Nuevos estudios indican que las im¨¢genes monas estimulan los mismos centros cerebrales del placer que despiertan el sexo, una buena comida o drogas psicoactivas como la coca¨ªna, lo cual podr¨ªa explicar por qu¨¦ todo el mundo luce una enorme sonrisa ante la jaula de un panda. A su vez, observa Denis Dutton, fil¨®sofo de arte de la Universidad de Canterbury, Nueva Zelanda, la rapidez y generalizaci¨®n de la respuesta a lo mono hacen de ese impulso algo sospechoso. "Lo mono se abre camino por todos los estratos del significado y dice: 'No nos preocupemos por las complejidades, lim¨ªtate a quererme'", afirma Dutton, que est¨¢ escribiendo un libro sobre est¨¦tica darwiniana. "De ah¨ª es donde puede proceder la sensaci¨®n de vulgaridad y de estar siendo manipulado o de ser tomado por imb¨¦cil, lo cual lleva a muchos a rechazar la lindeza como algo bajo o superficial".
Los anunciantes y los dise?adores de productos siempre juegan con esos rasgos para aportar atractivo instant¨¢neo a su mercanc¨ªa, y mezclan y tontean con el vocabulario de lo cuco para mantener el mensaje fresco y atractivo. Ese ejercicio de evoluci¨®n cultural orientado al mercado puede dar unos resultados extra?os, aunque atrayentes, como esas mu?ecas repollo descaradamente feas, los Furby, la cara de higo de E.T. y las facciones de rana de Yoda. Aunque el Volkswagen Escarabajo original no era considerado lo bastante mono, la edici¨®n actualizada se hizo todav¨ªa m¨¢s redonda y brillante. "El nuevo Escarabajo parece una cara sonriente", afirma el especialista Miles Orvell (Universidad de Temple, Filadelfia). "A estas alturas, sus or¨ªgenes en el r¨¦gimen hitleriano y su pretendida similitud con un casco alem¨¢n han quedado totalmente olvidados".
Puede que los publicistas adapten sus estrategias para incitar al m¨¢ximo a nuestro inherente radar de beb¨¦s, pero los beb¨¦s en s¨ª, seg¨²n los cient¨ªficos evolutivos, no se desarrollaron para ser monos. Por el contrario, la mayor¨ªa de sus cualidades destacadas emanan de las exigencias de la anatom¨ªa y el cerebro humanos, y se tornan atractivas para el ojo de una posible ni?era s¨®lo porque los ni?os no sobrevivir¨ªan de otro modo.
La cabeza grande y redonda, los ojos mirando al frente, la nariz chata, la blandura y redondez de las formas, son caracter¨ªsticas de una etapa precoz de desarrollo. Los movimientos de los beb¨¦s son notablemente torpes, ya que aprender a coordinar las numerosas series bilaterales de grandes y precisos grupos musculares del cuerpo requiere a?os de pr¨¢ctica. Al empezar a caminar, los ni?os realizan un continuo esfuerzo por encontrar el equilibrio entre el pie izquierdo y el derecho, de forma que sus andares consisten tanto en el movimiento lateral como en cualquier impulso hacia adelante.
? The New York Times Service


El impulso del cuidador
Los investigadores que estudian a los animales queridos por la gente aprecian el impulso humano de cuidar cualquier cosa que se parezca, incluso remotamente, a un beb¨¦. Pongamos por caso a los ping¨¹inos. A algunas personas les entusiasman tanto esas criaturas, afirma Michel Gauthier-Clerc, investigador de ping¨¹inos de Arles, (Francia), "que creen que los ping¨¹inos son mam¨ªferos y no aves". Les encanta la postura erguida de esos animales, su divertido y peque?o esmoquin, su forma de balancearse al caminar. ?Cu¨¢nto se parecen a un ni?o jugando a ponerse elegante!
La teor¨ªa de Gauthier-Clerc es que la aparente torpeza de los andares del ping¨¹ino no tiene nada que ver con la falta de ma?a o con un equilibrio incierto. Los ping¨¹inos se balancean para ahorrar energ¨ªa. Al caminar de lado a lado se queman menos calor¨ªas que avanzando hacia adelante, y para unos p¨¢jaros que ayunan durante meses y viven en un clima glacial, cada calor¨ªa cuenta. En cuanto al atuendo del ping¨¹ino, es el adecuado. La espalda negra le camufla mientras nada y la pechera blanca le protege de depredadores submarinos.
Otros investigadores est¨¢n intentando extraer conclusiones de la forma de andar de los ping¨¹inos para aplicarlas a los problemas de movilidad en humanos e incluso a los robots. "Deben de tener una elegante estrategia de movimientos para la estabilidad que no conocemos", explica Max Kurz (Universidad de Houston, EE UU), que hace caminar a los ping¨¹inos rey por una pasarela con el suelo sensible a la presi¨®n para diseccionar su locomoci¨®n. M¨¢s adelante pretende estudiar su forma de correr. Kurz reconoce que se divierte viendo moverse a los sujetos de su investigaci¨®n "pero este trabajo es serio", asegura.
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