Federico G¨®mez de Salazar, un general para dos ocasiones
El general Federico G¨®mez de Salazar (Toledo, 1912), fallecido el pasado martes, 24 de enero, tuvo dos momentos estelares. El primero cuando como gobernador general al mando de nuestras unidades militares en el S¨¢hara hubo de hacer frente a la llamada Marcha Verde en 1975. El segundo, a?os despu¨¦s, cuando ascendido a teniente general y nombrado al frente del Consejo Supremo de Justicia Militar hubo de presidir el Consejo de Guerra que sustanci¨® las responsabilidades del golpe militar intentado el 23 de febrero de 1981.
Nuestro general G¨®mez de Salazar tuvo que aguantar mientras Franco agonizaba la situaci¨®n cr¨ªtica vivida por el territorio del S¨¢hara. Un territorio al que un buen d¨ªa, creyendo as¨ª ponerlo a cubierto de la Comisi¨®n de Descolonizaci¨®n de Naciones Unidas, se le hab¨ªa adjudicado con todo desparpajo la condici¨®n de provincia espa?ola, es decir, se le hab¨ªa declarado parte irrenunciable de la patria como Burgos o Zamora.
Otra cosa es que pasado un breve lapso de tiempo, sin contar tampoco con el consentimiento de los saharauis, se decidiera desmembrarlo para atender mejor las resoluciones de la ONU, evitar los conflictos con el Frente Polisario y ahorrarse las presiones de las otras partes interesadas, es decir, de Marruecos, Mauritania y Argelia.
Los franquistas parec¨ªan escarmentados. Las guerras coloniales de Portugal en Angola y en los dem¨¢s territorios africanos de su imperio residual hab¨ªan desencadenado una reacci¨®n entre los militares lusos, educados en la m¨¢s estricta observancia al salazarismo, que hab¨ªa terminado en una toma de conciencia plasmada en la revoluci¨®n de los claveles con los responsables de aquel r¨¦gimen encarcelados para dar cuenta de sus abusos.
En Madrid se hab¨ªa tomado nota y a toda costa se quer¨ªa evitar un conflicto abierto que generara en la oficialidad espa?ola, desplegada en primera l¨ªnea de las arenas del S¨¢hara, un proceso an¨¢logo al del ?frica portuguesa del que hubiera podido ser punta de lanza el germen de la Uni¨®n Miliar Democr¨¢tica. La dif¨ªcil cuesti¨®n era encontrar la forma de que nuestras unidades se retiraran con honor intacto del territorio, Para garantizarlo viaj¨® a su capital, El Aai¨²n, el pr¨ªncipe Juan Carlos.
El rey de Marruecos, Hassan II, hab¨ªa obtenido el consentimiento de Washington para lanzar su reivindicaci¨®n anexionista y como escribi¨® un buen amigo periodista "dijo Kissinger, el S¨¢hara para Marruecos y la luz se hizo". Franco se extingu¨ªa y las autoridades del r¨¦gimen, escarmentadas con lo sucedido en Portugal, optaron por suspender la posici¨®n de Espa?a como potencia colonizadora. La situaci¨®n l¨ªmite de un r¨¦gimen en extinci¨®n era utilizada por Marruecos para desencadenar la Marcha Verde sobre el S¨¢hara que nos mantuvo en vilo pensando en el momento en que aquella multitud de gentes desarmadas pudiera pisar la zona minada por el general G¨®mez de Salazar.
Todo se contuvo, por fortuna, para evitar el desastre, pero, desde entonces, pesa sobre Espa?a una mala conciencia porque el proceso de descolonizaci¨®n tiene pendiente la consulta a los saharauis que entonces abandonamos a su suerte en manos de los marroqu¨ªes de Hassan II.
Terminado en orden el episodio del S¨¢hara y cumplida nuestra retirada, que es sin duda la operaci¨®n militar m¨¢s dif¨ªcil, el general Federico G¨®mez de Salazar deber¨ªa a¨²n cumplir un segundo servicio tambi¨¦n de grave responsabilidad presidiendo el Consejo de Guerra del 23-F, que se celebr¨® casi un a?o despu¨¦s en la sede del Servicio Geogr¨¢fico del Ej¨¦rcito. A G¨®mez de Salazar no se le puede discutir buena voluntad, aunque acreditara estar chapado a la antigua y se dejara impresionar por la bravuconer¨ªa de los Milans del Bosch y compa?¨ªa.
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