Naturaleza y cultura
En un reciente ensayo referido al "puzzle naturaleza-cultura", Steven Pinker remit¨ªa a 1581, cuando Richard Mulcaster por primera vez y de manera decisiva en la ¨¦poca moderna institu¨ªa el car¨¢cter central del binomio naturaleza-cultura, sobre el que hoy en d¨ªa el debate sigue abierto. Durante una parte del siglo XX, una posici¨®n relativamente compartida era la de quienes negaban que la naturaleza humana existiera, de hecho, para afirmar como Ortega y Gasset, entre otros, que "el hombre no tiene naturaleza, sino s¨®lo historia". La doctrina seg¨²n la cual la mente es una t¨¢bula rasa no ha sido s¨®lo una posici¨®n esencial del behaviorismo en psicolog¨ªa y del constructivismo social en las ciencias sociales, sino que ha tenido una vasta difusi¨®n en la vida intelectual m¨¢s ampliamente considerada.
EL HOMBRE, UN ANIMAL SINGULAR
V¨ªctor G¨®mez Pin
La Esfera de los Libros
Madrid, 2005
279 p¨¢ginas.
Pero si es normal que el debate haya existido desde cuando el hombre comenz¨® a reflexionar sobre su propia condici¨®n, era tambi¨¦n inevitable que su enfoque se transformara a partir de los desarrollos contempor¨¢neos de las neurociencias, la gen¨¦tica y las teor¨ªas de la evoluci¨®n. Uno de sus efectos ha sido hacer la doctrina de la t¨¢bula rasa insostenible. Nadie puede negar la importancia del aprendizaje y de la cultura en todos los aspectos de la vida humana, pero las ciencias cognitivistas han demostrado que deben existir mecanismos innatos complejos que permitan al aprendizaje y a la cultura ser, en primer lugar, posibles.
Naturaleza y cultura no son
alternativos ni excluyentes. El aprendizaje debe realizarse a trav¨¦s de un esquema de circuitos innatos y lo que es innato no es una serie de r¨ªgidas instrucciones para un determinado comportamiento, sino m¨¢s bien programas que absorben informaciones de los sentidos y dan vida a nuevos pensamientos y nuevas acciones. El lenguaje es un caso paradigm¨¢tico. Una vez adquirida, una lengua no es un elenco r¨ªgido de frases, sino un algoritmo combinatorio que hace posible expresar un n¨²mero infinito de nuevos pensamientos.
Resulta obvio que de las posi-
bles respuestas a la relaci¨®n naturaleza-cultura se derivan consecuencias que van desde aspectos ontol¨®gicos y epistemol¨®gicos a otros estrictamente ¨¦ticos, dependiendo tambi¨¦n de dichas respuestas la definici¨®n de la diferencia entre animalidad y humanidad. La discusi¨®n de toda esta problem¨¢tica es el objeto central del nuevo estudio de V¨ªctor G¨®mez Pin. El hombre, un animal singular puede considerarse como una reflexi¨®n que re¨²ne de manera abierta y sint¨¦tica los aportes que las diferentes ciencias, de la paleontolog¨ªa a la biolog¨ªa, han hecho a la explicaci¨®n de la evoluci¨®n y que hoy son considerados argumentos b¨¢sicos para establecer una primera lectura de la diferenciaci¨®n entre animal y humano. Se trata de una lectura fuertemente pol¨¦mica que permite al autor reescribir una perspectiva te¨®rica a la que se ha mantenido fiel y que no es otra que la aristot¨¦lica, en continuidad de su estudio de tesis El orden aristot¨¦lico.
En esta direcci¨®n, el autor deja inequ¨ªvocamente expl¨ªcita su tesis: es el lenguaje humano el verdadero rasgo distintivo para la singularizaci¨®n de la especie de los hombres con respecto al resto de los animales. Tesis que hace suya la evidencia de quienes defienden que el lenguaje es el resultado de un n¨²mero de presiones evolutivas en combinaci¨®n con afortunadas mutaciones, abriendo as¨ª caminos a formas m¨¢s sofisticadas de raciocinio y creatividad, permitiendo a los seres humanos una comunicaci¨®n espec¨ªfica. Dar cuenta de los procesos definitivos que constituyen la base de esta diferenciaci¨®n radical sigue siendo hoy algo m¨¢s complejo y posiblemente los defensores de la reducci¨®n de la distancia animal-hombre vuelven a apoyarse en esta misma dificultad. Pero lo que queda claro es que fue dicha diferencia la que inaugur¨® una historia que se concreta en las formas de la cultura, del arte y, en definitiva, de la misma condici¨®n humana. Habr¨ªa que volver a pensar la cuesti¨®n central que desde Arist¨®teles a Kant funda la irreductible dignidad humana en su condici¨®n de ser de lenguaje y de raz¨®n, y defini¨¦ndolo como ser libre. Cuestiones que configuran el puerto de este apasionado y nada neutral viaje de preguntas y dificultades que el autor plantea con una admirable tensi¨®n intelectual.
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