Radiograf¨ªa de un acuerdo anunciado
Cada medio de comunicaci¨®n, seg¨²n a qu¨¦ partido sirve, da su versi¨®n del acuerdo estatutario entre el Gobierno y CiU, sin que predomine, a mi juicio, la necesaria objetividad pedag¨®gica, creadora de un consenso social maduro y consciente. Intentar¨¦ una radiograf¨ªa desapasionada (que no convencer¨¢ a los sectarios) del proceso pol¨ªtico culminante en un nuevo y mejor estatuto jur¨ªdico de la naci¨®n catalana. Empiezo por recordar que el proyecto se debe a la imaginaci¨®n del presidente Maragall, incluido ya en su programa electoral de 1999, y que su direcci¨®n y realizaci¨®n la ha llevado el presidente de+l Gobierno, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, en cumplimiento de su promesa de aceptar y promover, dentro del l¨ªmite constitucional, las razones catalanas m¨¢s justificadas. Imp¨¢vido ante los ataques personales del PP y con total autoridad sobre un PSOE espantadizo, ha trenzado una h¨¢bil red de adhesiones que le asegura su gobierno y le ayuda en su futura resoluci¨®n del drama vasco. Esa es la tarea del buen gobernante: integrar posiciones opuestas y hacer colaborar en ello a la oposici¨®n para que todos protagonicen un acuerdo, el que m¨¢s favorezca en lo posible a la ciudadan¨ªa. Eso es democracia pluralista y aplicaci¨®n leal de ese gran pacto convivente que es la Constituci¨®n de un Estado.
Espa?a opt¨® por ZP en lugar de Aznar, y los partidos nacionalistas y regionalistas confiaron en ¨¦l para potenciar su autogobierno y la participaci¨®n en la pol¨ªtica estatal y europea. En esa opci¨®n, el PSC fue decisivo por sus votos, por impulsar el nuevo Estatuto y por lograr el apoyo de toda la izquierda catalana. Por si fuera poco, ha acabado atrayendo al Pacto del Tinell a la opositora CiU. Por eso la foto de Artur Mas (exagerada por sus servicios de propaganda) es fruto directo de la feina del PSC, utilizada a su vez por ZP como ant¨ªdoto contundente a la presi¨®n del viejo aliado de Mas frente a Maragall. El resultado es que ahora Mariano Rajoy sufre la rebeld¨ªa de sus barones, empe?ados en que sus autonom¨ªas copien la f¨®rmula catalana, y el desmarque de Josep Piqu¨¦. Zapatero ha jugado muy bien con la debilidad de CiU. Ha sido espejo enga?ador de sus fantas¨ªas de poder: que ZP sucursalice a Maragall y le obligue a retirarse. Dado el proclamado neoliberalismo de Mas, si recuperara el poder perdido, la financiaci¨®n pactada servir¨ªa ante todo para enjugar deudas de una CiU descapitalizada y no para realizar una pol¨ªtica social, tachada de "intervencionista" por CiU y el PP, motivo fundamental del proyecto estatutario del Gobierno tripartito. La renuncia de Mas al sistema de cupo, hecha en favor del pacto logrado antes entre Antoni Castells y Pedro Solbes, ha seguido la t¨ªpica t¨¢ctica pujolista de pactar con quien mande en Madrid, pero fingiendo un extremismo exigente, con ritmo calculado para ser visto, gracias a la prensa adicta, como necesario, decisivo y ya seguro sustituto de Maragall, y, como siempre, monopolizando en nombre de Catalu?a un acuerdo forjado sustancialmente por los partidos de izquierda. Se repite la historia de la Generalitat provisional, restablecida por el PSC con la oposici¨®n de Jordi Pujol, y la creaci¨®n constitucional del Estado auton¨®mico, dando paso al Estatuto de 1979, obra del PSC en gran medida, que Pujol supo aprovechar tras haber puesto palos a sus ruedas en varias ocasiones.
Si ERC lo tiene ahora m¨¢s dif¨ªcil se debe a que, tambi¨¦n pujolista en su t¨¢ctica de cambiar cromos con el PSOE, responde te¨®ricamente a una estrategia que busca la independencia. Su contradicci¨®n reside en que su apoyo pretende hacer pol¨ªtica de izquierda mientras se vaya a una Espa?a federal que haga posible la secesi¨®n catalana. La imposible f¨®rmula jur¨ªdica que ha defendido con ingenuo entusiasmo mi buen amigo Joan Ridao ha viciado de inconstitucionalidad el Estatuto al redactarla, no como un principio de federalizaci¨®n del Estado espa?ol, sino como el embri¨®n de un Estado catal¨¢n soberano. Lo mismo hizo Mas, pero eso s¨ª, por pura demagogia nacionalista coyuntural y como moneda de cambio, al final retirada, para sus fines personales. ERC acabar¨¢ o no retirando su apoyo al acuerdo general, pero sufre ya la evidencia de su contradicci¨®n. ?No es de Josep Llu¨ªs Carod precisamente la idea de que s¨®lo una Espa?a federal puede impedir la independencia de Catalu?a? ?Rechazar el futuro Estatuto no es acampar de nuevo en una oposici¨®n extrema que ni Batasuna desea mantener y que s¨®lo alimenta al PP? Pese a su actual rechazo, que parece mera rivalidad electoral con CiU, su realismo le lleva a seguir en el Gobierno y a apoyar al PSOE "en casos concretos". Pero tanto Maragall como Zapatero siguen confiando en la ERC federalista y socialdem¨®crata porque son pol¨ªticos integradores de la izquierda y del propio PSOE y porque acaban de lograr la rendici¨®n moral y la divisi¨®n interna de la oposici¨®n derechista, demostrada en el duelo Mas-Duran por los r¨¦ditos del pacto y el disgusto del sector nacionalista de CiU, enga?ado y decepcionado por una ret¨®rica exigente que acab¨® en renuncia. ?Se puede pedir m¨¢s a los forjadores socialistas del Estatuto catal¨¢n? Sin los excesos ret¨®ricos de CiU y ERC (ambas sab¨ªan de sobras que sin reforma constitucional sus propuestas eran imposibles) el proyecto estatutario Maragall-Zapatero hubiera llegado al buen puerto renovador que se prev¨¦ reduci¨¦ndose al m¨ªnimo obligado los exacerbados pretextos del PP y las reticencias obstruccionistas del PSOE. Por intereses y pugnas partidistas entre un nacionalismo falso y otro radical y por pretender reducir el protagonismo de Maragall en su ¨¦xito pol¨ªtico, sustituy¨¦ndole en el imaginario ciudadano por alguno de sus rivales futuros, la naci¨®n catalana ha sufrido la reanimaci¨®n de las brasas en Espa?a de un destructor fuego secular que el presidente Zapatero est¨¢ apagando con serenidad, inteligencia y valor. ?No acaba de informarnos el Centro de Investigaciones Sociol¨®gicas (CIS) de que los espa?oles en quienes m¨¢s conf¨ªan es en los bomberos?
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