?Izquierdismo, populismo o qu¨¦?
Una vez m¨¢s hay que darle la raz¨®n a Don Emmanuel Kant y no queda claro si para bien: es verdad que los humanos tenemos categor¨ªas de pensamiento a priori y si alguien lo duda mire lo que es nuestra pasi¨®n obsesiva por etiquetar, clasificar, nominar, ordenar, sin cuyos par¨¢metros nos sentimos como perdidos en la noche. Es lo que hoy pasa en nuestra Am¨¦rica Latina con la renovaci¨®n de los gobiernos.
Gan¨® Uribe en Colombia, pues se vino la derecha se dijo. Gan¨® S¨¢nchez de Losada en Bolivia, ola de derecha entonces... Gan¨® Lula, pues triunfo de la izquierda. Gan¨® Toledo en Per¨², ah¨ª era el indigenismo el ingrediente novedoso. Gan¨® Kirchner, pues ah¨ª no qued¨® claro, como suele pasar con el vers¨¢til peronismo argentino en que caben el actual presidente tanto como Duhalde y Menem, los antecesores, hoy enemigos. Gana la Sra. Bachelet en Chile, pues ¨¦xito socialista al suponerse que es m¨¢s socialista que el actual presidente Ricardo Lago. Ni hablar de lo que ha provocado el reciente triunfo de Evo Morales en Bolivia, que ha hecho arreciar las categorizaciones y, como consecuencia inevitable, las simplificaciones.
Para empezar digamos que nadie se est¨¢ proclamando marxista ni planteando una revoluci¨®n de esa inspiraci¨®n. A Fidel se le usa como legitimador ante las masas a las que se les predic¨® un izquierdismo hist¨®rico y ahora en el gobierno, sea quien sea, se deben vivir otras realidades. Legitimador s¨ª, pero no paradigma a imitar, salvo en el enfrentamiento ret¨®rico a los EE UU, en el que le sigue el presidente de Venezuela con su "Revoluci¨®n Bolivariana".
Ah¨ª en Caracas es donde nos encontramos con el punto m¨¢s cercano a lo que desde Europa se ha llamado izquierda latinoamericana y en verdad es el hist¨®rico populismo. ?Por qu¨¦? Porque poco que ver tiene con la social-democracia europea: l) se basa en un l¨ªder carism¨¢tico; 2) el discurso, siempre torrencial, importa m¨¢s que los hechos, especialmente en cuanto a unas instituciones democr¨¢ticas, constantemente puestas a prueba con desplantes caudillescos de tono autoritario; 3) se vive para luchar contra "el enemigo imperialista"; 4) se mantiene a masas organizadas en la calle, en estado de asamblea; y 5) no se intenta construir un Estado de bienestar sino que, por el contrario, se organiza un sistema clientelista de premios y castigos digitado desde el Gobierno. Con lo cual estamos, entonces, inequ¨ªvocamente frente al viejo populismo y nada que se le parezca a la izquierda contempor¨¢nea.
?Evo Morales es lo mismo? A¨²n no lo sabemos, pues aqu¨ª aparecen otros ingredientes. Para empezar el ¨¦tnico, pues ¨¦l representa una masa de poblaci¨®n mayoritaria, muy pobre, que ha estado siempre muy lejos del teatro de las decisiones, en una Bolivia en que el 65% de su poblaci¨®n es de origen ind¨ªgena y el cultivo de la coca la subsistencia de una enorme masa rural. Para seguir, hay un serio problema de unidad nacional, entre dos regiones, el altiplano y Santa Cruz, la ciudad m¨¢s pr¨®spera, donde el nuevo presidente fue minor¨ªa de minor¨ªas en la votaci¨®n. ?l tendr¨¢ por delante ese desaf¨ªo nacional intransferible, pero adem¨¢s el de resolver de qu¨¦ modo llevar¨¢ a la pr¨¢ctica su discurso, ese s¨ª de izquierda cl¨¢sica: nacionalizar los recursos naturales y derrotar la pobreza hist¨®rica.
El debate sobre la propiedad de los recursos del subsuelo recorre la historia de Bolivia, cuna del "Potos¨ª", el cerro de la plata que inspir¨® la conquista espa?ola. En 1952, el Dr. V¨ªctor Paz Estensoro encabeza una revoluci¨®n que expropia los recursos mineros y ¨¦l mismo, en su tercera presidencia, 33 a?os despu¨¦s, abre su explotaci¨®n a la asociaci¨®n con el capital privado. Si Morales reemprende el camino de nacionalizar dif¨ªcilmente encuentre recursos suficientes para invertir lo necesario y explotar no ya el esta?o y la plata -las viejas riquezas- sino el gas, del que Bolivia posee la mayor reserva suramericana. Si no cambia mucho, se le dar¨¢ vuelta la gente. Todo indica que tentar¨¢ caminos distintos, asoci¨¢ndose con otros Estados (ah¨ª aparecen las empresas estatales, venezolanas o brasile?as, ofreciendo asociaciones). Lo que est¨¢ claro es que hoy no posee margen para una real revoluci¨®n y que ¨¦l mismo, en su gira internacional, ha ido aterrizando el discurso. El tiempo dir¨¢ en qu¨¦ estamos, mientras cruzamos los dedos para que los norteamericanos callen y miren antes de hablar o intentar hacer algo.
Hablando de ret¨®rica, otra perplejidad recorre el hemisferio. Luego de a?os en que el discurso de la izquierda radical y del populismo fue "no pagar la deuda externa con el hambre del pueblo", nos encontramos sorpresivamente con la idea opuesta: pagarle todo y cuanto antes al Fondo Monetario, a fin de liberarse de sus condicionalidades. Lo hizo Brasil, con parsimonia y moderaci¨®n y ahora lo ha hecho Argentina de modo sorprendente y sorpresivo, empe?ando casi un tercio de su reserva. Los analistas se dividen en cuanto a la eficacia de la medida. De lo que no hay duda es que ella hace s¨®lo cuatro o cinco a?os hubiera sido de derecha ortodoxa y hoy se asume como lo contrario, mientras el Fondo Monetario vive el ¨¦xtasis nunca so?ado de que quienes m¨¢s le cuestionen le paguen todo por adelantado, intereses debidos y capital prestado...
?C¨®mo calificar, entonces, a Brasil y Argentina? Cierto es que el primero es un Gobierno moderado y que si algo cambi¨® de la pol¨ªtica de Fernando Enrique Cardoso fue para m¨¢s rigor fiscal. El Gobierno argentino presidido por Kirchner es m¨¢s desconcertante: econ¨®micamente ortodoxo, pol¨ªticamente agresivo, internacionalmente pragm¨¢tico... La oposici¨®n lo ve deslizarse cada d¨ªa m¨¢s hacia el populismo autoritario: uso partidista de los programas sociales; manejo personalista del poder y control sobre la justicia.
Cap¨ªtulo aparte y muy trascendente es M¨¦xico. El presidente Fox ha expuesto notorias buenas intenciones, pero no ha contado con un Parlamento comprensivo para sus aspiraciones reformistas. "En M¨¦xico, toda negociaci¨®n parece sin¨®nimo de claudicaci¨®n", dice Enrique Krauze, y ello hipotec¨® a Fox. Como ser¨¢ la prueba de fuego del pr¨®ximo gobierno, especialmente si gana L¨®pez Obrador, un l¨ªder de estilo populista, que en el gobierno deber¨ªa optar entre retornar al M¨¦xico hist¨®rico de la controversia o consolidar el formidable cambio democr¨¢tico del 2000 .
Un p¨¢rrafo final para Chile. Aqu¨ª el panorama es diferente, pues no se est¨¢n discutiendo los "modelos" de nada, ni de democracia liberal, ni de econom¨ªa de mercado, ni de apertura comercial, ni de relaciones con las grandes potencias, ni de los ¨¢mbitos del Estado y la empresa privada. El escenario, entonces, es del mundo desarrollado, donde la cuesti¨®n se juega en la administraci¨®n, mejor o peor gestionada, con los conocidos matices. All¨ª estamos en "la democracia despu¨¦s del comunismo"de Sartori. O en la izquierda renovada de Norberto Bobbio. En el resto, como surge del relato, no se sabe a¨²n. Claramente nadie, salvo Venezuela y con reservas, habla de una construcci¨®n socialista. En realidad, m¨¢s que un giro a la izquierda se ve a la izquierda transitar resignadamente hacia el centro. Lo desalentador es que poco o nada se propone para incorporarnos al mundo global de la revoluci¨®n tecnol¨®gica y la competitividad universal. M¨¢s bien la idea general es que a¨²n podemos eludir su irreversible l¨®gica.
Julio Mar¨ªa Sanguinetti es ex presidente de Uruguay (1985-1990 y 1995-2000).
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