Jes¨²s Cuesta Bedoya, can¨®nigo e historiador
Era el archivero de la catedral de Santander
En Diario de un cura rural, la conmovedora novela del fil¨®sofo George Bernanos, se dibuja una parroquia peque?a, consumida por el tedio, pastoreada por un sacerdote empe?ado en entenderlo todo, en convivir con todos. Cuando un correligionario, con el argot de las trincheras, tan vigente, le reprocha esas curiosidades y relaciones -"no hay que tratar de entender"-, el cura rural replica: "?Dios m¨ªo! ?Si estamos aqu¨ª justamente para eso!".
Ning¨²n lugar mejor para recordar al sabio cura de Bernanos como este martes pasado en el cementerio de Barrio (Vega de Li¨¦bana, Cantabria), durante el entierro del can¨®nigo archivero de la catedral de Santander e historiador Jes¨²s Cuesta Bedoya. El camposanto, salpicado hoy de nieve y hielo, es min¨²sculo porque all¨ª la gente muere de vieja y en orden, apenas un fallecimiento cada a?o. Al lado hay una modesta vaquer¨ªa, y huertos de berza, o prados quemados por las heladas. Al fondo, los imponentes Picos de Europa y el puerto de San Glorio, a tiro de piedra.
Aqu¨ª naci¨® hace 75 a?os Jes¨²s Cuesta Bedoya, hijo de agricultores. Entonces Barrio ten¨ªa el doble de vecinos que ahora, y carec¨ªa de todo (sin luz, sin agua, sin carretera...). El colegio m¨¢s cercano, p¨²blico o privado, estaba a cien kil¨®metros de distancia; la universidad, a casi 300. As¨ª que, tras aprender a leer en la escuela local, ya cerrada, el futuro can¨®nigo e historiador sigui¨® los pasos de decenas de miles de ni?os en la pobre Espa?a rural de la posguerra incivil, previa cata de inteligencias por un cura como el de Bernanos. Fue ingresado, cumplidos los ocho a?os, en el seminario diocesano. El cristianismo romano, que fue en sus inicios un fen¨®meno urbano, se nutri¨® el siglo pasado de este semillero rural, hoy casi agotado.
Cuesta Bedoya se hizo eclesi¨¢stico en el seminario de Le¨®n, a cuya di¨®cesis pertenec¨ªa entonces la comarca de Li¨¦bana -hoy lo es de la de Santander y Mena-, y fue cura en varios pueblos de la zona, perdidos entre monta?as. Uno de sus monaguillos en Espinama, hoy brillante sacerdote, Juan Jos¨¦ Caldevilla Lera, lo record¨® en el funeral celebrado el martes en el monasterio de Santo Toribio, de donde fue abad otro lebaniego famoso: Beato de Li¨¦bana, el autor del c¨¦lebre Comentario al Apocalipsis, del que el mortificado y engre¨ªdo arzobispo Elipando de Toledo dijo aquello de que "nunca se ha o¨ªdo que unos lebaniegos hayan ense?ado a los de Toledo".
Beato, como el cura franc¨¦s de Bernanos, combat¨ªa el tedio rural escribiendo y estudiando. Cuesta Bedoya, tambi¨¦n. Complet¨® su formaci¨®n en la universidad a distancia. Se licenci¨® en Historia. Y en el rastreo de las bibliotecas de la comarca fue perfilando algunos de sus libros, que le convierten con los a?os en gran historiador de la iglesia local. El arzobispo Cirarda, jubilado hoy como prelado de Navarra y entonces obispo de Bilbao y Santander, lo saca pronto de los Picos de Europa para ejercer como profesor de seminaristas. Y el prelado actual, Jos¨¦ Vilaplana, lo elev¨® al cargo de archivero de la di¨®cesis con rango de can¨®nigo. En el masivo funeral oficiado el martes en la catedral santanderina, Vilaplana ponder¨® "la erudici¨®n, el rigor y el sufrimiento por la verdad y la memoria" del fallecido.-
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