El aceite de los iconos
Entre Fitur y Sicur, coincidiendo con la Semana Internacional de la Moda, Arco celebra su 25? aniversario. Las dos ferias que, en Ifema, preceden y siguen a la del arte amojonan bien el territorio de ¨¦sta: la Feria Internacional del Turismo describe el consumo de la geograf¨ªa, remitiendo al arte como entretenimiento y como motor viajero del ocio enajenado por la bulimia simb¨®lica; por su parte, el Sal¨®n Internacional de la Seguridad delimita la topograf¨ªa del miedo, entrando en resonancia con el arte como religi¨®n posmoderna y como fuente de la intemporalidad y lo sagrado, que protegen de la caducidad e incertidumbre contempor¨¢neas. El turismo del arte se alimenta de su lujo fungible, la seguridad del arte proviene de su naturaleza espiritual, y ambos encuentran su uni¨®n hipost¨¢tica en la moda fugaz y eterna, material e intangible, cuyos coincidentes Sal¨®n Internacional de la Moda y Pasarela Cibeles arropan Arco para que nadie pueda decir que el arte est¨¢ desnudo, mientras la Casa Pasarela extiende el estilismo al ¨¢mbito abrigado de la decoraci¨®n dom¨¦stica, ropaje protector y escenario ¨ªntimo de las ceremonias del coleccionismo, que transforma los objetos del arte en dioses del hogar. Ifema piensa por nosotros.
El tr¨¢nsito distra¨ªdo por los pabellones de Arco puede sugerir que las obras esenciales de nuestro tiempo se hallan fuera de esta feria mobiliaria y port¨¢til
En el limbo de la opini¨®n y en el cielo de las masas, los arquitectos artistas ilustran mejor que ning¨²n otro la naturaleza disolvente de la celebridad
Este diario ha encargado su stand a un artista-arquitecto, Juan Navarro Baldeweg, y esa elecci¨®n afortunada sirve para glosar la estrecha relaci¨®n contempor¨¢nea entre dos disciplinas hermanas que la modernidad rigorista quiso mantener higi¨¦nicamente separadas, pero que ya incluso entonces practicaron una fertilizaci¨®n cruzada de signo incestuoso, con frutos frecuentemente sanos y de vez en cuando monstruosos. Los reto?os m¨¢s infelices de esta endogamia ensimismada provienen de la confusi¨®n entre arquitectura y escultura con la que juguetea equ¨ªvocamente la exposici¨®n sobre ArquiEscultura que hoy se muestra en el Guggenheim bilba¨ªno, un escenario singularmente apropiado para discutir el fen¨®meno, ya que el museo de Gehry ha representado para esta generaci¨®n lo que el Guggenheim de Wright en Nueva York o la ?pera de Utzon en Sidney fueron para las anteriores. Parad¨®jicamente, esa arquitectura escult¨®rica ha sido desplazada al limbo de la midcult por los mismos que la encumbraron, y hoy el californiano comparte con nuestro Santiago Calatrava ese espacio anchuroso e impreciso donde -con permiso de Ratzinger y la Comisi¨®n Teol¨®gica Internacional- habitan los que, indignos del para¨ªso de la cr¨ªtica, tampoco merecen los suplicios del infierno, y cuyo ¨¦xito popular hace inveros¨ªmil la esforzada estancia en el purgatorio.
En el limbo de la opini¨®n y en el
cielo de las masas, estos arquitectos artistas ilustran mejor que ning¨²n otro la naturaleza disolvente de la celebridad: Frank Gehry ha sido protagonista de un documental filmado por Sydney Pollack, y ha tenido como aprendiz en su estudio a Brad Pitt -que por cierto ya ha abierto su propia oficina de dise?o, cuyo primer proyecto ser¨¢ la decoraci¨®n del hotel que promueve en Las Vegas con George Clooney-, pero su obra se desliza por la pendiente manierista del gesto repetido ("soy un asesino en serie", ha llegado a decir festivamente, "y seguir¨¦ haciendo lo mismo hasta que me detengan"); Santiago Calatrava fue el autor m¨¢s adulado por los medios norteamericanos tras su proyecto para la Zona Cero, y expone en el Metropolitan neoyorquino -el primer arquitecto desde que Breuer lo hiciera en 1972- entre Fra Angelico y Van Gogh, haciendo buenas las que juzg¨¢bamos megal¨®manas pretensiones de equipararse con Leonardo o Miguel ?ngel, pero esa ascensi¨®n sideral de su acuarelismo na?f ha entrado en resonancia con el kitsch futurista de sus ¨²ltimas realizaciones para provocar un reflujo hostil de la cr¨ªtica anglosajona, que lo ha censurado de forma inmisericorde.
Ni Gehry ni Calatrava figuran en la lista de las 100 personas m¨¢s influyentes en el mundo del arte elaborada por la Art Review, pero en esa relaci¨®n hay cuatro arquitectos, y tanto sus nombres como las mudanzas desde el ¨²ltimo a?o apuntan las tendencias emergentes en esta feria de las vanidades o del gusto. Rem Koolhaas y Zaha Hadid -premios Pritzker 2000 y 2004-, que en la ¨²ltima lista figuraban en los puestos 14 y 20, descienden ahora al 49 y 75, respectivamente, ilustrando quiz¨¢ la decepci¨®n con el tr¨¢nsito del holand¨¦s desde los proyectos diagram¨¢ticos y las colaboraciones ideol¨®gico-pol¨ªticas en las Documenta hasta las obras convencionalmente escult¨®ricas y exitosas que siguieron a su deslumbramiento con el efecto Bilbao; y respondiendo tambi¨¦n a la fatiga con la celebraci¨®n planetaria de las formas fluidas de la anglo-iraqu¨ª, multiplicadas hasta el infinito por la fama en bola de nieve de la Casta Diva.
En contraste, tanto Herzog y De Meuron como Renzo Piano -Pritzker 2001 y 1998-, que no aparec¨ªan en la ¨²ltima lista, emergen en ¨¦sta de forma muy destacada, en los puestos 11 y 35, evidenciando acaso la fascinaci¨®n con la inagotable exploraci¨®n material y formal de los socios de Basilea, la constataci¨®n de sus s¨®lidos lazos con la escena art¨ªstica, y la admiraci¨®n por sus proyectos de museos, recientemente culminados con la inauguraci¨®n en San Francisco del Museo de Young, una pieza de exquisita factura, forrada de cobre perforado con las luces y sombras del forraje, y que cuando envejezca se disolver¨¢ en el parque donde se implanta; y registrando igualmente la eficacia impecable y la elegancia exacta del maestro genov¨¦s, sin duda el m¨¢s demandado por el universo exigente de patronos, artistas y curators, que valoran como marco del arte el refinado silencio luminoso de sus obras, constatable en la ¨²ltima de ellas, la ampliaci¨®n del High Museum de Atlanta, unos inmaculados vol¨²menes revestidos de aluminio blanco que se coronan con un bosque apretado de lucernarios ejecutados con su caracter¨ªstica inventiva material.
Tras este concierto de duetos, el tr¨¢nsito distra¨ªdo por los pabellones de Arco puede sugerir que las obras esenciales de nuestro tiempo se hallan fuera de esta feria mobiliaria y port¨¢til, amalgama de centro comercial y sal¨®n acad¨¦mico de reputaciones convencionales. Bien porque no sabemos d¨®nde sopla el esp¨ªritu, bien porque la escala de las obras desborda esta ciudad ef¨ªmera de yeso y luminarias -m¨¢s all¨¢ de las arquitecturas de metal, los volcanes horadados o los campos de estelas de hormig¨®n-, Arco es un p¨¢ramo de p¨²blico abigarrado, una soledad habitada por multitudes, donde cada celebridad tiene un foco como en la penumbra asfixiante de las iglesias ortodoxas arde una l¨¢mpara de aceite delante de cada icono. En un relato bolchevique, el revolucionario protagonista -en un gesto de pragmatismo provocador y respeto desafiante- utilizaba el aceite del icono para engrasarse las botas; es posible que los fulgores de Arco merezcan el mismo trato que los candiles bizantinos, y que debamos recorrer sus laberintos con esp¨ªritu descre¨ªdo ante las im¨¢genes sagradas, atentos s¨®lo a encontrar la mejor grasa para la piel agrietada del calzado, pasando de largo ante el arte-fitur del consumo y el arte-sicur del consuelo, e ignorando distra¨ªdamente las insinuaciones del arte-pasarela.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.