La clemencia del cielo
La textura biogr¨¢fica, el descreimiento y la desenvoltura formal de los primeros libros de Vicente Gallego (Valencia, 1963) sirvieron para abocetar una caricatura de la poes¨ªa predominante a fines del siglo XX. Con el avance hacia una l¨ªrica indagatoria, fue acentu¨¢ndose una entonaci¨®n h¨ªmnica, bien visible en Santa deriva (2002), cuyo arranque celebratorio iba dejando paso a la desaz¨®n. Ya por entonces, al influjo del elegiaco Brines y, en menor medida, de C¨¦sar Sim¨®n, se hab¨ªa sumado el de Claudio Rodr¨ªguez, cuyo clamor contemplativo se percibe en Cantar de ciego (2005). No todos hubieran sobrevivido a la sombra de un ¨¢rbol tan poderoso. Dominador de su po¨¦tica inicial, en la que sent¨® plaza de maestro, Gallego muestra aqu¨ª la osad¨ªa de quien prefiere abrir nuevas sendas antes que la reiteraci¨®n automim¨¦tica.
CANTAR DE CIEGO
Vicente Gallego
Visor. Madrid, 2005
76 p¨¢ginas. 8 euros
Enlaza este libro con el precedente, s¨®lo que ahora escoge el fraseo entrecortado, el verso breve, las repeticiones en letan¨ªa, los vocativos tropez¨¢ndose en otros vocativos, las ocasionales asonancias y rimas internas, el entramado silog¨ªstico resquebrajado o roto. Como consecuencia de la extra?eza del yo frente a una realidad desbordante, a la construcci¨®n dome?ada y demorada le sucede un lenguaje el¨ªptico que, al igual que ocurre con el fragmentarismo de la l¨ªrica tradicional, produce el efecto de que lo importante est¨¢ generado por el poema, pero se sit¨²a fuera de ¨¦l.
Vicente Gallego emprende este camino sin los bagajes de la vieja ret¨®rica, y apuesta por la expresi¨®n de la sabidur¨ªa rec¨®ndita del ser y su actitud oferente. A¨²n hay referencias temporalistas, como "el carb¨®n de mi edad, la oscura alpaca / que ayer fuera orgullosa plater¨ªa"; pero sobre la lecci¨®n de las p¨¦rdidas prepondera la voluntad de habitar gozosamente el env¨¦s de las certidumbres, y sobre el agua "aquella de los r¨ªos / que han de dar en la mar" prevalece un vaso de agua clara en la que cabrillea el mundo. El resultado es un canto mecido por el estupor y asomado a la sima donde se esconden, inaccesibles al discurso ergotista, las razones oscuras del existir. Por el riesgo del empe?o, Gallego podr¨ªa haberse llevado los aplausos que se prodigan a los toreros que acaban en la enfermer¨ªa; pero, cuando parece que va a perder pie, sale airoso del envite, tras dejarnos algunos versos tremendos, s¨ª, pero aliviados por la gracia.
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