El comunista heterodoxo
El camarada Mateo Balbuena contin¨²a escribiendo sus reflexiones pol¨ªticas mientras cultiva frutales en Lezama
Un cuadro con la hoz y el martillo y la estrella roja domina la biblioteca de Mateo Balbuena, que re¨²ne un compendio bibliogr¨¢fico de la mejor literatura. En la sala donde recibe, repartidos por la mesa y las sillas, se encuentran los vol¨²menes que ha consultado para su ¨²ltimo libro, cuyas pruebas de imprenta corrige estos d¨ªas: desde la Historia de Herodoto a El 18 de brumario de Luis Bonaparte de Karl Marx. Pero tambi¨¦n hay recortes de peri¨®dico, el suplemento cultural de La Vanguardia de Barcelona, diario al que est¨¢ suscrito desde hace decenios, o las ponencias del ¨²ltimo congreso del PCE, debidamente subrayadas. Mateo Balbuena se mantiene en buena forma intelectual... y f¨ªsica: el periodista le ha encontrado podando los manzanos, sierra y tijeras en mano.
"Todav¨ªa no tengo decidido el t¨ªtulo, quiz¨¢s Doble encrucijada. Es una mirada al conjunto de la naturaleza y c¨®mo ha soportado a lo largo del tiempo la acci¨®n humana. Se habla del hombre social y el hombre individual; se proponen otras formas de organizaci¨®n... Est¨¢ claro que estamos al final de un ciclo. El sistema capitalista est¨¢ agotado. Y la clase trabajadora lo ¨²nico que quiere ahora es jubilaci¨®n anticipada". Mateo Balbuena resume algunos aspectos de este su nuevo libro, que seguir¨¢ a otros como El por qu¨¦ del eurocomunismo, El sovietismo o Tercer milenio: fuerzas que operan en la Historia.
Los dos ¨²ltimos los ha escrito en su caser¨ªo de Lezama, cerca de Amurrio, donde se instal¨® hace m¨¢s de veinte a?os procedente de Barakaldo, localidad en el que hab¨ªa residido desde mediados de los cuarenta. Su llegada a la localidad fabril ocurri¨® despu¨¦s de un largo decenio de vinculaci¨®n con las armas, de uno u otro modo. La primera vez que recuerda fue en Gij¨®n, donde se hab¨ªa criado, cuando la famosa revoluci¨®n en Asturias de 1934. "En Gij¨®n dominaba la CNT. Nosotros [los comunistas] les conoc¨ªamos muy bien. Por la ma?ana dicen: 'jaleo', y al momento, se sientan a descansar. Tuve ocasi¨®n de comprobarlo tambi¨¦n aqu¨ª, durante la guerra, en mayo de 1937, cuando tuvimos que ir de Ordu?a a Amurrio porque hab¨ªan abandonado la posici¨®n".
Al ver que los anarquistas no resolv¨ªan la situaci¨®n a su gusto, Balbuena y los suyos se fueron a Oviedo. "Sab¨ªamos que los socialistas ten¨ªan fusiles, que estaban mejor organizados. Una vez con ese respaldo, tomamos la f¨¢brica de armas, cogimos 10.000 fusiles y 200 ametralladoras okis, de las pesadas, fabulosas". Mateo Balbuena no ejerce la correcci¨®n pol¨ªtica en ning¨²n momento: si hay que hablar de armas, se valora su calidad; si hay que criticar a Stalin, cuando ¨¦ste era un referente indiscutible para los comunistas, se le critica.
El dirigente de la URSS es el protagonista de una obra de teatro de este escritor, que lleg¨® a ser finalista del Premio Planeta en 1964. La obra Stalin (relato esc¨¦nico del sovietismo en tres tiempos) est¨¢ escrita en 1998, pero su consideraci¨®n sobre el personaje ya la ten¨ªa clara medio siglo antes. Nunca le idolatr¨®, aunque si valora su capacidad administrativa, que no oratoria o militar. As¨ª le respondi¨® a un camarada que alababa las cualidades de Stalin como militar en tiempos en los que la heterodoxia te pod¨ªa costar la vida. "?No me digas que un seminarista es capaz de adquirir los conocimientos estrat¨¦gicos que puede tener un estado mayor germano que, de siglos atr¨¢s, viene acumulando experiencia!".
Son episodios que no se olvidan, como aquella ocasi¨®n en que se salv¨® de una detenci¨®n porque se qued¨® charlando m¨¢s tiempo de lo esperado con un amigo, antes de llegar a una cita. Eran los a?os en que este perito industrial ya hab¨ªa abierto una academia en Dos Caminos (Basauri), junto con su mujer, maestra. A pesar de las nefastas consecuencias de la guerra -"Dos camaradas ¨ªntimos, de la misma c¨¦lula a la que yo pertenec¨ªa, murieron: uno lo ahorc¨® Franquito, el otro se ahorc¨® s¨®lo", cuenta-, recuper¨® la vinculaci¨®n con los antiguos compa?eros y regres¨® a la actividad pol¨ªtica, en la clandestinidad.
La academia tambi¨¦n serv¨ªa como tapadera para la instrucci¨®n de cuadros. Con el consabido riesgo. Balbuena lo aclara sin pelos en la lengua: "El art¨ªculo 222 del C¨®digo Civil reformado por Franqu¨ªn significaba que los que eran descubiertos en la clandestinidad ser¨ªan tratados como bandoleros: pena de muerte. Era serio, s¨ª".
Quiz¨¢s por rebajarle la importancia que tuvo en la vida de Espa?a durante tantos a?os, Mateo Balbuena siempre habla del dictador en diminutivo, frente a la grandeza del Partido Comunista, cuya acci¨®n en aquel tiempo siempre valora con afecto y encomio. "Los camaradas llegaron a tener hasta 120 afiliados en Vitoria", recuerda orgulloso. La decepci¨®n con el sistema sovi¨¦tico no congel¨® su lucha, pero el desencanto en Espa?a tiene una fecha clara. "Me acuerdo cuando, en uno de los primeros m¨ªtines, en Valladolid, aparecieron banderas republicanas y las retiraron por orden del propio partido. Fue un acto trascendental: quer¨ªa decir que nos hab¨ªamos rendido, nos hab¨ªamos plegado. El ej¨¦rcito estaba lleno de franquistas, pero aquel gesto...", se lamenta.
Escribir y andar
Mateo Balbuena naci¨® en Villamart¨ªn de don Sancho (Le¨®n) en 1913. Se cri¨® con unos amigos de sus padres en Gij¨®n, donde adquiri¨®, adem¨¢s de su formaci¨®n acad¨¦mica, su vinculaci¨®n con el pensamiento comunista. Casado, tiene una hija y tres nietas que le visitan los domingos, el ¨²nico d¨ªa de la semana que descansa.
De lunes a jueves, escribe. El viernes, baja de paseo desde Lezama hasta Amurrio (siete kil¨®metros), de donde regresa tambi¨¦n andando con las provisiones b¨¢sicas de la semana. Una disciplina que le ha permitido vivir m¨¢s que la Uni¨®n Sovi¨¦tica. "Es que el principio de su decadencia se confirma en 1920, cuando se deciden nombrar a dedo a los directores de las empresas", dictamina.
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