La cocina de Lichtenstein
Realmente ?qu¨¦ podr¨ªa decirse aqu¨ª sobre Roy Lichtenstein que no haya sido dicho antes o que el lector no sepa o imagine? Sobre todo despu¨¦s de la excelente exposici¨®n que tuvo lugar en el MNCARS hace menos de dos a?os. En realidad, la trayectoria de Lichtenstein como figura eminente del pop se nos presenta hoy tan luminosa, que tiende a resultar deslumbrante, incluso casi un poco cegadora. La enorme pregnancia de sus pinturas, tanto las m¨¢s c¨¦lebres, derivadas de los arquetipos del c¨®mic, como las concebidas en forma de transfiguraci¨®n de los grandes iconos del arte, o su seria y permanente reflexi¨®n sobre el poder hipn¨®tico de las im¨¢genes y su eventual fuerza narrativa, desde siempre asociada a las viejas y nuevas mitolog¨ªas, todo ello junto parece envolver su obra con una especie de halo de inmediatez apabullante.
LICHTENSTEIN EN PROCESO
Museo de Arte
Abstracto Espa?ol
Casas Colgadas. Cuenca
Hasta el 19 de febrero
Museu d'Art Espanyol Contemporani. Sant
Miquel, 11. Palma de Mallorca
7 de marzo-17 de junio
Lo que tiene de interesante esta exposici¨®n estriba justamente en la manera en que muestra el trasfondo de ese trabajo, centr¨¢ndose no en la obra acabada, sino en el proceso. Consiste en un conjunto de 65 dibujos y collages preparatorios de una veintena larga de pinturas de entre los a?os setenta y noventa. Esas pinturas no est¨¢n presentes en la exposici¨®n pero en estas circunstancias -se dir¨ªa- apenas se las echa de menos. Puesto que aqu¨ª de lo que se trata es de ver c¨®mo han ido surgiendo.
Por ejemplo, su Laocoonte (1988), dos dibujos y un collage in progress, en donde no faltan los ofidios asesinos, los dos hijos tan desproporcionadamente enanos y el gesto del sacerdote, que pasa de muy sufriente a s¨®lo estre?ido, con el a?adido de un barquito de vela que ni Agesandro ni Virgilio hubieran podido imaginar. O la divertida Escena en la playa con estrella de mar (1995), en donde los rostros de las muchachas desnudas cambian a medida en que sus cuerpos se llenan de los famosos Benday dots y, al tiempo que se transforman de figuras dibujadas en modelos de c¨®mic, cobran o pierden alegr¨ªa. Estos trabajos preparatorios de las pinturas de Lichtenstein no pueden sustituirlas sin m¨¢s, seguramente, pero no por ello carecen de su particular valor aut¨®nomo. Nos ense?an las mediaciones de que se alimentan las obras terminadas, pero nos demuestran tambi¨¦n lo necesarias que eran todas esas mediaciones -al fin y al cabo, las del dibujo-, y hasta nos dicen bastantes cosas acerca del inteligente sentido del humor del que nacieron.
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