El Louvre muestra al m¨¢s transgresor y sabio Ingres en una gran antol¨®gica
La exposici¨®n reivindica la faceta religiosa y de pintor de g¨¦nero del artista franc¨¦s
El museo del Louvre de Par¨ªs abre el pr¨®ximo viernes una gran retrospectiva dedicada a Jean-Auguste-Dominique Ingres (Montauban 1780-Par¨ªs 1867) . Ingres no hab¨ªa sido protagonista de una atenci¨®n equiparable desde 1967, a pesar de que su cota no ha dejado de revalorizarse. Se trata de una exposici¨®n que, en palabras de Vincent Pomar¨¨de, comisario del acontecimiento, pretende "presentar todo Ingres". La muestra, que reivindica la faceta religiosa y de pintor de g¨¦nero del artista, permanecer¨¢ abierta en el museo hasta el pr¨®ximo 15 de mayo.
?Por qu¨¦ hablar de "todo Ingres"? Sencillamente, porque en esta ocasi¨®n la muestra -compuesta de 79 ¨®leos y 101 dibujos- no ha querido limitarse a sus c¨¦lebres retratos o desnudos, tan elogiados y tan influyentes entre otros artistas, de Degas a Picasso, sino reivindicar el Ingres pintor de telas de historia o renovador de un g¨¦nero condenado a la decadencia -la pintura religiosa- o su talento aplicado a las "estampas de trovadores". En definitiva, de lo que se trata es de no celebrar ¨²nica y exclusivamente los aspectos que son m¨¢s f¨¢ciles de asumir por la modernidad, sino tambi¨¦n de integrar en la trayectoria creativa del artista facetas que no encajan con la historia de la pintura confundida con la de la conquista de la libertad de expresi¨®n.
La m¨¢xima orsiana que asegura que "todo lo que no es tradici¨®n es plagio" resume a la perfecci¨®n la trayectoria de Ingres, empe?ado en salvar las t¨¦cnicas de sus grandes maestros -Holbein, Rafael, Vel¨¢zquez, Tiziano, Giotto...-, al tiempo que aportaba a cada obra un elemento de novedad, ya fuese por su elecci¨®n inesperada de una paleta casi monocrom¨¢tica, ya fuese por concepci¨®n del encuadre, ya fuese por su atrevimiento en la desmesura.
En su d¨ªa, en los a?os que preceden a la Revoluci¨®n de 1848, los caricaturistas dibujaban a Ingres como el caballero que, lanza en ristre, se enfrenta a Delacroix. Es una batalla en la que, "si triunfa Ingres, el color ser¨¢ prohibido en toda l¨ªnea", mientras que si es Delacroix el que consigue descabalgar a su rival "es la l¨ªnea la que ser¨¢ prohibida". Y cada pintor simboliza otra cosa, Delacroix, la libertad anarquista de los seguidores de Proudhon, Ingres, el conservadurismo mon¨¢rquico de Thiers, el pol¨ªtico que, a?os m¨¢s tarde, dirigir¨¢ la cruel represi¨®n contra la Comuna y meter¨¢ en la c¨¢rcel a Courbet, realista y padre de los impresionistas.
Leyendo la biograf¨ªa de Ingres se descubre que su oportunismo pol¨ªtico nunca le priv¨® de lucidez y que el mismo respaldo que pudo manifestar p¨²blicamente por una carnicer¨ªa que restablec¨ªa los derechos de los arist¨®cratas, no le imped¨ªa manifestar pocas semanas despu¨¦s su disgusto ante los excesos de crueldad de los matarifes. ?Todo se reduce en ¨¦l a una mera cuesti¨®n de gusto?
Durante a?os, los especialistas le han dado vueltas y m¨¢s vueltas a un dilema que puede resumirse as¨ª: "?Es Ingres el m¨¢s conservador de los revolucionarios o el m¨¢s revolucionario de los conservadores?". La actual exposici¨®n pone fin al dilema, al probar que Ingres es las dos cosas a un tiempo, que su atrevimiento a la hora de pintar un J¨²piter malhumorado y gigantesco no le impide presentar al pobre Symphorien bajo un aspecto de hermafrodita que desata la c¨®lera de todos los musculosos de la ciudad, u organizar el espacio en torno a un Jes¨²s que les habla a los doctores siendo el centro de todas las l¨ªneas de fuga, incluidas las trazadas a partir del color.
Sabidur¨ªa y transgresi¨®n son los dos motores de un pintor del que se sab¨ªa de la exactitud psicol¨®gica de sus retratos -el del editor Bertin, el de la vizcondesa de Hassonville, el de monsieur Rivi¨¨re son algunos de ellos-, pero del que no se hab¨ªa comprendido hasta qu¨¦ punto asociaba pureza y erotismo. Un gran perverso, en resumen.
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